LOS PRIMEROS SIGLOS DE LA IGLESIA Y LOS POBRES
Octubre 2024
Los comienzos de la Iglesia se dieron en medio de persecuciones y martirios, las pequeñas comunidades fueron expulsadas, hombres y mujeres torturados y en razón de la fe, muchos de ellos fueron sometidos al escarnio público y a la muerte.
A medida que esto acontece, los huérfanos, las viudas y las personas desposeídas aumentaban en razón de la fe, las comunidades cristianas no podían ser ajenas a este sufrimiento y en fidelidad al mandato recibido de Jesús no solamente crecía ni fortalecen su experiencia de fe, sino que aumentaba también la generosidad entre los unos y los otros, y la preocupación fundamental para que aquellos víctimas de las persecuciones, los desplazamientos, la orfandad y la soledad fueran atendidos en sus necesidades básicas; de ahí que son muchas las manifestaciones y los testimonios de la vida de la Iglesia y de la preocupación de las pequeñas comunidades nacientes por aquellos más necesitados.
Los sucesores de los Apóstoles llamados los padres de la Iglesia en varios de los escritos, en las homilías y en cartas a distintos destinatarios, señalan la obligación primaria que tienen que tener los creyentes en la atención de los más pobres. En este sentido, son muchos los datos que se tienen que dan certeza, a la preocupación de la Iglesia de los primeros siglos por atender a los pobres.
Podemos afirmar que la Iglesia y los pobres desde los mismos comienzos han estado estrechamente vinculados. Veamos algunos entre muchos otros, que se pueden resaltar por el legado dejado a la Iglesia en razón de la vehemencia con la que han asumido la causa de los pobres, estos son apenas una muestra de la rica experiencia, de la manera generosa como la Iglesia de los primeros siglos se ocupó de los más pobres.
Comencemos con San Lorenzo diácono, mártir y amigo de los pobres, quien fue torturado y martirizado por argumentar que la riqueza de la Iglesia son los pobres.
En efecto, como diácono responsable de cuidar lo que se recaudaba para los pobres fue acusado por las milicias Romanas, no sólo de traidor por no adorar la religión del estado, sino además, por ser sospechoso de acumular riquezas. Por este motivo fue arrestado y obligado a mostrar donde guardaba los tesoros.
Hábilmente este diácono llevó a los que lo había capturado a los barrios de Roma para enseñarles donde se guardaban los tesoros, al llegar al barrio, comenzó a llamar a los pobres y estos acudieron presurosos a él porque lo conocían y le tenían toda la confianza, más aún, por qué lo amaban. Las milicias al verse burladas procedieron a ejecutar al diácono Lorenzo. En las actas de los mártires se puede leer lo siguiente “resulta conmovedor y al mismo tiempo edificante el testimonio y el valor de este diácono, realmente la Iglesia encuentra en los pobres su mayor tesoro”.
Veamos ahora a San Ambrosio de Milán. San Ambrosio era un abogado que se destacaba por su fe y por su santidad de vida, a tal punto que, llegó a ser obispo de Milán al norte de la península Italiana. Un hombre sabio, muy prudente, muy elocuente, varios de sus escritos están llenos de sabiduría y de espiritualidad, destaca de modo especial una inmensa preocupación por los más pobres, enseña a las comunidades como los pobres son el rostro de Cristo y la salvación de los creyentes estará fundamentada en el trato que se le dé a esos que más sufren.
No se puede ser cristiano desconociendo el dolor y el sufrimiento de los pobres, no se puede ser cristiano si no se atiende prontamente sus necesidades.
El encuentro con San Ambrosio nos permite también a nosotros, fortalecer nuestro compromiso y corroborar que la Iglesia a lo largo de la historia, ha tenido en su pensamiento y en su obrar la caridad como preocupación fundamental.Ser creyente significa atender de modo especial y privilegiado a los más pobres.
Observemos ahora a San Juan Crisóstomo, éste es uno de los llamados padres de oriente, era monje de Antioquía y fue nombrado patriarca de Constantinopla. Un hombre santo y un hombre sabio, sus predicaciones son famosas y sus escritos abundantes. Se le llama boca de oro, eso significa Crisóstomo. Es un santo obispo, que asume con mucha fortaleza la defensa de los más pobres, asunto este que le traerá grandes problemas.
