JESÚS, EL POBRE DE NAZARET

Marzo 2024

Como se trató en el tema anterior, no menos aquí, se hace necesario pedir la presencia del Espíritu Santo, porque de quien vamos a hablar es el Hijo de Dios, el Santo de Dios, el Mesías, el Rey y Señor, y si en la lección anterior hubo atrevimiento al adentrarnos en su corazón para decir algo de sus sentimientos, en esta lección, que requiere oración para leer con santidad, vamos a ocuparnos del estilo de vida de Jesús, vamos a tratar de acercarnos a él para preguntarle ¿Maestro, cómo vives?

Con la gracia del Espíritu Santo nos aproximaremos a Cristo y contemplaremos que Jesús es un hombre pobre, Él mismo vive en la pobreza; cuando habla de los pobres, cuando se ocupa de los pobres, cuando atiende a los pobres, Él mismo es un hombre pobre, por lo tanto, asume los mismos sentimientos de los pobres. Él siente como pobre, siendo Dios se hizo pobre, para hablar el lenguaje de nuestra pobreza, para mostrarnos que para sentir lo que sienten los pobres se hace necesario ser pobre, que no hay otra mirada, que no hay otra manera de acercarnos a esta realidad si no es viviéndola.  Jesús es un hombre pobre, se ha hecho pobre y vive en medio de los pobres.

En la cultura de nuestro tiempo, los que se ocupan de los pobres suelen ser estudiosos; datos estadísticos, sociólogos, politólogos, economistas, distintas ramas de la investigación científica se ocupan de mirar a los pobres desde diversos ángulos. Sin embargo, la mirada de Jesús no corresponde a esas miradas de los estudiosos de nuestro tiempo.

En efecto, para Jesús los pobres no son un dato, ni un número. Para Jesús los pobres son una realidad concreta, son rostros concretos, son personas, son hijos de Dios, son seres con sentimientos, que son amados por Dios y que están llamados a vivir la experiencia del amor de Dios.

Por eso la lectura que se puede hacer de los pobres se hace desde la vida misma de Jesús, que es un hombre pobre. No se trata entonces de la mirada desde un escritorio o desde, unos datos estadísticos de una computadora, sino desde el corazón mismo de quien vive pobre entre los pobres. Esto no es ajeno a la realidad con la que Dios se adentra en la historia y en el acontecer de los hombres.

Una rápida mirada sobre la vida de Jesús nos permite a nosotros identificar cuál ha de ser también la vida de un creyente; Jesús se encarnó y se encarnó haciéndose uno como nosotros, nació humildemente, como la inmensa mayoría de la gente, nació en pobreza, nació pobre.

El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.

Los relatos de la Sagrada Escritura precisan que Jesús nació acompañado por la naturaleza, sin donde poner la cabeza y así vivió toda la vida. Jesús nació en un portal en Belén de Judá, no nació en un palacio, nació como nacen la gran mayoría de los seres humanos. Pero en Él brilla la gloria de Dios, se alegran los humildes, se alegran los pobres y los que entienden ese lenguaje porque esa es su vida, vienen a cantar las glorias y las alabanzas al Señor, sintiendo que en la sencillez y en la humildad están la alegría y la paz, y entonces entonan los cantos glorificando a Dios porque ha nacido la alegría y la paz.

El ambiente de Jesús

La crianza de Jesús se llevó a cabo en una familia pobre, humilde, sencilla y trabajadora. En ese ambiente creció Jesús, en un ambiente de un hombre pobre donde no solamente nació pobre, sino que vivió pobre, y como era apenas lógico en esa vida de familia pobre, Jesús debía normalmente estar al lado del papá trabajando, ayudándole, colaborando, como es propio de los obreros, de los artesanos, de tal manera que los hijos llevan la misma vida de los padres.

Jesús asume la vida de familia de obreros, de trabajadores, de humildes, de gente pobre. Cuando comienza el ministerio público, Jesús tiene una presentación de su programa de vida, que es el proyecto de Dios en Él, anunciando en la Sinagoga que ha sido enviado para anunciar la salvación a los pobres. Por supuesto, viene la pregunta y el interrogante ¿qué puede salir de Nazaret? ¿qué puede salir de un villorrio?, ¿qué puede salir de una tierra pobre?, ¿que podrá salir de una familia desconocida, de una familia anónima?; Si el Mesías, si el que esperaban como rey de Israel sucesor de David debiera ser o pensaban, aspiraban a que fuera alguien de un estilo de vida distinto, pero Dios sorprende en Jesús y la sorpresa de Dios es que se hace pobre como la inmensa mayoría de la población, como la inmensa mayoría de nuestra gente.

La experiencia de vida de Jesús

Jesús siendo el Hijo del Padre vive la experiencia que vive la gran mayoría de los hijos de Dios, hombre pobre. Siendo el Señor de todo, lo deja todo, para hacerse uno como todos. Sin embargo, aunque cueste mucho entenderlo en el mundo de hoy, la pobreza es una manera de libertad.

Jesús no se deja esclavizar del dinero “nadie puede servir a dos señores porque se ocupará de uno y olvidará al otro”, no se puede servir a Dios y al dinero (Cf Mt 6, 24), lo dirá abiertamente ante los fariseos, y se reían de él.

También hoy a nosotros nos cuesta muchísimo entender que pobreza es libertad, que los más libres son los pobres, que una persona rica y acaudalada ha perdido la libertad y se vuelve esclava de los bienes que tiene, que todo lo que puede acumular una persona se vuelve necedad, “¡necio!, para quién has acumulado todos tus bienes y tus riquezas esta misma noche se te pedirá la vida” (Cf Lc 12, 20).

Jesús es el hombre libre que no tiene nada ni se apega a nada porque es Hijo del Padre y todo lo del Padre es suyo, su riqueza es ser Hijo de Dios y quiere que también nosotros aprendamos a vivir como hijos de Dios, que entendamos que todo lo de nuestro padre es también nuestro y que no tenemos que preocuparnos por tener y acumular, pues la vida no es para ello, sino para gozarnos como hijos de Dios. (Cf Jn 16, 15)

Lograr asumir el estilo de vida de Jesús vivir en pobreza es vivir en libertad. Jesús es un hombre pobre, que vive pobre y que muere pobre. Contemplar a Jesús crucificado, abandonado de todo y de todos, despojado de sus vestiduras nos muestra que Jesús asumió totalmente la pobreza.

Finalmente, fue sepultado en un sepulcro que no era ni de él, ni de la familia, era un sepulcro ajeno y allí unos amigos suyos hablando con el gobernante, pidieron permiso para bajarlo de la cruz y lo depositaron, lo pusieron en un sepulcro nuevo donde nadie había sido sepultado todavía. De esa manera podemos contemplar como creyentes este estilo de vida de Jesús.

Los pobres no son pues para nosotros un dato estadístico, son una realidad que ha asumido Jesús mismo viviendo como pobre. Sólo podremos como creyentes aproximarnos a los pobres con los mismos sentimientos de Cristo, siendo pobres.

 

 

LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO

Febrero 2024

 

Este tema, como la inmensa mayoría de los temas que se van a desarrollar en este curso, se debe comenzar con un buen rato de oración, porque se trata de algo que está en el corazón mismo del ser de Dios, de aquello que Dios mismo siente, expresar lo que el Señor nuestro Dios tiene en su corazón con respecto a los más pobres. 

Por lo tanto, nos estamos adentrando en un asunto sagrado. Estamos abordando un tema teológico porque es de Dios, es un tema espiritual porque está necesitado de la presencia del Espíritu Santo que nos permita a nosotros mirar con la mirada de Dios el rostro de los pobres. Es un tema que requiere tener sentimientos y los sentimientos son entonces, de lo más profundo del ser humano, del corazón mismo de alguien, es decir, se trata ya no de un ser humano sino de Dios, nos atrevemos a decir algo de Dios al tiempo que decimos algo de los pobres. 

El curso se ocupará especialmente de la mirada de Dios, del sentimiento de Dios, del corazón de Dios nuestro Padre por los pobres de esta tierra. Que el Señor con la gracia y con la luz del Espíritu Santo nos lleve de la mano para poder adentrarnos en los mismos sentimientos de Cristo que expresa lo que Dios nuestro Padre siente, ha sentido y sentirá por los más pobres. 

Sin duda alguna, que la palabra sentimientos no es extraña al hombre de hoy en su lenguaje. La palabra sentimiento se expresa y se utiliza con mucha frecuencia. Se habla que hay algunas personas que no tienen sentimientos y al decir que alguien no tiene sentimientos estamos hablando de un modo de ser, de una manera de comportarse, de ser indiferente, de no sentir nada. En cambio, de ello hablamos de otras personas que sí tienen sentimientos y se puede evidenciar fácilmente, una persona con sentimientos de otra sin sentimientos. La persona que tiene sentimientos no puede ser indiferente, no puede estar al margen de lo que acontece, no puede excluirse, no puede pasar desatendiendo lo que está pasando con otros. 

Los sentimientos no solamente hacen relación a una persona, sino que hacen además conexión con otras personas, interactúa con otras personas. En la cultura de hoy, si bien es cierto que hay personas sin sentimientos, también es cierto que son muchos y es lo normal en el ser humano que tengan distintos sentimientos y que los expresen de diversas maneras, hay quienes les cantan a los sentimientos, quienes lloran por sentimientos, se dice de algunas personas que son muy sentimentales, hay personas que expresan los sentimientos con muchos detalles. 

De todas maneras, los sentimientos están apareciendo constantemente en las cosas, situaciones, circunstancias de nuestra vida: tiene sentimientos una madre, tiene sentimientos un papá, tienen sentimientos los hijos por los padres, tienen sentimientos los novios, tienen sentimientos los esposos, se tiene sentimientos por los amigos y se tienen sentimientos también por aquellas personas que encontramos postradas, angustiadas, debilitadas, incapacitadas que requieren una palabra, un gesto, una actitud y una ayuda nuestra.

Esta lección, nos permite a nosotros con ese lenguaje, tratar de aplicarlo también a lo que Dios siente, y hablando de los sentimientos de Dios, poder decir que Dios no es indiferente, que no es ajeno a la suerte del mundo y de los hombres, que no es un Dios que haya dejado abandonada la historia. Al contrario, es un Dios que revela los sentimientos constantemente, que expresa sus sentimientos de múltiples maneras, que nos deja sentir su presencia en cada uno de nosotros y con todos. Esos sentimientos de Dios han sido expresados específicamente en su Hijo Jesucristo. En él, está el rostro de los sentimientos de Dios. Jesús ha venido a mostrarnos que siente el padre por nosotros y Jesús ha revelado con su modo de vivir en medio de los hombres ese sentimiento a profundidad.