San Juan Crisóstomo al llegar a Constantinopla encuentra que se están dando vicios en la comunidad semejantes a los señalados por San Pablo, en las asambleas no se da el mismo trato a los ricos que a los pobres, más aún, al emperador se le tiene puesto reservado y a su mujer y desafortunadamente no son un modelo de creyentes para el pueblo que rigen.
San Juan Crisóstomo va a defender que en las celebraciones todos son hermanos, todos son hijos de Dios, pero que a todos también les obliga llevar una vida moral digna de ser cristianos, cosa que no acontece con el emperador y la emperatriz. San Juan Crisóstomo además, va a ser muy claro con los creyentes, los pobres tienen necesidad y no está bien que un creyente tenga cosas guardadas que en justicia corresponden a aquellos que las necesitan. San Juan Crisóstomo, nos muestra que la Iglesia a lo largo de la historia ha sido profética en la defensa de los más pobres.
Otros pensamientos similares se pueden recoger de San Basilio, de Gregorio Niceno y de San Agustín. Son muchas pues y abundantes las enseñanzas de la Iglesia de los primeros siglos según lo que expresan los padres de la Iglesia en lo que corresponde al trato y a la preocupación por los más pobres.
Así las cosas, esto nos compromete también hoy a nosotros y de modo especial a las pequeñas comunidades de creyentes, no podemos ser ni ajenos ni indiferentes a lo que está aconteciendo. El creyente no se puede tapar los ojos ante la realidad de la sociedad de nuestro tiempo con los pobres, y cada uno de nosotros como creyente y bautizado debe ser coherente en la fe y recogiendo la tradición de los primeros siglos de la Iglesia, ha de ocuparse por atender preferentemente a los más necesitados, recordando siempre que en ellos está el rostro de Cristo y que son el mayor tesoro de la Iglesia que se hace necesario cuidarlo responsablemente.
LA IGLESIA, NUEVO ISRAEL Y LOS POBRES
Septiembre 2024
Este tema reviste singular importancia, porque el mismo Dios que a lo largo de la historia, ha venido acompañando al pueblo de Israel en los momentos de bendición, como en aquellos otros tiempos de esclavitud, de exilio, de marginación, de exclusión y de pobreza, es el mismo Dios de Jesús y será el mismo Dios que Jesús presentará como Padre de todos los hombres.
Ese Padre de toda la humanidad, creador de todo cuanto existe, expresa en el modo de vida de Jesús, en su estilo de vida su preocupación y su amor constante por los más pobres en cada tiempo y en cada circunstancia.
Jesús que es el rostro del Padre se ha ocupado especialmente de los más pobres, hemos leído que la vida de Jesús es una vida de un hombre pobre, Jesús asumió la condición de pobre, fue pobre, vivió entre los pobres, conocía a los pobres, sabía que sentían los pobres, hemos leído que los pobres no son simplemente un dato estadístico, que no son simplemente una consideración de estudios de la sociología, de la política o de la economía.
Los pobres son una realidad son seres humanos concretos; estos seres humanos concretos que tienen corazón son aquellos que tienen la mirada de Dios y que esa mirada de Dios con ellos es de compasión, de misericordia.
Dios anhela que aquellos que están excluidos de la felicidad que sufren a causa de la marginación, por la exclusión, que aquellos que no pueden gozar de todo lo que mi Padre Dios ha creado tienen derecho también a sentarse en la mesa de la creación. Jesús ha venido a mostrarnos que si todos somos hijos de ese Padre todos somos hermanos y si todos somos hermanos, no está bien que un hermano despoje al otro privándole lo que el Padre le da por amor a cada uno de sus hijos, todos hijos de Dios, todos amados de Dios, todos llamados a gozar de la creación divina.
Sin embargo, eso que se menciona que corresponde a la voluntad de Dios no se da en la gran mayoría de los pueblos y en distintos momentos de la historia, no se contempla que el proyecto que tiene Dios se realice plenamente en medio de los hombres, al contrario, se evidencia cada vez más la diferencia entre unos pocos que tienen casi todo, en abundancia y derrochan eso que tienen; mientras otros carecen de todo y se mueren de hambre.
Dios no soporta la injusticia y Jesús ha venido a mostrarnos con su propia vida que un sistema que se dé de esa desigualdad es fruto del pecado, que solo una conversión profunda del corazón podría llevar a que aquel que ha creado y generado injusticias, desigualdades, exclusiones y marginamientos, devuelva a los pobres lo que les ha robado.
Jesús ha venido a mostrarnos el camino de la conversión y la esperanza de los pobres. En la pedagogía divina, Jesús ha tenido a bien compartir esa experiencia de vida haciéndolo una escuela para que pudiera ser transmitida de generación en generación y de la misma manera que él llevó a feliz término lo que Dios quería, lo continúe haciendo aquellos que son miembros de su escuela. Toma la iniciativa de llamar a unos que se llaman Apóstoles, porque los va a preparar para enviarlos y los va a enviar a que entre las naciones donde se mueven enciendan este fuego de compasión y de misericordia que le es propio de Dios, devolver a los pobres la alegría y la dignidad de ser hijos de Dios, que los pobres participen de la mesa común del Padre, que los excluidos y los marginados se adentren en el banquete que mi Padre ha preparado para todos.
Esos que Jesús formó y que Jesús mismo envió por la gracia del Espíritu Santo constituyen entonces el nuevo pueblo de Israel, de cierta manera, se constituyen en los nuevos Patriarcas, con ellos se renueva la alianza y lo que Dios había prometido antiguamente, ahora se realiza en Jesús y se vuelve promesa, esperanza e ilusión para las futuras generaciones si son fieles.
Jesús envía a los Apóstoles anunciar la buena nueva, la buena noticia, la liberación de los que están esclavizados por el pecado. Jesús les dio todo poder para que sanen a los enfermos, liberen a los cautivos y levanten a los cojos y vuelvan la fiesta al corazón de tantos rostros que están viviendo en tristeza y amargura. (Cf Mt 10,8).
Una vez recibido el Espíritu Santo los Apóstoles salen a todas partes, a anunciar la buena nueva de Dios, a dar cumplimiento al mandato de Jesús. Los Hechos de los Apóstoles narran en abundancia pasajes, en los que los seguidores de Jesús comienzan a realizar prodigios con aquellos que más sufren para mostrar de esa manera que el reino de Dios ha llegado y que tiene cumplimiento.
Pedro y Juan van al templo, van juntos a orar y se encuentran con un hombre paralítico a la entrada del templo, según el mandato de Jesús le mandan que se levante y que ande, no tienen ni oro ni plata, lo que tienen es el nombre de Jesús y eso dan; Los Apóstoles asumen el mismo estilo de vida de Jesús, son pobres. Jesús les había mandado vivir en pobreza, no depender ni de oro ni de plata, Pedro y Juan tampoco tienen ni oro ni plata, tienen a Jesús y dan a Jesús.
Los creyentes en la Iglesia primitiva lo que tienen lo comparten, lo dan a los demás a tal punto que nadie pasa necesidad. Ser pobre, vivir pobre, es garantía de ser seguidor de Jesús el pobre, sólo asumiendo la pobreza, viviendo en la pobreza, se puede entender y amar a los pobres. Esa es la experiencia de la Iglesia primitiva pero no solamente Pedro y Juan sino que también los otros discípulos y los nuevos seguidores de Jesús van viviendo la experiencia de amar a los pobres, de servir a los pobres y de interesarse por ellos.
Los Hechos de los Apóstoles, en el capítulo siete, muestran a uno de los diáconos que fueron instituidos precisamente para servir en las mesas a los pobres y a los huérfanos, es una Iglesia que se preocupa por los más pobres. En aquella época tanto los huérfanos como las viudas eran los abandonados, los que no cuentan, los que no sirven, los que no valen, de ellos se va a ocupar preferentemente la Iglesia, es una Iglesia que evangeliza y es una Iglesia de caridad, es una Iglesia que anuncia a Cristo y que acompaña a los más pobres.