Jesús tiene sentimientos, es capaz de alegrarse, de estar de fiesta, de ir al banquete, pero es también sensible y expresa los sentimientos cuando se le muere un amigo como Lázaro. Jesús tiene sentimientos y se lamenta de la dureza de corazón de quienes comparten con él el anuncio del mensaje y no lo aceptan. Jesús expresa los sentimientos en los agobiantes minutos de la cruz. Jesús expresa también los sentimientos de fuerza y de esperanza con los discípulos cuando Resucitado, se les aparece y les dice: ¡Alegría y paz hermanos!

Jesús muestra sentimientos especialmente con los más pobres y para este curso, resulta fundamental interesarnos por esos sentimientos que aparecen en la Sagrada Escritura, especialmente en el Nuevo Testamento, donde Jesús siente por los más pobres.

Jesús siente lástima, se compadece, toma de la mano, toca, devuelve a la vida, levanta, Jesús perdona. El maestro repetidas veces y constantemente nos está mostrando su corazón y de esa manera el corazón de Dios, es un corazón que se compadece de los pobres, de los humildes, de los sencillos, precisamente de aquellos que generalmente el mundo desprecia, de aquellos que generalmente el mundo pisotea, de los que el mundo margina y excluye. A estos Jesús ha venido a tender la mano, a sentarse a la mesa, a invitar al banquete. “Cuando vayas a dar un banquete invita a los excluidos, los cojos, a los lisiados, a los pobres, a los que no pueden pagarte” (Cf Lc 14, 13-14)  esos son los sentimientos de Cristo. 

El creyente está invitado a tener los mismos sentimientos de Cristo, la fidelidad significa entonces, seguir al maestro en sus huellas pisando sus pasos. Estamos hechos para vivir con los mismos sentimientos de Cristo, si tenemos los mismos sentimientos de Cristo podemos realmente llamarnos Cristianos y para ser Cristianos hay que ver al pobre como lo vio Jesús, sentirlo, tenderle la mano como lo hizo Jesús. Tengan pues los mismos sentimientos de Cristo (Cf Flp 22,5), esa es la tarea que se nos propone en esta primera lección. 

Tener los mismos sentimientos de Cristo es echar una mirada entorno a lo que nos rodea, a los rostros de las personas que están cercanas a nosotros, a los más necesitados, necesidades de todo tipo, muchos de ellos han perdido las razones de vivir, la esperanza, muchos de ellos se han vuelto indiferentes, sin sentimientos. Estamos llamados a romper esa cadena y a no ser indiferentes ni indolentes, estamos llamados a sentir, a crecer en los sentimientos y en los mismos sentimientos de Cristo por los más pobres. Ser cristiano significa tener los mismos sentimientos de Cristo con los pobres.

 

OPCIÓN FUNDAMENTAL POR LOS POBRES

AÑO 2024

LA PARROQUIA AL SERVICIO DEL ENCUENTRO CON CRISTO

LA PARROQUIA ESCUELA DE DISCÍPULOS MISIONEROS

  1. La vocación de los Discípulos Misioneros a la santidad.

Este tema debiera ser seguido a modo de Retiro Espiritual, dada la trascendencia y el significado profundo que implica para un creyente en cuanto a la reflexión y meditación de la elección divina.

Para ser discípulo misionero de Jesús, en primer lugar, damos gracias a Dios que ha tomado la iniciativa de llamarnos a participar en la experiencia de su amor. Dios que nos ha llamado a la vida, nos llama también a vivir la experiencia del amor divino y a transmitir este amor a los demás.

  1. Llamados al seguimiento de Jesucristo. Dios Padre, por amor, ha llamado a la criatura humana a participar de su vida y de su gloria y pedagógicamente lo ha hecho a lo largo de la historia a través de elementos valiosos y significativo.

De modo particular, esta acción de Dios se nos manifiesta a través del pueblo de Israel, un pueblo pequeño sin mayor trascendencia del que Dios se apropia, haciéndolo suyo, para que en la dinámica de la historia por medio de ese pueblo, revelar todo su proyecto de amor y de vida.

Por medio de Israel, Dios fue manifestando su plan de salvación para todas las naciones, con Israel tuvo una singular experiencia de comunión, de afecto y de ternura. A Israel le mostró su verdad, su vida y su santidad. Esperó que Israel lo hiciera también en medio de las naciones y posibilitara lo que había recibido para que otros pueblos vivieran la misma experiencia. 

Israel pudo experimentar la diferencia entre sentirse amado de Dios, de un pueblo que era conducido de la mano del Dios que es amor, a los pueblos que vivían en torno no al Dios vivo sino a los ídolos que ellos mismos habían fabricado con sus propios materiales y con sus propias manos. El Dios vivo de Israel había tomado al pueblo pequeñito y lo había sacado de la esclavitud para que llevara la experiencia de la libertad a un pueblo que estaba en redes de muerte, lo sacó a la vida y cada vez que Israel clamó al Señor, Dios lo escuchó y se manifestó como el Dios de la vida, no es un Dios de muertos.

Más tarde, Dios en medio del pueblo de Israel manifestó su santidad y todo su amor enviándonos a su Hijo Jesucristo para enseñarnos el camino de Dios. El camino de la santidad con Jesús brota una novedad. El llamamiento que Jesús hace, genera una extraordinaria ruptura. Jesús aparece como el Maestro y como Maestro despliega dos cosas fundamentales que hacen diferencia con los otros maestros de su tiempo:

En primer lugar, los discípulos van experimentando que este Maestro los ha llamado, que Él los ha elegido, que no fueron ellos los que escogieron al Maestro, sino que el Maestro fue el que los llamó a ellos y los eligió.

En segundo lugar, experimentan en el estar con Jesús que no los llamó para hacer algo, para aprender simplemente algo de la vida, sino para que la vida de ellos se confundiera con la vida del Maestro, para llevar una vida íntima con Jesús, para participar de la vida que viene de las entrañas del Padre, para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones, correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión hasta el punto de que también ellos en Cristo son responsables de hacer nuevas todas las cosas.

Nos detenemos en el número 131 del Documento de Aparecida, que en este sentido es iluminador y que marca la pauta de lo que es un discípulo de Jesús, el seguidor de este Maestro. En el Evangelio de San Juan 15, 1 – 8, Jesús nos muestra cuál es el tipo de vinculación que pide de nosotros hacia Él, no es una vinculación de siervos, no es una vinculación de esclavos, el esclavo no tiene entrada en la casa del amo.

Jesús quiere que vivamos con Él, una vinculación de amigos y de hermanos, que ingresemos a su vida y que la vida de Jesús la hagamos propia en nosotros, que vivamos hermanos de Jesús y partícipes de la vida del resucitado como hijos del Padre celestial, que compartamos la misma vida que viene del Padre, Él porque es Hijo, nosotros porque somos discípulos y participamos de la vida en el hijo, esto nos hace entonces hermanos de Jesús y por lo tanto, hermanos de los demás miembros en la comunidad.

Resulta fundamental sentir que el discípulo de Jesús es declarado entonces de la familia suya, de la familia de Dios porque se comparte la misma vida que viene del Padre.

La parroquia nos permite entonces como discípulos y Misioneros llamados a intensificar nuestra respuesta de fe, anunciar que Cristo ha redimido a todos, de todo pecado y de todos los males de la humanidad. Responder a esta vocación exige entrar en la dinámica del buen Samaritano, de hacernos prójimos del que sufre, del excluido, del marginado, de acoger a los pequeños, de sanar a los que están sufriendo, de perdonar y amar a los que están esclavos.

Esto implica una configuración con el Maestro, la admiración que está por la persona de Jesús. Su llamada y su mirada de amor, suscitan una respuesta consciente y libre desde lo más íntimo del corazón, una adhesión de toda la persona, la persona de Jesús es un sí que nos llena plena y totalmente con esa respuesta.

Entonces nosotros estamos invitados a configurarnos verdaderamente con el Maestro, asumiendo el mandamiento del amor, en efecto, Jesús que es el maestro nos pide a nosotros discípulos amarnos los unos a los otros, como Él nos ha amado; está es la medida que Jesús pide de nosotros, no a medias sino total, un darnos totalmente y esto hace que el amor de los cristianos en el mundo sea distinto de todos los demás y esa debe ser la característica propia de la comunidad cristiana de los discípulos de Jesús, que testimoniamos el amor fraterno como el principal y el primer anuncio que permite que los demás reconozcan que somos discípulos del Maestro por la manera como nos amamos.

La imagen de este proyecto de Dios como discípulo es la Santísima Virgen María, ella sale a compartir con Isabel lo que el Señor le ha revelado y es motivo de alegría. De la misma manera nosotros estamos enviados a anunciar el Evangelio del Reino de la vida, esa también es una misión.

El Papa Benedicto XVI nos recuerda que el discípulo fundamentado así en la bondad de Dios, siente un impulso a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus hermanos, por eso,  discipulado y misión son las dos caras de una misma medalla.

Ser discípulo de Jesús implica entonces necesariamente salir a anunciar a Jesús. La tarea esencial de la evangelización incluye el anuncio gozoso de la liberación y la salvación a los pobres promoviendo integralmente a la persona y liberándola cristianamente de todas las esclavitudes, como Jesús salió al encuentro de las personas, también el discípulo misionero va al encuentro de las personas con amor, de esa manera participa de la misión del Maestro y así vivimos como auténticos discípulos.

En eso consiste la santidad de los creyentes, para hacer realidad ese discipulado, Jesús nos ha dado el don del Espíritu Santo. Ser discípulos de Jesús implica entonces recibir también el don del Espíritu Santo, el Pentecostés vivido por la Iglesia se manifiesta también hoy cuando el discípulo misionero es sellado con el Espíritu Santo para continuar la obra de Jesús.

En el tiempo presente, Jesús nos transmitió el plan del Padre y nos dio el Espíritu Santo para que nosotros vivamos la vida de Él, para que nosotros tengamos una vida profunda de interioridad con Dios al modo del Maestro. Nuestra vida de ser discípulos Misioneros se hace posible gracias a la acción del Espíritu Santo en nuestros corazones. (DA 129 – 153)

 

LA PARROQUIA INSTRUMENTO DE EVANGELIZACIÓN

Acabamos de considerar en el tema anterior, las luces y las sombras que se presentan en el camino formativo de los discípulos misioneros en nuestra Iglesia Latinoamericana y muy específicamente en cada una de nuestras parroquias. Ahora, vamos a mirar unos elementos generales que podemos considerar bendición de Dios para nuestro quehacer formativo, dado que son regalos divinos que favorecen el que nuestras parroquias se puedan dedicar a evangelizar y formar discípulos misioneros de Jesucristo. En este sentido, la vocación a ser discípulos Misioneros constituye motivo de júbilo y de acción de gracias de parte de la Iglesia y de cada uno de los que ha recibido este inmenso don divino.