Esa misma Iglesia naciente encontrará después en San Pablo una inmensa preocupación por los pobres. Pablo dirá que cuando fue a Jerusalén a la reunión con las cabezas de la Iglesia no impusieron ninguna carga sobre los gentiles sólo le rogaron que no se olvidará de los pobres y no lo hizo, Pablo se ocupó donde estuvo y en las Iglesias donde estuvo de ayudar a las comunidades pobres de Jerusalén, un bello testimonio de la solidaridad y de la cercanía que debiera existir entre las Iglesias y las pequeñas comunidades y aquellos más pobres y más necesitadas.
El mismo Pablo corrige a las comunidades creyentes que se reúnen en Corinto para la Eucaristía les dice que no está bien que algunos aprovechen la comida para comerse lo que les corresponde a otros y para beber lo que debiera ser bebida de todos. No está bien dejar a los pobres, a los que por algún motivo tienen que llegar más tarde a la celebración, sin nada que comer eso no es propio de cristianos, los creyentes deben preocuparse de los otros, deben preocuparse de todos y deben posibilitar, facilitar creativamente que todos participen también en el banquete Eucarístico.
Se entiende que se trataba de una cena, una cena que conmemora la Cena del Señor y en esa cena que celebraban los cristianos, había algunos que por algunas circunstancias no podían llegar a tiempo y los que llegaban primero se comían lo que correspondía a los demás. Pablo corrige categóricamente ese modo de proceder de los cristianos, la mesa debe ser servida para todos, ¡que buen reclamo se podría hacer, con estas palabras de Pablo al mundo de hoy!
Finalmente, en la Carta del Apóstol Santiago en el capítulo segundo, el Apóstol describe, algo que se está presentando en las comunidades una diferenciación social, cuando llegan los ricos a la asamblea ocupan unos puestos preferentes, llegan los pobres y se les manda a sentarse en el suelo y a ceder el puesto a los que vienen mejor vestidos. Eso no es propio de cristianos, los creyentes no tratan mal a los pobres ni los mandan a sentarse en el suelo, al contrario, en la asamblea creyente todos son hermanos, hijos de un mismo Padre, el trato entre los creyentes debe ser completamente distinto, debe ser un trato diferente.
También el Apóstol Pablo escribiéndole a Filemón una sencilla carta, le ruega tratar como hermano a Onésimo uno de sus esclavos, que ha conocido en la cárcel al que ha evangelizado y ahora lo devuelve ya no como esclavo, lo devuelve con la carta a su amo para que lo trate como hermano, bello texto, conmovedor pasaje que señala bien cuál debe ser el trato entre los creyentes. Se trata de una verdadera revolución, se trata de algo completamente novedoso.
El autor de la primera carta de San Juan escribirá también en términos similares afirmando que, las Iglesias debe ser fundamentalmente una experiencia del amor de Dios y por eso la manera de tratar a los pobres, la consideración que se tenga con ellos, es la manifestación de la fe. No tiene sentido decir que se ama a Dios y se maltrata el hermano, es una mentira, quien ama a Dios ama al hermano. Cómo decir que amamos a Dios a quien no vemos y odiamos al hermano a quien tenemos al lado, por eso, la expresión de las primeras comunidades cristianas es el amor y el trato a los pobres, es un trato de amor, el amor todo lo puede, el amor no establece diferencias, no crea barreras, el amor nos hace sentir a todos en los brazos del Padre.
La Iglesia naciente, el nuevo Israel manifiesta entonces y perpetúa la bendición de Dios no ahora con unos cuantos, sino para todo el universo vayan el mundo entero y anuncien la buena nueva de la salvación. Este mandato está acompañado de las obras especialmente del amor a los más pobres.
La Iglesia que ha recibido esta misión que le ha encomendado Jesús la ha continuado a lo largo de la historia y la debe continuar haciendo hoy aunque los tiempos sean difíciles. La tarea de la Iglesia, su presencia en el mundo será entonces garantizar la bendición de Dios como una alianza que no termina, una alianza amorosa de un Dios siempre fiel a pesar de nuestra infidelidad.
Cada creyente asume también la tarea de ser portador de la bendición de Dios en razón del bautismo donde te encuentres, con tu familia, en el trabajo, en la calle, con tus amigos, debe ser bendición, debe ser presencia de la alianza de Dios, de ahí que la vida de un creyente sea tan significativa. Dios ha encendido en tu corazón la llama de Dios, ha pactado contigo una alianza, espera que seas fiel, para que seas la bendición de todos los demás.
EL DIOS DE ISRAEL, LOS PROFETAS Y LOS POBRES
Agosto 2024
Como se ha dicho en los temas anteriores, Dios no es alguien ni indiferente ni indolente ante el sufrimiento de los más pobres, todo lo contrario, se conmueve desde sus entrañas y con amor quiere que todos los seres humanos participen de la plenitud y de la felicidad para los cuales fueron llamados a la existencia.
Ese Dios se ha comprometido repetidas veces en la historia con el hombre, le ha mostrado todo su amor, su predilección y su afecto, sin embargo, aunque repetidas veces también el hombre ha hecho esta alianza, ha reafirmado la alianza con Dios, de permanecer fiel, de tenerlo a él como el único Dios, sin embargo, con mucha periodicidad y de manera repetitiva el ser humano ha faltado a la alianza, no ha sido fiel, mientras Dios es constante en su fidelidad y amor hacia el hombre, el hombre ha pervertido su corazón y no le ha sido fiel a Dios.
Cada vez que los hombres se apartan de Dios pierden las bendiciones que Dios ha prometido a ellos y a sus descendencias, cuando se pierde la bendición se cae en la desgracia, se cae nuevamente en la esclavitud, la tortura, el hambre, la angustia, la desprotección y la muerte, cada vez que suceden estos hechos el pueblo de Dios pierde además de la bendición también la libertad y necesariamente cae en la esclavitud.
La esclavitud es consecuencia de su infidelidad, pero Dios que tanto ama a su pueblo, repite el esfuerzo por sacarle de esa esclavitud a la que se ve sometido en razón de no cumplir la alianza de no cumplir el pacto con Dios.
Dios se vale entonces, de personajes que a lo largo de la historia se acercan al pueblo para recordarles la bondad de su corazón y para recordarle también al pueblo: cuál es su destino, cuál es su vocación, para qué existen.
Es un problema serio en el ser humano cuando extravía su razón de ser, cuando pierde el sentido de la vida, llamados a ser felices, seres humanos plenos en Dios, llamados a vivir paradisíaca mente, sin embargo, con frecuencia caemos en la desdicha, en la desgracia, en la desventura.
Pero Dios, tiende reiteradamente la mano a los hijos que le claman, Dios no es sordo ni se hace esperar al clamor de los pobres. Dios responde de inmediato. Dios mira el drama del hombre, Dios escucha los gritos del pobre y corre de inmediato a socorrerlo, viene de inmediato a atenderlo.
Con los pobres se manifiesta de modo especial el sentimiento de Dios delante de los pobres, Dios se inclina, le da la mano, lo carga, lo cura y lo levanta. Los pobres conmueven a Dios y revelan el sentimiento de nuestro Dios.
En este sentido, los profetas van a jugar un papel primordial en cuanto que van a comunicar el sentimiento de Dios al pueblo, pero también van a servir para llamar al pueblo a renovar la alianza, a cambiar el corazón, a entrar en una conversión de vida. Será condición indispensable que se dé este cambio de vida, este regreso a Dios para volver a gozar la bendición del Señor.
Dios será siempre bendición pero para que esa bendición se establezca en plenitud, se hace necesario que el pueblo abra su corazón con generosidad. El profeta servirá entonces como mediador entre Dios y su pueblo y entre el pueblo y Dios, ese puente fundamental, ese puente importantísimo no lo ha construido el pueblo, lo ha construido Dios en favor de su pueblo.
Por lo tanto, el profeta servirá para que Dios restablezca la bendición en el pueblo y para que el pueblo escuche la palabra de Dios, se convierta de sus malas acciones, deje su mala vida y experimente que realmente es el único pueblo de Dios, de tal manera que se vuelva a sellar el pacto establecido desde los Patriarcas “Yo seré vuestro Dios y Ustedes serán mi pueblo”.