El documento de Aparecida titula esta parte: “La alegría de ser  Discípulos Misioneros para anunciar el Evangelio de Jesucristo” destacando el privilegio de ser llamados para ser constituidos y consagrados discípulos misioneros, lo que implica por lo tanto, una seria y sólida formación que pueda responder a tan admirable vocación.

Si bien es cierto que las incertidumbres son muchas, también es cierto de las certezas que nos da la presencia de Jesús en medio de nosotros, en efecto, Jesucristo se nos presenta como el Camino, la Verdad y la Vida, Él conduce a la vida eterna, Él nos revela en plenitud la vida del Padre, Él nos muestra la vida divina y nos provoca a ir a la casa del Padre. Jesús tiene palabras de vida eterna y Él es esa Palabra. Jesús es la puerta de entrada a la vida eterna y Jesús ha venido a darnos vida en abundancia. Jesús verdadero Hijo de Dios es la Palabra hecha carne, es verdadero Dios y verdadero hombre, que se ha entregado por nosotros en la cruz y que ha resucitado constituyéndose en el cordero de Dios que quita el pecado del mundo y que nos salva a nosotros del pecado para que nos constituyamos en testigos de la vida nueva del resucitado, participando nosotros de esa vida.

Jesús nos has dado el Espíritu Santo para constituirnos a nosotros ya no en hombres de miedo, encerrados, si no en los comunicadores de la Buena Noticia de Jesús el Hijo de Dios. Por ese Espíritu Santo, nosotros podemos anunciar que Jesús es el Señor y con la alegría de la fe somos Misioneros para proclamar el Evangelio de Jesucristo y posibilitar que en Él, otros tengan vida nueva, una vida digna, de auténticos hijos de Dios que se realiza en la familia, en el trabajo, en el estudio y en el cuidado de la creación.

Cada uno de estos aspectos es descrito como una oportunidad de alabar a Dios, la vida humana engrandece el amor divino y por eso bendecimos a Dios por la dignidad de la persona humana y podemos anunciar y proclamar la Buena Nueva de la dignidad humana. Alabamos a Dios por los hombres y mujeres de nuestro continente, de nuestras parroquias que movidos por la fe han trabajado, incluso han dado su propia vida, defendiendo a los pobres, a los excluidos y a los marginados.

Alabamos a Dios, en segundo lugar, por el don maravilloso de la vida especialmente por aquellos que con espíritu alegre, promueven una vida en la que se cultivan las grandes ilusiones de los hombres, la música, la danza, la poesía, el arte, el deporte, haciendo que nuestros pueblos crezcan en la ilusión y en la esperanza y a pesar de nuestro pecado, nos animemos a dar razón de nuestra vida y a luchar para que la vida humana sea protegida y en ella Dios sea continuamente alabado.

De modo especial, damos gracias a Dios que en su Hijo Jesucristo nos ha abierto a la vida nueva de la eternidad. Ésta es realmente la más profunda verdad que nos ha sido comunicada, no vivimos para la inmanencia, para el placer, el materialismo, el consumismo, el individualismo. Nuestra vida cristiana trasciende, nuestra vocación es la eternidad, es el más allá, nuestra vida cristiana es la libertad, no la esclavitud de la cultura de nuestro tiempo. Jesús defiende los derechos de los débiles y de la vida plena, digna del ser humano y el discípulo misionero asume esa bandera de Jesús.

En tercer lugar, damos gracias a Dios por el valor de la familia que se manifiesta en la inmensa mayoría de nuestras parroquias, la familia es un patrimonio de la humanidad constituye uno de los tesoros, ella ha sido y es escuela de fe, en ella se han cimentado los fundamentales valores humanos y cívicos, en ella nace la vida, se acoge, se respeta y de modo particular se protege. La familia es insustituible para la plenitud de la existencia, la serenidad, personal y la educación de los hijos.

Agradecemos a Dios, que nos revela que es amor y se nos manifiesta como familia trinitaria. Bendecimos y glorificamos a Dios también por el trabajo, damos gracias a Dios porque su Palabra nos enseña que a pesar de la fatiga que muchas veces acompaña al trabajo; el cristiano sabe que el trabajo unido a la oración, no solo sirve para el progreso terreno, sino también para la santificación personal y la construcción del Reino de Dios.

Alabamos a Dios, también por todos los talentos que ha posibilitado en nuestros científicos y en los tecnólogos que han permitido que nuestras parroquias crezcan en el desarrollo, la ciencia y la tecnología. Tenemos muchos fieles que posibilitan bienes, servicios y valores culturales, haciendo que la vida sea más humana, que crezca en las expectativas de calidad y que mejoren las condiciones para todos aunque la ciencia y la tecnología no tienen respuesta para los grandes interrogantes de la vida humana, los creyentes en nuestras parroquias a través de la ciencia y la tecnología, posibilitan que la vida sea más fraterna y más humana.

Alabamos a Dios, por quienes cultivan la ciencia y la tecnología, damos gracias también a Dios por la ecología; Él que ha creado todas las cosas en nuestras parroquias, espacios que admiramos para el desarrollo de la vida y la convivencia de todos como hijos e hijas en esta bella creación. Nos dejó la expresión de su bondad, de su belleza, nos ha manifestado el amor de un Padre providente y nos la ha confiado para que la cuidemos y la transformemos en fuente de vida para todos en nuestras parroquias. En este sentido, cuidar la Casa Común y posibilitar que las futuras generaciones puedan gozar de ella es un compromiso no solamente de lo que nosotros hemos recibido, sino de un mundo mejor.

La principal forma de respetar la naturaleza es promover una ecología humana abierta, la trascendencia que respeta a la persona, a la familia, a los ambientes y que sigue la indicación de recapitular todas las cosas en Cristo y alabar a Dios como Padre creador.

Así las cosas glorificamos a Dios y le damos gracias a Dios por nuestro continente y cada una de nuestras parroquias que tienen discípulos misioneros de Jesucristo, son hombres y mujeres de esperanza y de amor. Esto alienta nuestra confianza, nuestra certeza, abre los horizontes para que la vida de nuestros niños, de los jóvenes, de los mayores y de nuestras familias, a pesar de todas las dificultades permanezcan en la confianza en Dios, creciendo en el amor, cultivando la capacidad, el servicio y la solidaridad. Reconocemos la vitalidad de una parroquia que peregrina en medio de dificultades e incertidumbres pero con la certeza de que el Señor está con nosotros y nos acompaña siempre.

LA PARROQUIA Y LA TAREA EVANGELIZADORA ENTRE LUCES Y SOMBRAS

El servicio pastoral que la Iglesia ha prestado a lo largo de los años en el territorio Latinoamericano, nos permite hacer una mirada de fe sobre los aspectos más positivos y también sobre aquellos que nos angustian y desconciertan en cuanto a la realidad de nuestros pueblos y de nuestras parroquias.

El empeño en anunciar a Jesucristo y la Buena Nueva del Reino de Dios nos obliga como creyentes a estar vigilantes, atentos y a ser creativos, audaces e innovadores en las variables circunstancias y manifestaciones sociales, económicas, políticas, raciales, étnicas y religiosas que se presentan a diario en la vida de las gentes.

Para la lectura de estos elementos positivos y negativos en nuestra Iglesia particular y muy concretamente en nuestra parroquia, nos dejamos orientar por el Documento de Aparecida en los numerales 98, 99 y 100.

  1. La Iglesia en este momento histórico.

En el Documento de Aparecida (DA) en el número 98, se reconoce que a pesar de todas las deficiencias y las ambigüedades tenidas en la Iglesia, es innegable que se ha dado testimonio de Cristo anunciando el Evangelio atendiendo a los más pobres, promoviendo la dignidad de los excluidos, acompañando los esfuerzos para que los más necesitados sean atendidos en la salud, en la educación, el trabajo, el acceso a la tierra, la vivienda y muchos otros elementos que promuevan la dignidad de la persona humana.

Sin duda alguna, que todo este trabajo ha permitido que la Iglesia sea reconocida y que a pesar de todo en muchos momentos sea reconocida como una instancia de confianza y credibilidad.

Más aún, la presencia de la Iglesia en la promoción de la dignidad humana ha ocasionado en muchos casos persecución y aún la muerte de algunos de sus miembros a los que consideramos testigos de la fe. En nuestro continente y en nuestras tierras se hace necesario reconocer y resaltar el testimonio valiente de hombres y de mujeres que han vivido con radicalidad del Evangelio y han consagrado su vida a Cristo por mediación de la Iglesia  sirviéndole al pueblo.

  1. Los esfuerzos pastorales para el encuentro con Jesucristo en la Iglesia de nuestro tiempo.

Entre los muchos esfuerzos que podríamos mencionar en la línea pastoral que a lo largo de estos años han posibilitado el encuentro de muchas personas y de pueblos enteros con Jesucristo vivo, vamos a resaltar unos cuantos:

2.1. La Animación Bíblica. Las diócesis del continente Latinoamericano y en ellas las parroquias como rostros concretos de la Iglesia que acompaña a los fieles en un determinado territorio o ambiente han aumentado considerablemente el conocimiento de la Palabra de Dios, el amor por ella y la lectura frecuente de los textos santos.

Para que esta animación bíblica continúe su proceso se hace necesario formar animadores, catequistas, profesores, misioneros parroquiales, grupos de lectores, talleres de lectio divina, cursos y seminarios de Sagrada Escritura, entre otros.

2.2. La Renovación Litúrgica. Si bien es cierto que el acontecimiento de la pandemia afectó notablemente la presencia de los fieles en las celebraciones litúrgicas y recién comienzan a regresar a las celebraciones comunitarias, no podemos ignorar que ha habido crecimiento en la dimensión celebrativa y festiva como se dan las celebraciones. Se centra la vida cristiana en la Eucaristía y de modo especial en la participación de la celebración del misterio pascual los domingos.

También se reconoce que se han hecho esfuerzos para inculturar la liturgia en la mentalidad de las gentes, para que las celebraciones sean festivas y participadas, en comunión de fe y de amor y con una decidida opción de participar en la santidad de Dios.

Nuestros pueblos son profundamente Eucarísticos y Marianos, y guardan un valioso afecto a las celebraciones de los santos y sobre todo a las fiestas patronales que correspondan a cada parroquia.

2.3. El gran aprecio a los sacerdotes. Hay gratitud y reconocimiento por la santidad y la entrega generosa de muchos sacerdotes en una determinada comunidad parroquial lo mismo que su testimonio de vida, su trabajo apostólico y el ardor misionero.

En la gran mayoría de las diócesis se cuenta con una pastoral sacerdotal que anima a los sacerdotes a llevar una vida santa, austera, sencilla, sana y fiel a las promesas sacerdotales hechas en el día de su ordenación presbiteral.

A los sacerdotes, el Pueblo Santo de Dios no los deja solos, al contrario, hay disponibilidad generosa de muchos fieles para apoyar las iniciativas misioneras y pastorales que se presenten en la vida parroquial.

La presencia de muchos ministros responsables con una sólida formación y consagrados al servicio del Evangelio y de la Iglesia resultan de gran apoyo evangelizador y humano a los sacerdotes en cualquier comunidad.

 2.4 La abnegada labor de tantos misioneros. Se reconoce y se exalta la entrega generosa de tantos misioneros y misioneras que han pasado por nuestras tierras sembrando la semilla del Evangelio y promoviendo la salud, la educación, la cultura y la organización de los humildes y sencillos. Ellos han dejado en el corazón de los fieles la imborrable imagen de un Cristo humilde y sencillo que comparte la vida y los trabajos de obreros y campesinos.

2.5 Los esfuerzos de renovación pastoral en las parroquias. Es innegable que se han hecho esfuerzos significativos para hacer de la parroquia una estructura más ágil, creativa, audaz, organizada y misionera.

Cada vez se cuenta con personas mejor preparadas, con mayor participación con un alto grado de responsabilidad en las tareas que como bautizados están llamados a desempeñar con prontitud, entusiasmo y generosidad.

La misión de la Iglesia requiere una mayor participación de todos. Los bautizados no podemos seguir siendo espectadores pasivos de los aconteceres de la historia sin que nosotros hagamos lo que nos corresponde para transformar la rutina del desamor, el odio, la violencia y el pecado. Si bien es cierto que aún queda mucho terreno por recorrer la verdad es que el trabajo realizado nos llena de ilusión y de esperanza.

  1. 6. Estructuras más ágiles y más pastorales.

Es evidente que, en los últimos tiempos, animada por la gracia del Espíritu Santo la Iglesia se ha organizado de tal forma que pueda prestar un mejor servicio a todas las necesidades de los fieles.

Iluminada por la doctrina social se expresa una opción radical por la defensa de la vida en todos sus momentos, se ha trabajado incansablemente por el logro de la paz, se ha defendido el derecho a la libertad, a la práctica religiosa, por la construcción de un mundo más humano, más justo y más fraterno donde todos tengan la posibilidad de llevar una auténtica vida de hijos de Dios.

La Iglesia es consciente de una creciente ola de materialismo, hedonismo, consumismo y de relativismo. Sin embargo, empujada por el Espíritu Santo se enfrenta a estas realidades ofreciendo la verdad, la libertad, el amor y la plena realización de la existencia en Cristo Jesús.

  1. Las sombras que dificultan el encuentro personal con Jesucristo, en este momento histórico.

 Aunque son muchos los valores y los aspectos positivos con que cuenta nuestra Iglesia, no podemos taparnos los ojos para contemplar también la realidad de los más grandes obstáculos y de las dificultades que con frecuencia debemos afrontar como creyentes, si queremos ser fieles al Evangelio que gratuitamente nuestro Señor Jesucristo nos ha confiado.

3.1. El bajo número de sacerdotes y de religiosas para atender las diferentes tareas de la Iglesia.

3.2. El crecimiento de grupos religiosos diferentes y contrarios a la Iglesia Católica.

3.3. El alejamiento de muchos fieles católicos, sobre todo cuando asumen responsabilidades políticas, sociales y culturales.

3.4. Las dificultades para asumir un lenguaje más expresivo y significativo con los jóvenes y los niños de nuestros territorios

3.5. El relativismo moral que ha permitido que muchos fieles no logren diferenciar la verdad de la mentira y asumir las prácticas de la caridad

3.6. El miedo paralizante que impide una decidida y valiente salida misionera hacia los alejados y los indiferentes.

  PARROQUIA, COMUNIDAD DE COMUNIDADES

Informaciones atestiguan que en los últimos tiempos crece el sentimiento de soledad, de aislamiento, de exclusión, de marginación y la tendencia generalizada a encerrarse en temores y miedos provenientes de ideologías manipuladoras y catastróficas, de comunicaciones tendenciosas y pesimistas, de conceptos y de líneas de pensamiento negativas, derrotistas y manifiestamente enfermizas.

A esto se agrega la traumática experiencia dejada por la pandemia del Covid 19 que tanto efecto ha causado en los individuos y los colectivos generando grandes desequilibrios en las vidas de muchas personas.

 

A lo anterior, se pueden sumar muchas otras cosas como la inseguridad, la violencia callejera, la desconfianza entre las personas, el temor a quedar mal, el miedo a que descubran mi debilidad y muchas otras cuantas.

  1. Más comunicación menos relación.

Reconocemos que en las últimas décadas el desarrollo tecnológico en las comunicaciones ha posibilitado una amplia y asombrosa comunicación con todo el planeta.

 

La tierra se volvió una aldea global, la inmensa mayoría de la población está conectada. La radio, la televisión, el computador y el celular nos han reunido en un amplísimo auditorio al que asistimos casi todos cumpliendo cabalmente con las exigencias y los requisitos que los dueños de esos medios tengan a bien en poner sobre las masas.

Entre tanto, la gente por estar mirando los escenarios dejó de mirar a los otros e incluso se olvidó de mirarse a sí mismo. Como consecuencia de todo esto, es fácil encontrar hoy mucha gente conectada con el mundo entero pero desconectada de los vecinos y de los de su propia casa. Somos anónimos en la masa y somos una masa de anónimos.

Sin embargo, a pesar de las barreras y de los obstáculos en esta lección, se quiere hacer una propuesta que nos saque del tedio y del hastío, del individualismo y del encierro, del aislamiento y la marginación a posturas de apertura de participación, de incidencia y de asociación.

Todo esto requiere un cambio de mentalidad, un cambio de vida y un cambio de corazón. Tenemos que dejar a un lado el miedo y todos los temores infundidos y empezar un largo camino que nos permita crear confianza, tolerancia, afecto, respeto y consideración profunda por el otro.

En este sentido, creemos que por voluntad e iniciativa divina se propone al hombre contemporáneo unas instancias eclesiales que le permitan salir del anonimato, del encierro y del  individualismo a congregarse en comunidad con sentimientos de amor fraterno.

Las instancias a las que vamos a hacer mención inmediatamente, si bien están en el colectivo de las gentes, sin embargo, no se precisa su ser y su misión.

Parroquia. Aunque ya dijimos algunos aspectos sobre el ser y la misión de la parroquia en lecciones anteriores, sin embargo, digamos que antes que un espacio determinado o un determinado edificio destinado al culto, hacemos referencia al grupo de personas que experimenta el llamado de Dios para abrirse a la novedad de una vida nueva compartiendo con otros especialmente con aquellos que más sufren, por exclusión, marginación y pobreza.

Debemos mencionar que para creyentes y no creyentes el término parroquia está en el uso frecuente de las personas.

Comunidad. Se habla mucho de comunidad pero se vive poco en comunidad. Incluso se aplica este término anónimos que se reúnen haciendo uso de la virtualidad y le denominan comunidad virtual pero si se tratará de proximidad  y de presencialidad, afloraría que de comunidad no hay nada.

La palabra comunidad ha sido tan usada que ha perdido su sabor y su sustancia.

En muchos ámbitos se habla de la comunidad, refiriéndose a una masa amorfa, desorganizada y sin crecimiento.

Sin embargo, para los creyentes la comunidad es una iniciativa de Dios, en razón del amor que siente por nosotros.

La comunidad es un don de Dios para los seres humanos, para ser más personas llenas de amor, de gozo, de plenitud, de vida, de alegría y de paz. Los seres humanos no existimos para la soledad, el aislamiento y la distancia de los otros sino para vivir junto a otros y con otros, compartiendo sus sentimientos, sus penas, sus dolores, sus fatigas, sus alegrías y sus esperanzas. En comunidad se experimenta que somos hermanos, que somos familia, que somos hijos de un mismo Padre. La comunidad es real, con personas concretas, con nombres propios y con historias diversas en la que el Espíritu de Dios se hace presente dando la gracia de abrir la mente y el corazón para que se experimente una vida nueva, la vida de los hijos de Dios.

Comunidades. La parroquia debe ser generadora constante de comunidades que agrupadas en expresiones de fe como la celebración sacramental y sobre todo la celebración de la Eucaristía, el domingo que es el día del Señor, escucha con docilidad la Palabra de Dios, se deja formar como discípulo por esa palabra y se compromete a servir a los hermanos según las gracias y talentos que el Señor les haya regalado y a compartir con otros la Buena Noticia del Evangelio. Si se dan así las cosas, es fácil entender que la parroquia es comunidad de comunidades

El Documento de Aparecida. Son las conclusiones de la V Conferencia de los Obispos de América Latina que se encontraron en el Santuario de la Virgen de Aparecida patrona de Brasil, con el fin de reflexionar y proponer algunas líneas concretas para hacer frente a la amenaza de descristianización y la falta de coherencia en la vida de muchas personas de nuestro continente.

El Documento de Aparecida (DA) es muy importante porque va a señalar una ruta para sembrar y fortalecer la fe de los bautizados e insistir en la parroquia como el instrumento más práctico que permita el encuentro personal con Jesucristo, junto a otros hermanos con los que se conforma la pequeña comunidad que unida a otras pequeñas comunidades conforman una parroquia como comunidad de comunidades.

La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se realizó en mayo del 2007, desde entonces se han venido fortaleciendo las parroquias en el ejercicio de posibilidades mediante distintos sistemas del encuentro personal con Cristo y el crecimiento de los discípulos en pequeñas comunidades.

Como fruto de la acción evangelizadora que se realice en un determinado ambiente o territorio se podrá experimentar parroquias cada vez más, vivas que sean una comunidad de comunidades.

La experiencia del encuentro personal con Jesucristo. El Documento de Aparecida señala desde el número 240, el camino a recorrer en cada una de las parroquias para que todos los fieles tengan una relación personal con el Señor.

Sólo si se parte de ese encuentro personal con Jesucristo se puede esperar que las parroquias sean realmente comunidad de comunidades.