Sin profetas, no habrá bendición para el pueblo, los profetas son la bendición de Dios, la bendición del pueblo. Los profetas desempeñan entonces un papel fundamental y Dios se vale de los profetas para establecer un puente para que el hombre pueda volver al encuentro con Dios paradisíaca mente, ese puente servirá entonces para que Dios también vuelva al encuentro con el hombre que tanto quiere, con una humanidad por la que siente tanto afecto y si el pecado ha tirado el puente abajo varias veces, de nuevo por medio de los profetas, Dios vuelve a poner un nuevo puente para que los hombres, los seres humanos, la humanidad pueda acercarse a él y él pueda bendecir a su pueblo.
Los profetas son una manifestación del amor de Dios, si no hay profetas es porque la bendición de Dios está lejos para el pueblo. Se hace necesario ver a los profetas como presencia divina en medio de las gentes.
Desde la antigüedad los profetas están marcados por lo divino, son reveladores de la gracia, comunicadores de lo de Dios, hablan de Dios, transmiten a Dios, comunican a Dios, hablan con Dios. El pueblo tiene la confianza en el profeta, escucha el profeta con agrado y lo sigue, considera su reflexión y sus enseñanzas y espera del profeta que sea un transmisor de la bendición abundante del Señor.
Los profetas establecen entonces ese puente tan urgente y tan necesario, los profetas se constituyen en bendición de Dios para los pueblos.
Una mirada sobre la realidad, nos permite constatar que también hoy nos movemos entre la urgencia de profetas que nos traigan la bendición de Dios y la abundancia de profetas y magos que ofrecen bendiciones y prosperidad sin que ello tenga nada que ver con Dios. Este tipo de profetas y magos abundan cada vez más en la cultura nuestra, en la radio, en la televisión y en muchos programas de las redes sociales, en los que se ofrece todo tipo de salvación.
En estas circunstancias se hace necesario estar atentos para diferenciar a los falsos profetas de los verdaderos profetas, los verdaderos profetas vienen de Dios, los falsos profetas son aquellos que se promueven a sí mismos, que ofrecen servicios, los tarifan y los cobran, el profeta es un servidor de Dios al pueblo y el pueblo le puede hablar a Dios por medio del profeta, los falsos profetas no hablan con Dios, los falsos profetas tampoco escuchan a Dios y por lo tanto, esos falsos profetas que abundan hoy en los medios de comunicación social no son profetas aunque se llamen o la gente los llame profetas.
El verdadero profeta es alguien llamado por Dios, elegido por Dios, escogido por Dios y consagrado por Dios para una misión concreta a su pueblo esclavizado, sometido por el pecado y por la infidelidad a la alianza.
La tarea y el papel fundamental del profeta es que la gente se abra la bendición de Dios y la bendición de Dios es conocer al Padre, saber que tiene un reino para todos, que ha creado este mundo inmenso y maravilloso para que nosotros como hijos vivamos en esa casa común como hermanos, cuando esto no se da, los hermanos someten a los hermanos, los esclavizan, los tiranizan, los roban y los matan.
De ahí, que se haga urgente y necesario que haya quien grite y ese encargado de gritar, la posibilidad y la urgencia de una vida nueva, es el profeta: La vocación del profeta no le nace por interés, !no¡, nace por deseos de ayudar a los demás, no es un sentimiento simplemente el que mueve un profeta, al contrario, aunque el profeta no quiera, la gracia de Dios lo compromete y lo atrae para que vaya en nombre de Dios a servir a su pueblo.
Es por ello entonces, que la comunidad, el pueblo, reclama la presencia de profetas que serán determinantes y fundamentales para que resplandezca la gloria de Dios y su misericordia infinita, los profetas muestran a Dios, los profetas revelan el corazón de Dios. Es un Dios sentimental, es un Dios que se conmueve, es un Dios con entrañas, los profetas describen entonces cómo es Dios, le cuentan al pueblo y nos cuentan a nosotros la faceta de Dios, es un Dios que tiene entrañas de compasión y de misericordia, es un Dios que no nos descuida, es un Dios que camina con nosotros en la historia, que nos anima, que nos fortalece, que nos carga.