¿QUÉ ES UNA DIÓCESIS?

El tema en el que nos vamos a ocupar es muy importante pues en los tiempos actuales se pide dar razón de nuestra fe, razón de nuestra esperanza y, sobre todo, dar razones por las que los creyentes estamos vinculados a un cuerpo orgánico que animado por el Espíritu Santo genera vida, con vínculos que no son de sangre sino de amor y que nos mueve a caminar juntos como ovejas detrás de un único pastor: Cristo.

 

Nos vamos a centrar entonces en esta lección en el estudio de lo que es una Diócesis como porción de la Iglesia y lo que ella está llamada a ser entre las gentes.

 

  1. Definición: la palabra Diócesis es un vocablo tomado del latín clásico que hacía referencia a un territorio, a una administración confiada a alguien en un territorio o en últimas a un vigilante que en nombre de una autoridad cuidaba de un territorio.

 

La palabra latina a su vez proviene de una palabra griega que había sido utilizada ordinariamente en la antigüedad para referirse al administrador nombrado por el gobernante supremo para que en su nombre cuidara un territorio.

 

La Iglesia hará uso de este término y lo aplicará en los primeros siglos del cristianismo a los territorios que le habían sido asignados a un presbítero con la responsabilidad de acompañar y vigilar a las comunidades, alentándolas a permanecer fieles a la enseñanza recibida y a no dejarse perturbar por los falsos maestros y las falsas doctrinas.

 

Hacia el siglo III después de Cristo, ya es de uso común que por el término diócesis se designe al grupo de fieles de un territorio bajo la autoridad del Obispo.

 

  1. Configuración visible. El conocimiento humano requiere de evidencias. Permanentemente está reclamando signos y hechos evidentes que le permitan tocar, ver, oler, gustar y oír. Todos estos son elementos propios de nuestra naturaleza, todos ellos son necesarios y están en permanente desarrollo. Pues bien, Dios que conoce profundamente nuestra naturaleza ha querido adentrarse en nuestra historia compartiendo con nosotros desde los orígenes mismos y lo que nosotros somos como personas, familias y comunidades. De múltiples maneras Dios se ha hecho sentir para estar al alcance de los humanos, de esta manera también nosotros estamos en posibilidad de caminar junto a Dios sin sentirlo extraño, lejano o imposible para nosotros.

 

Dios se nos ha hecho visible de múltiples maneras una de ellas es la Iglesia entendida y vista como un cuerpo que se puede tocar, sentir, ver, escuchar y amar. La Iglesia es una realidad evidente y sensible para creyentes y para no creyentes. Simplemente es un hecho puesto delante de nosotros. Que nos guste o no la iglesia está ahí y es un hecho innegable de la historia.

 

  1. A ejemplo de la Encarnación. Como Dios tomó la iniciativa de hacerse uno como nosotros y acampó en medio de nosotros para la salvación de todos, de la misma manera Jesús tomó la iniciativa de quedarse entre nosotros a través de la Iglesia para que esta llegara también a todos y de esta manera a todos alcance la salvación de Dios. En este sentido la Iglesia es entonces una iniciativa amorosa de Dios en favor de la humanidad pues el querer de Dios es la salvación de todos los pueblos y para que ello acontezca la Iglesia hace presencia en medio de las culturas y los pueblos.

 

  1. Conocimiento y aceptación de la voluntad divina por parte de los creyentes. A lo largo de los siglos la Iglesia ha encontrado personas y sistemas que apuntan a eliminarla o al menos distanciarla y silenciarla. Sin embargo, en los tiempos de las más férreas persecuciones se ha hecho manifiesta la mano del Señor que guía y acompaña a su Iglesia peregrina cuando las aguas se agitan y la barca parece hundirse surge la voz del que somete las aguas y los vientos y nos invita a dejar el miedo y hacer hombres de fe. La Iglesia no es pues asunto nuestro, de ser así, ella misma se desvanecería en el tiempo pero como es asunto de Dios, Dios mismo se encargará de llevarla de la mano, purificarla y santificarla para que cumpla la misión que Él le ha concedido.
  2. El Espíritu Santo acompaña y renueva a la Iglesia. El Espíritu Santo que proviene del Padre y el Hijo y que recibe la misma adoración y gloria, ha sido dado la Iglesia como fuerza divina para que los creyentes puedan ser testigos en el mundo del amor del Padre por todos los hombres y de la salvación de todo el género humano mediante la muerte y la resurrección gloriosa de Jesucristo el Señor. LG 4. Ese mismo espíritu nos inspira hoy en cada territorio, los gestos, las actitudes, las palabras y las acciones más convenientes para que el plan de Dios con la humanidad pueda llegar a cada ser humano.

 

  1. La fidelidad del cristiano y la fidelidad de Dios en Cristo. Con el fin de garantizar la fidelidad del ser humano a todo lo que Dios le había confiado, se hizo necesario el servicio de la comunidad que en un determinado territorio y bajo el cuidado de un Obispo deberían estar atentos a todas las tergiversaciones, contaminaciones y engaños que frecuentemente aparecen en las gentes y también en los pastores.

 

Se hace necesario entonces que en cada territorio se fortaleciera la fe recibida y se garantizará la fidelidad tanto de los fieles como de los pastores. Como Dios es fiel en Cristo de la misma manera en cada territorio se debe responder con idéntica fidelidad. Así las cosas, la diócesis bajo el cuidado del Obispo es la expresión de la fidelidad de Dios en favor de los hombres, pero debe ser también la ocasión de expresar la fidelidad del pueblo de un territorio a Dios por medio de Cristo.

 

  1. Características de la iglesia diocesana. De todo lo anterior se desprende un elenco de elementos que han de caracterizar la vida eclesial en un territorio que como hemos dicho desde el principio recibe el nombre de diócesis: Entre los muchos elementos mencionemos solamente unos cuantos que pueden y deben ser complementados según las circunstancias particulares de cada territorio.

Fidelidad: la diócesis debe cuidar constantemente la integridad del depósito de la fe que nos ha sido confiado. El obispo es el primer responsable de evidenciar esa fidelidad.

 

Unidad. Que todos sean uno fue la oración de Jesús por los suyos. La unidad es fruto del amor.

 

Catolicidad. La diócesis no es una isla perdida en los confines geográficos del planeta sino una comunidad en relación a las otras comunidades del mundo en la oración en la práctica de la fe y en la atención a todas las necesidades y las esperanzas de los hombres.

 

Apostolicidad. El surgimiento de la diócesis deriva de la semilla sembrada con sangre por aquellos que en los comienzos de la Iglesia fueron testigos de la muerte y resurrección de Cristo. Ellos a su vez transmitieron y llevaron a esta misma experiencia a unos sucesores a través de los cuales nos ha llegado hasta nosotros y en este territorio ese depósito. Los sucesores de los apóstoles esto mismo que hemos recibido es lo que estamos llamados a dar en la diócesis.

 

Corresponsabilidad. Pero no sólo los obispos en la diócesis asumen la responsabilidad de mantener vigente aquello que han recibido, si no que tienen que preocuparse de formar a muchos otros para que sean estrechos colaboradores en el marco de ese mismo territorio creando los mecanismos para que cada creyente asuma la responsabilidad que le corresponde como bautizado en la Iglesia.

 

Humildad. La diócesis no es una plataforma de honor, poder, fama o de prebendas personales. Nada de eso. Todo lo contrario. Es fundamentalmente una comunidad que con sencillez y simpleza se pone al servicio del Reino de Dios.

 

Sinodalidad. La diócesis es la experiencia gozosa de caminar juntos y en comunión con los creyentes de otros territorios procurando la extensión del Reino de Dios en el corazón de los hombres y de todos los pueblos y culturas.

 

Solidaridad. La diócesis expresa su vitalidad y su madurez en el amor de Cristo en cuanto atienda a los más necesitados en el territorio y sea capaz de preocuparse de las necesidades y angustias de los hermanos en otros espacios.

 

Misionariedad. La vitalidad de una diócesis se hace manifiesta en la apertura y la proyección misionera de cada uno de sus miembros, no sólo para salir a llevar esperanza a los cercanos sino también a aquellos que por múltiples razones en los lugares más apartados no han tenido la oportunidad de recibir la luz de la fe.

 

  1. El Pueblo de Dios peregrino en un territorio. La diócesis es fundamentalmente y ante todo pueblo de Dios, por lo tanto, es Pueblo Santo, Dios hace presencia en él, con todas las expresiones y los rostros que le tipifican.

 

Más aún, Dios se hace pueblo, se vuelve peregrino con el pueblo que peregrina y se encarna en sus realidades, sus sueños, sus penas y sus trabajos. La diócesis habla de Dios a los hombres que se mueven en su territorio y Dios se hace sentir por medio de la diócesis a esos mismos hombres.

  1. El obispo centro de unidad. Se ha dicho que desde el comienzo de la Iglesia la diócesis aparece como un territorio bajo el que se procura salvaguardar la integridad de la fe que le ha sido confiada a los creyentes como regalo divino como Don de Dios. Desde esos mismos comienzos aparecieron entonces los obispos como sucesores de los apóstoles y garantes del cuidado íntegro del depósito de la fe. Los obispos son servidores de Cristo muerto y resucitado y servidores del pueblo al que deben guiar al encuentro personal con el Señor y Salvador.
  2. El arciprestazgo. Las diócesis dadas las características propias de sus gentes o de sus territorios según los espacios y los ambientes se subdividen en agrupaciones poblacionales que reciben el nombre de arciprestazgo. Esta agrupación poblacional toma mayor fuerza en cuanto más organizada sea la evangelización y la pastoral de una diócesis.

 

  1. La parroquia. Es la célula fundamental de la estructura diocesana que permite que los fieles sean atendidos de la mejor manera en los ambientes más cercanos a donde transcurre su existencia, creciendo en santidad de vida y posibilitando que otros se acerquen a Cristo, lo conozcan lo amen, lo sirvan y lo sigan.

 

  1. La diócesis y la misión. Finalmente, el Documento de la Conferencia General de la Episcopado Latinoamericano en mayo del 2007 en Aparecida, Brasil, en el número 167 nos dice: La diócesis debe renovarse constantemente en su vida y en su ardor misionero. En la realidad concreta de la diócesis el creyente además de hacer la experiencia del encuentro con Jesucristo vivo, crece en su fe, la madura y descubre la riqueza y la gracia de ser misionero para anunciar a Cristo con alegría en el entorno donde se encuentre.

¿PARA QUÉ ES LA IGLESIA?

Mayo 2023

 

En un mundo y en una cultura caracterizados por el miedo, la tristeza, la desilusión, la desesperación y la pérdida de toda esperanza aparece la Iglesia como responsable de ofrecer en nombre de Dios y por la gracia del Espíritu Santo, las razones que animen y den sentido a la vida de los hombres y de los pueblos. En este sentido, nos vamos a ocupar en esta lección de considerar algunos puntos que se consideran fundamentales en el quehacer de la Iglesia y por lo tanto de las Diócesis, pero sobre todo de cada parroquia.

 

  1. La Iglesia y la parroquia son para dar gozo y esperanza. Jesucristo al presentarse en la sinagoga de Nazaret afirmaba que Él era la buena noticia, la buena nueva de la salvación para los pobres. Él era el portador del gozo y la esperanza para quienes estaban padeciendo por múltiples razones. Él era la esperanza de quienes no eran tenidos en cuenta, no valían ante la cultura y la sociedad, los que eran excluidos y marginados, los enfermos, los cojos y los lisiados.

 

Jesús llena plenamente los vacíos del corazón de los hombres, ofrece la misericordia de Dios Padre, forma y envía a los que están con Él para que continúen siendo el gozo y la esperanza de las gentes.  Cada uno de nosotros debe ser gozo y esperanza en los distintos lugares y ambientes donde se encuentra, para ser fieles al mandato de Jesucristo. Cada creyente debe ofrecer en nombre de Cristo, lo que Cristo ofreció a los pobres, a los marginados y a los excluidos: el gozo, la alegría, la paz y la esperanza. Nos anima y nos acompaña el poder del Espíritu Santo que el Resucitado ha enviado sobre los apóstoles y sobre la Iglesia.
La Santísima Virgen María que es el modelo de la vida de un creyente nos  enseña cómo se debe ser portador de la alegría para los demás así como ella lo hace cuando visita a su prima Isabel, o portadora de esperanza como ella lo hace acompañando y fortaleciendo a los discípulos en la oración, mientras esperaban confiadamente la venida del Pentecostés para que los discípulos sin miedo salieran a proclamar por las calles de Jerusalén y por todas las aldeas de la región que Jesús había sido crucificado y que Jesús había resucitado de entre los muertos. En este sentido la parroquia a ejemplo de la santísima Virgen María y de los apóstoles debe poner todo su empeño en llenar la vida de los hombres de gozo y de esperanza.

 

  1. Ser luz y sal. La iglesia tiene la enorme responsabilidad de iluminar las conciencias los corazones y las vidas de las gentes, de las familias y de los pueblos, pero también debe garantizar el cuidado y la protección ante los riesgos que la amenazan. ¿Para qué sirve la sal si pierde su sabor? ¡ya no sirve para nada! Del mismo modo si el creyente pierde su esencia en la familia, el trabajo, la calle y la sociedad no podrá dar sabor, ni podrá ser portador de luz en un mundo que le ha perdido el sabor a todo y que ha preferido vivir en tinieblas de destrucción y de muerte.

 

En medio de esa realidad, cada parroquia debe ser un faro luminoso que crea sueños y fábrica ilusiones, que anima y fortalece la esperanza suscitando necesariamente en el corazón de todo bautizado, cantos de júbilo de gozo, de paz y de esperanza.  Nos movemos en torno a una promesa que tiene cumplimiento, de ahí que los creyentes peregrinamos con la certeza de una esperanza y eso llena de gozo nuestro corazón.

 

La Parroquia debe ser la Iglesia en medio de las casas que anima, fortalece el gozo y la esperanza de los fieles; así se da cumplimiento a lo que el Señor quiere de cada uno de nosotros: que seamos gozo y esperanza para todos los pueblos, especialmente para aquellos que hace tiempo perdieron el gozo y que han caído en el desespero.

 

  1. Anunciar el Evangelio. Cristo el Señor resucitado ha confiado a la Iglesia la enorme responsabilidad de anunciar la Buena Nueva a toda la gente (Mt 28, 19). Impulsada por el Espíritu Santo, esa misma Iglesia desde el comienzo de la historia se dio a la tarea no solamente de hacerlo en Jerusalén o en Samaria o en la Galilea, sino de ir a otras culturas como la cultura de los griegos y posteriormente al mundo romano. La Iglesia nunca ha dejado de anunciar el Evangelio, más aún, en la actualidad se hacen todos los esfuerzos para que en esta nueva cultura se pueda incultural el Evangelio con audacia y creatividad.  La parroquia debe llevar a cabo esta tarea sin resistencias, ni aplazamientos.

 

  1. Formar discípulos. La Iglesia es para formar discípulos de Cristo. Este discipulado debe hacerse con el mismo modelo pedagógico que vivió Jesús. Debe poner todas sus fuerzas y todo empeño en formar discípulos en los sectores, en las veredas y los caseríos. Esta formación de discípulos debe hacerse de manera sistemática y en un ambiente de comunidad. Implica una generosa escucha de la Palabra, un ponerse a los pies del maestro con una alta dosis de humildad y con la sencillez de quien experimenta la alegría que nace de la misericordia divina por el llamado a ser discípulo de Cristo. Ser discípulo de Cristo es un privilegio extraordinario que nos obliga a vivir llenos de alegría y a procurar en los demás esta experiencia.  Se requiere en consecuencia que cada parroquia sea una escuela donde se forman los discípulos de Jesús.

 

  1. Ir a todas las gentes. La Iglesia tiene el encargo de ir a todos los pueblos de la tierra anunciando la Buena Nueva de la salvación. La parroquia, por lo tanto, debe preparar y enviar fieles de la propia comunidad para compartir la experiencia del encuentro personal con Cristo con otras comunidades parroquiales, con familias, compañeros de trabajo, etc.

 

  1. Otras tareas. Además de evangelizar y de formar discípulos también corresponde a la Iglesia velar por la atención de los más necesitados: pobres, enfermos, viudas, huérfanos y migrantes. Cada parroquia debe favorecer la atención preferencial de los más pobres, debe favorecer la fraternidad universal y la promoción y cooperación con todas las causas que promuevan el cuidado de la casa común y el respeto de la dignidad humana.

 

 

LA PARROQUIA AL SERVICIO DEL ENCUENTRO CON CRISTO

Tema 3: ¿QUE ES LA IGLESIA?

Abril 2023

Hablar de identidad es habitual entre nosotros. Cuando se le pide a una persona que se identifique, de inmediato entrega la cédula, el pasaporte o algún otro documento que testifica que el portador del mismo es él y no otro.

 

Algo así, podemos decir también de la Iglesia. En las últimas décadas ha hecho esfuerzos para mostrar con toda claridad cuál es su identidad más profunda, cuál es su naturaleza, su origen y su constitución. En esta lección nos vamos a ocupar de ello y en la siguiente nos ocuparemos de la misión de la Iglesia en el mundo y en la historia. Les animo, queridos hermanos: a dejarnos iluminar por la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II y por las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia en los últimos años.

 

  1. Cuerpo de Cristo. La Sagrada Escritura nos enseña que Cristo es la cabeza vinculada a un cuerpo. Ese cuerpo, es la Iglesia que Cristo mismo instituyó y se vinculó a ella a precio de su propia sangre.

 

El cuerpo sin la cabeza no tiene vida, sería un monstruo. Igual la comunidad creyente, si no se centra en Cristo y lo tiene por cabeza, no tiene identidad, se vuelve una ONG, o una asociación de cualquier índole o una élite que se beneficia del sentimiento religioso de los más humildes y sencillos. En tales circunstancias, se hace necesario que la Iglesia se centre en Cristo y viviendo en él, enseñe sus credenciales al hombre y a la cultura de este tiempo.

 

  1. El Pueblo Santo de Dios. Desde la antigüedad Dios formó un pueblo con el que estableció una ALIANZA: “USTEDES SERÁN MI PUEBLO Y YO SERÉ SU DIOS” Jr 7,23 para que los demás pueblos de la tierra conozcan quien es el único Dios vivo, verdadero y santo.

 

Sin embargo, a pesar de todas las acciones de Dios, el pueblo no guardó la Alianza Sagrada y siguió a otros falsos dioses.

 

Jesucristo establece con su sacrificio en la cruz una NUEVA ALIANZA con un NUEVO PUEBLO. Ese nuevo pueblo es la IGLESIA constituida para que a ejemplo de Cristo sea luz de las naciones. Por eso la Iglesia, es el pueblo santo de Dios llamada a santificar a todos los demás pueblos, culturas y ambientes.

 

  1. Misterio de Cristo. La palabra misterio, es un término griego que se traduce por mostrar o dejar ver algo de ALGUIEN. En este sentido, la Iglesia es para dejar ver en cada una de sus acciones y gestos la fuerza operativa y salvífica de Jesús. Así como Cristo nos muestra el rostro del Padre de los cielos, del mismo modo la Iglesia nos muestra el rostro de Cristo compasivo y misericordioso.

 

  1. Sacramento de Cristo. Lo que dijimos de la Iglesia como misterio de Cristo, se aplica también para la Iglesia en cuanto sacramento de Cristo.

 

El sacramento es algo visible que expresa lo divino., Es decir, algo que muestra y expresa la presencia de Dios en la persona de Cristo. No se trata de algo mágico sino de la presencia divina.

 

La Iglesia es sacramento porque es presencia de CRISTO VIVO Y ACTUANTE en favor de cada uno de nosotros.

 

  1. Pueblo peregrino. La iglesia se descubre como un pueblo en camino. Su destino no está aquí. Somos extranjeros, la tierra prometida no está aquí ni depende de nosotros ni de nuestra inteligencia ni de nuestras fuerzas. Es un don de Dios, es un regalo que nos anima a caminar sin apegarnos a nada ni a nadie, sólo a caminar agarrados de la mano del Señor que es nuestro único Dios, él nos conduce hacia su morada santa.

 

  1. Los ministerios en la Iglesia. La palabra ministerio significa servicio. El querer de Cristo, es que todos en su iglesia seamos servidores los unos de los otros. Cristo mismo nos ha dado el ejemplo del servicio cuando estando sentado a la mesa: “tomó agua y en condición de esclavo se puso a lavar los pies de los discípulos y les pidió que también ellos fueran servidores de los demás a ejemplo suyo”. (Jr 13,34) San Pablo nos dice que de la misma manera que los órganos prestan dispersos servicios al cuerpo de la misma manera también los bautizados deben prestar distintos servicios en la comunidad creyente. El ojo tiene una función distinta a la del oído y estos dos distinta a la de la boca o la de la nariz. Del mismo modo en la Iglesia y concretamente en la parroquia, cada persona debe tener un servicio diferente que extienda el reino de Dios.

 

  1. La Iglesia Santificante, la purgante y la peregrinante. La teología con base en la Sagrada Escritura nos enseña que la Iglesia, Pueblo Santo de Dios, es una comunidad en la que los santos, sumados a aquellos que ya murieron pero que deben ser purificados en la sangre del cordero antes de pasar a la mesa del banquete se suman a un canto de alabanza en el que se glorifica al Señor y se le sirve por toda la eternidad al tiempo que se disfruta de su Santa presencia. Quienes ya gozan de este estado son los santos y quienes están encaminados a tal beneficio son los que están purgando sus pecados. La Iglesia peregrinante somos nosotros, los que caminamos en este mundo.

 

  1. Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica. La teología enseña que la Iglesia tiene cuatro notas que la particularizan y la caracterizan. La unidad porque ella es el cuerpo único de la única cabeza que es Cristo.

La Iglesia es santa porque ha sido liberada de todo pecado por la sangre del Señor en la cruz. Es católica porque por mandato del Señor debe ir a todo el mundo para anunciar la buena nueva de la salvación. Y es apostólica porque está edificada y se esfuerza por mantener la unidad de la fe que nos han transmitido los apóstoles que vivieron la experiencia de la muerte y resurrección gloriosa del Señor por la acción del Espíritu Santo.

 

LA PARROQUIA AL SERVICIO DEL ENCUENTRO CON CRISTO

Tema 2.  ¿PARA QUÉ ES LA PARROQUIA?

Marzo 2023

La parroquia fundamentalmente es un rostro de la iglesia que agrupa a un número de fieles procurando llevarlos a la madurez de la fe.

En este sentido, si la parroquia es una parte de la iglesia, nos preguntamos en esta ocasión, ¿cuál es la misión que debe llevar a cabo la iglesia y por lo tanto la parroquia para que Jesucristo sea conocido, amado, seguido, servido y celebrado?

En otras palabras, nos vamos a ocupar de analizar ¿para qué es la parroquia en medio de las gentes?

Consideremos brevemente los siguientes aspectos:

  1. Anunciar a Jesucristo y promover el encuentro personal con él. La parroquia como parte de la iglesia tiene como tarea fundamental y exclusiva anunciar y presentar a Jesucristo como el hijo único de Dios, que por nosotros murió y por nosotros resucitó.

Este anuncio conlleva necesariamente a promover mediante diversas posibilidades el encuentro personal con el Señor Resucitado.

Toda esta actividad constante, organizada y permanente es lo que la iglesia llama EVANGELIZAR.

La parroquia es pues para evangelizar y nada puede entretener ni obstaculizar esta tarea fundamental que da identidad y vitalidad a los fieles de una parroquia.

  1. Para formar discípulos misioneros. La parroquia constituida para anunciar y posibilitar el encuentro personal con Jesucristo debe ser también una escuela donde los discípulos se colocan al pie del maestro con la disposición del corazón para escucharlo y dejar que sus enseñanzas penetren su existencia.

Será fundamental posibilitar que cada parroquia escuche la palabra del Señor, la responda y se deje formar humildemente por ella.

No se puede ser discípulo de Jesús si no escuchamos su Palabra nos dejamos formar por ella y hacemos la tarea que nos corresponde como bautizados en el mundo.

  1. Para vivir la fe en pequeñas comunidades. La parroquia es para formar gradual y pacientemente a quienes se van formando como discípulos y animados y fortalecidos por el espíritu santo experimentan la urgencia de vivir la experiencia de la fe compartiéndola con otras hermanas y hermanos que están viviendo la misma experiencia. Estas personas se reúnen semanalmente para la oración, la escucha Y la resonancia de la palabra de Dios, la catequesis, la solidaridad y la oración de los unos por los otros.

Esas pequeñas comunidades se congregan semanalmente en una de las casas del sector o de la vereda durante una hora y media aproximadamente.

La pequeña comunidad es un verdadero regalo de Dios para las personas y es el oxígeno que da vida a la parroquia. Cuantas más pequeñas comunidades se vayan organizando en la parroquia, más viva será esa parte de la iglesia.

  1. Promover la comunión entre las comunidades. La parroquia es también para favorecer la comunión entre las pequeñas comunidades que se van formando como fruto del encuentro personal con Jesucristo y de las reuniones en las casas de las familias.

Son muchos los medios y los recursos que pueden ser utilizados para facilitar la comunión. Entre muchas otras resaltamos las celebraciones litúrgicas, obras en favor de los más pobres y necesitados, el apoyo misionero a una parroquia vecina, la capacitación de personas para afrontar el trabajo, bolsas de empleo, bancos de alimentos, brigadas de salud, actos culturales, festivales deportivos, apertura de hospitales, costureros, etc,.

  1. Acompañar otros procesos de fe y vincularlos en el camino. La parroquia no es un club para algunos selectos y distantes sino la casa de puertas abiertas para todos. En ella caben todos y en ella se han de sentir todos como en su casa. Para posibilitar tal ambiente se hace necesario que la parroquia acepte los procesos de fe que el Espíritu Santo suscita en carismas específicos y en otros grupos y movimientos apostólicos.

Se hace necesario reconocer que ellos también viven con frecuencia sus propios procesos de formación de discipulado y de encuentro personal con el Señor. Por lo tanto, la parroquia antes que excluir o parcializar debe incluir y facilitar el acompañamiento y la vinculación de esos otros carismas grupos y movimientos apostólicos en determinadas celebraciones y actividades comunitarias.

  1. Celebrar la fe de los fieles. Un aspecto esencial que debe ser cuidadosamente atendido es el relacionado con la celebración gozosa de la fe de las comunidades.

La parroquia debe ser ejemplar en el modo celebrativo especialmente de la eucaristía y de cada uno de los sacramentos. Quiénes han experimentado el gozo del encuentro personal con Jesucristo serán los primeros en celebrar el acontecimiento salvífico en torno a Cristo vivo que se hace presente en medio de nosotros en las acciones litúrgicas que se celebran en los sectores en las veredas Y de modo especial los domingos en el templo parroquial.

Los discípulos misioneros ya no serán espectadores de las celebraciones sino partícipes gozosos de las mismas.

Los signos los gestos las palabras la música las posturas y los silencios tendrán sentido y quién participa en la celebración los vivirá con respeto con entusiasmo y con inmenso amor.

La celebración litúrgica debe llenar el corazón y sea de constituir en un signo evangelizador y provocativo para quienes miran a distancia y con recelo la fe de los seguidores de Jesús.

  1. Atender preferencialmente a los más pobres a los enfermos y a los necesitados. La parroquia debe ser un hospital de misericordia. Las pequeñas comunidades no son ajenas ni indiferentes al sufrimiento de la inmensa mayoría de personas que no tienen pan, techo, trabajo, estudio, salud, afecto, paz ni hogar.

En la parroquia todos estamos llamados y somos responsables del servicio a los más necesitados y todos deben ejercer con generosidad y entusiasmo este servicio como una muestra de conversión de vida y de amor al prójimo.

Atender a los pobres no es opcional si no un principio fundamental que constituye la esencia misma de nuestra fe. No podemos decir que tenemos fe si no tenemos obras. La fe sin obras no tiene sentido. La fe crece y se purifica con las obras de caridad.

  1. Salir a los sectores veredas caseríos y otros espacios para anunciar a Jesucristo. La parroquia es para anunciar a Jesucristo y posibilitar que todos se encuentren personalmente con él. Para llevar a cabo esta tarea se hace necesario que la parroquia entre en un ambiente permanente de misión que la parroquia se declare en misión en salida constante, intentando llegar a todos con la intención de presentarles la atrayente persona de Jesús y de llevarlos a él para que lo conozcan lo amen y lo sigan.

La parroquia debe posibilitar la organización y ejecución de la actividad misionera de tal manera que se llegue a cubrir todos los sectores las veredas y los cascos poblacionales con el anuncio del Evangelio y la convocatoria a casas de reunión donde aquellos que experimenten la gracia de la fe se seguirán reuniendo semanalmente para vivir la oración el encuentro con la palabra de Dios la catequesis, la edificación espiritual y la oración de los unos por los otros.

Una parroquia evangelizada es por naturaleza una parroquia evangelizadora. 

 

 

LA PARROQUIA AL SERVICIO DEL ENCUENTRO CON CRISTO.
Tema 1.
¿QUÉ ES LA PARROQUIA?

Febrero
2023

Hemos empezado a profundizar en este estudio el tema de la parroquia para que como creyentes tengamos claridad sobre su ser y su misión en la tarea evangelizadora de la Iglesia en las actuales circunstancias.

Con frecuencia, hablamos de parroquia, pero lo hacemos dando uso a un vago concepto del que, con frecuencia, los mismos creyentes no tenemos mayor claridad.

A lo largo de todo este año y teniendo en cuenta que la Diócesis de Garagoa, quiere impulsar una transformación de las parroquias, consideramos conveniente que también nosotros los que estamos comprometidos con la Obra de la Iglesia, nos interesemos en conocer la identidad de nuestra parroquia.

1. Definición: la palabra parroquia tiene su origen en dos términos griegos que significan casas cercanas o casas vecinas. Así las cosas, la palabra parroquia expresa simplemente un vecindario o pequeños grupos de familias que se establecen en ciertos territorios en razón de su protección del cuidado de sus vidas de la alimentación y del trabajo.

Las primeras comunidades cristianas. En los caseríos, en los pequeños poblados y también en las ciudades de numerosa población llegaron los discípulos de Jesús y con el poder del Espíritu Santo, proclamaron el Kerigma, es decir, que Cristo murió y resucitó, y ha sido glorificado. Esos vecinos que reciben de buena fe, el anuncio de los misioneros, empiezan a reunirse en una de sus casas, acoge a los que viven cerca, se congregan para la escucha de la Palabra, la enseñanza, la fracción del pan y la solidaridad con los más necesitados. Comienza a nacer así entonces la parroquia cristiana, el vecindario de los creyentes en Cristo.

2. Los párrocos. Las comunidades de creyentes en Cristo, necesitan un prontamente de alguien que les acompañara y les instruyera firmemente en la fe. Los evangelizadores respondiendo a esta necesidad guiados por el Espíritu Santo, tuvieron el cuidado de escoger dentro de los mismos creyentes varones de probada virtud, maduros en la fe, les impusieron las manos para que por el poder del Espíritu Santo cuidaran de las comunidades, garantizarán la integridad la fe recibida y fomentarán la comunión con las iglesias. vecinas.

3. Los transeúntes. En los primeros siglos de la iglesia dadas las circunstancias de miles de personas cuyo trabajo fundamentalmente era el cuidado de rebaños, les obligaba a vivir en permanente desplazamiento, por lo tanto, habían recibido la fe pero no podían permanecer en una comunidad parroquial.
Estos grupos numerosos de personas animados por los “parter familiae”, es decir,  abuelos o padres de familia, procuraban mantener la fe recibida y transmitirla a sus hijos y a sus nietos mientras iban de camino y cuidaban sus rebaños. Realmente eran pequeñas parroquias sin territorio y en movimiento.

4. Los cultivadores de la tierra. La mayoría de la población se dedicó al cultivo de la tierra y se estableció en territorios que contaran con la facilidad, no solamente de los cultivos, sino también de sus viviendas, fabricaron casas y se asociaron casi siempre con otros familiares con los que vinieron a constituir pequeños territorios habitables. La fe de esos pobladores hizo que en poco tiempo esos territorios se constituyeran en parroquias bajo el cuidado de un párroco.  Durante muchos años este fue el modelo dominante de la parroquia, es decir, fieles habitaban el campo y en consecuencia la parroquia se adaptó al ambiente rural.

5. Los templos parroquiales. Como es apenas lógico la fe y las devociones de los creyentes posibilitaron la construcción de unos espacios comunitarios que consagraron a Dios y los dedicaron a las celebraciones y a las prácticas religiosas.

Los templos, muchos de ellos grandes y bellos, se convirtieron en la identidad de la población creyente y terminaron confundiéndose con el concepto de parroquia. Este es quizás el concepto más difundido y presente, aún hoy, entre nosotros.
Recuperar el sentido original.

En la reflexión de las últimas décadas la iglesia ha estado insistiendo y ha procurado recuperar el rostro original de la parroquia como comunidad de creyentes en Cristo muerto y resucitado que viven en comunidad celebran la fe congregándose especialmente los domingos en el templo y extienden el ambiente parroquial en las casas de las familias, en las empresas, en las fincas y en los demás ambientes y espacios donde hacen la vida los creyentes.

6. Parroquia en conversión. Abrirnos a la gracia del Espíritu Santo aceptar el llamado de la iglesia y ser generosos para posibilitar un cambio de corazón y de estructuras nos permiten mirar con esperanza la nueva identidad de la parroquia en los tiempos presentes.

Solo mediante una sincera conversión parroquial será posible vivir la experiencia de tener a Dios por Padre y de vivir fraternalmente como hijos de ese Padre, en este sentido, la parroquia es la familia de los hijos de Dios que viven como hermanos, bajo el cuidado de un hermano presbítero que en comunión con la iglesia camina con sus hermanos en el sendero de la Santidad.La adecuación a nuevas realidades.  Los rápidos cambios de la historia y de la cultura suscitan que el esquema de la parroquia rural y territorial hayan sido superados. Nos desborda una nueva realidad a la que tenemos que atender con creatividad y con audacia iluminados por el Espíritu Santo para poder llegar a todos los ambientes donde por múltiples circunstancias está la gente: transporte, trabajo, deporte, entretenimiento, medios de comunicación, entre otros.

Que la Virgen María nos ayude a afrontar sin miedo este inmenso desafío. 

 

LA PARROQUIA AL SERVICIO DEL ENCUENTRO CON CRISTO.

INTRODUCCIÓN.

El saludo, la paz y la bendición para todos en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Con el deseo de continuar la formación y la reflexión de los que han sido llamados a servir al Evangelio en la Iglesia de nuestro tiempo, nos proponemos en las siguientes lecciones y de acuerdo con el tema señalado por la Diócesis de Garagoa, profundizar la realidad parroquial como elemento fundamental para el ENCUENTRO PERSONAL Y COMUNITARIO CON CRISTO.

La parroquia con sus múltiples facetas, sus ricos elementos, sus distintas configuraciones, sus constantes variables y su misión en la cultura de nuestro tiempo requiere ser considerada y revisada bajo la guía del Espíritu Santo a lo largo de todo este año, de tal manera que podamos evaluar sí se está llevando a cabo la misión que le es propia en medio de las gentes o debe proyectar y programar nuevas y urgentes adiciones para cumplir la misión de Cristo.

La parroquia se inserta en el plan salvífico de Dios. En efecto, Dios tiene un plan de salvación con todo el género humano. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. (1Tm 2,4). Así las cosas, la parroquia debe estar al servicio de la voluntad de Dios que no es otra que salvar al género humano, es decir, que todos los hombres lo conozcan, lo amen, lo sigan, lo glorifiquen y lo sirvan en los más pobres y en los más necesitados.

Se hace necesario entonces que la parroquia conozca y tenga muy claro que desde el comienzo mismo de la obra creadora “Dios que es amor” (1Jn 4,7), ha posibilitado el encuentro con el hombre porque el amor es ante todo encuentro.

Hablar de historia de la salvación es ante todo hablar de un Dios que busca afanosamente el encuentro con el hombre y de los hombres entre sí. En otras palabras, que nos dejemos amar, que le respondamos con amor y que nos amemos entre nosotros.

El libro del Génesis nos cuenta que, en el comienzo, “Dios bajó al Edén para encontrarse con el hombre, pero éste en cuanto sintió los pasos de Dios en el jardín se escondió”. Había pecado, sintió miedo y no estuvo dispuesto para el encuentro con Dios. (Cfr Gn 3, 8).

Sin embargo, aunque el hombre se escondió, Dios no lo abandonó en su causa, al contrario, compadecido le tendió la mano y lo buscó y le habló. Ésta precisamente ha sido la constante de Dios a lo largo de toda la historia. Dios ha insistido en la búsqueda del hombre y con el cariño y la ternura que siente un padre por sus hijos, ha salido a nuestro encuentro aún en aquellos tiempos en los que hemos intentado escondernos lo más lejos posible de Dios. (Cfr Sal. 103)

Toda la larga historia de la salvación es una ininterrumpida cadena de palabras, acontecimientos, gestos y detalles con los que Dios sale al encuentro del hombre y de todos los hombres. Esa larga historia de salvación y de amor en la que está inserta la parroquia ha sido presentada por parte de los doctores y maestros de la Iglesia en una serie de etapas en las que se registra con toda claridad y precisión la acción de Dios en favor de los hombres.

Conviene que para nuestra temática de la parroquia conozcamos o recordemos de modo breve cuáles han sido las principales acciones de Dios a lo largo de la historia y en las que ha revelado todo su amor en favor nuestro.

  1. Los orígenes.
  2. Los Patriarcas.
  3. El Éxodo.
  4. La conquista de la tierra prometida.
  5. Los reyes de Israel.
  6. La división del reino de Israel.
  7. Los grandes profetas y el llamado a la conversión.
  8. El destierro y el exilio.
  9. El regreso a la tierra prometida.
  10. Israel sometido por los Griegos y los Romanos.

En cada uno de estos momentos y a lo largo de muchos siglos, Dios salió al encuentro del hombre, quiso rescatarlo, liberarlo de toda esclavitud, mantener fielmente su alianza y mostrar su amor perpetuamente.

El momento culminante y determinante de toda la historia de la salvación lo ha posibilitado Dios con el nacimiento de Jesús en Belén de Judea. Dios se ha hecho hombre y ha venido personalmente a encontrar al hombre que estaba sometido a la esclavitud del pecado. Dios en persona ha venido a salvarnos.

Jesús es el encuentro definitivo de Dios con el hombre y el puente para el encuentro del hombre con Dios. Esta es la etapa fundamental de toda la historia de la salvación. Dios ha revelado todo su amor en favor del hombre en la persona de Jesucristo.

Jesús ha venido a mostrarnos y a hacernos sentir el amor de Dios nuestro Padre. En Jesús, Dios sale al encuentro del hombre y en Jesús el hombre se encuentra con Dios. Sí como hemos dicho el amor es encuentro, entonces Jesucristo es el amor de Dios para el encuentro con todos los hombres.  Es precisamente en este sentido que la parroquia debe estar al servicio del encuentro con Cristo para que cada ser humano experimente el amor de Dios.

Jesús inaugura una etapa nueva y definitiva en la historia de la salvación. Con su vida, con su muerte en la cruz y con su gloriosa resurrección de entre los muertos, Jesús nos ha adentrado en el corazón de Dios y desde entonces, Dios por Jesús resucitado vive permanentemente entre nosotros. De esta manera, en Cristo muerto y resucitado se manifiesta el anhelado encuentro de Dios con el hombre y del hombre con Dios.

Ahora bien, Jesús se dio también a la tarea de formar unos discípulos y amigos cercanos que a ejemplo y a modo del antiguo Israel se constituyera en un pueblo nuevo que fuera salvación y bendición de todas las naciones.

A esos discípulos suyos Jesús los formó pacientemente y les manifestó todo el amor de Dios. A pesar de la resistencia, del miedo y la traición, Jesús no los abandono, sino que después de la resurrección, compadecido los llama de nuevo, los llena del Don del Espíritu Santo y les encarga de ir a todas las naciones contando lo que han visto y oído. (Cfr. Lc 7,22).

A partir de entonces, el Espíritu Santo se constituye en el protagonista de la historia que deben empezar a realizar los discípulos de Jesús en medio de los pueblos. Gracias a ese Espíritu Santo los discípulos comienzan a llevar a cabo la tarea que les ha sido encomendada en medio de hostilidad, rencores y muerte.

Los discípulos son llevados a distintos lugares empujados por el Espíritu Santo.  Allí anuncian el kerigma de la salvación: que Cristo murió y resucitó para librarnos del pecado y de la muerte y permitir de esta manera que Dios se encuentre con nosotros y nosotros con Él.

Estos discípulos a medida que fueron haciendo pequeñas comunidades locales se preocuparon por dejar al frente de ellas a algunos varones probados en la fe a los que se les llamo obispos a los cuales prontamente se les responsabilizó de una porción que se llamó diócesis. Entretanto a los vecinos más cercanos se les puso bajo el cuidado y la animación de los presbíteros a los que a su vez se les asignó una porción de personas bajo el nombre de parroquia.

Como vemos la parroquia está inserta en el plan salvífico de Dios. Tiene la tarea de posibilitar el encuentro de Cristo con los hombres y de llevar a los fieles al encuentro con Cristo.

Sin duda, que la parroquia a lo largo de todos estos siglos ha vivido grandes transformaciones. Nos corresponde a nosotros intentar discernir que pide Dios a la parroquia de nuestro tiempo para que esté al servicio del encuentro con Cristo.