Ese Dios se nos ha revelado en Jesucristo, por eso Jesús aparece como el único y verdadero profeta de Dios, Él es la bendición de Dios. Como todo profeta la bendición está aquí, a la mano y Jesús es la bendición de Dios en medio de nosotros y con nosotros entre nosotros.
Dios bendice a su pueblo por medio de los profetas. Jesús es el profeta, Jesús es la bendición de Dios. Los profetas hacen morada en medio de los pobres, su tarea es anunciar a los pobres una garantía, la fidelidad de Dios. Si los pobres son fieles a Dios y permanecen fieles, gozarán de la bendición de Dios, de la bendición, por eso los pobres son llamados bienaventurados porque son los primeros en gritar y en medio del desconsuelo, de la angustia y del miedo, Dios siempre los acoge y los escucha.
La razón de ser de la Iglesia en el mundo es precisamente ser continuadores de la gracia de Dios proféticamente en favor de los hombres.
La Iglesia debe vivir la experiencia del profetismo de modo particular en nuestro tiempo, pero cada uno de los creyentes desde el bautismo ha sido constituido un profeta, cada uno de los creyentes debe ser alguien que alerta permanentemente al pueblo, alguien que le está gritando, que le está llamando a la conversión, que está suscitando en él un cambio de vida, la tarea de los profetas es invitar a la conversión, a una vida nueva y a cada bautizado le corresponde esa misión profética en nuestro tiempo, bien sea en la casa, en el trabajo o en la calle, el verdadero profeta de Dios con la manera de vivir, con el estilo de vida se constituye en un grito en favor de los pobres y en una bendición de Dios para los marginados.
Urge que cada bautizado hoy asuma la responsabilidad de ser profeta, que se pueda invitar a las gentes a un cambio fundamental de vida, a una renovación profunda del corazón, a una auténtica conversión.
Es necesario pedir los unos por los otros, para que este pacto ofrecido por Dios por medio de los profetas como bendición, se acoja y se viva en cada corazón, en cada hogar y en toda la tierra.
Pero los profetas además, tienen la misión de reclamar los derechos de Dios, de tal manera que el profeta tiene que gritar desde los tejados, desde los balcones, pidiéndole a los seres humanos volver con urgencia a Dios, porque eso corresponde en la justicia, no podemos decir que somos creyentes y bautizados si personalmente no reclamamos en justicia los derechos de Dios y sí más aún, nosotros mismos no los garantizamos.
El profeta tiene que proclamarle al pueblo: ¡Cuáles son los derechos de Dios y cuál es nuestra obligación para devolver a Dios lo que es de Dios!.
Es cuestión de justicia, y el profeta es el hombre que reclama justicia en nombre de Dios y que provoca que los creyentes practiquen la justicia con sus hermanos, sólo así, se podrá renovar con entusiasmo la bendición de Dios en favor de todas las gentes.
EL DIOS DE ISRAEL, LA ESCLAVITUD Y EL ÉXODO
Julio 2024
Este es uno de los temas más apasionantes que encontramos en los libros de la Sagrada Escritura. En este tema, se descubre toda la sensibilidad de Dios, todo su apasionamiento por los pobres, si se quiere, en este tema se puede palpar fácilmente aquello en lo que es más vulnerable nuestro Dios.
Se trata del sufrimiento de los pobres, y cuando el pueblo está sufriendo, Dios sufre con ese pueblo y antes que permanecer en la distancia, contemplando el sufrimiento de los pobres, antes que ser indiferente o indolente, es un Dios que se compromete personalmente a acompañar a quienes están siendo sometidos por pueblos vasallos, insensibles, indolentes. Pero Dios no soporta esto, a tal punto, que se ve confrontada su infinita paciencia con el clamoroso grito de los más pobres. Dios no puede esperar más, no aguanta, no soporta ni los gritos ni el llanto de los pobres, es ese llanto, ese sufrimiento y ese dolor el que hace que Dios reaccione e intervenga en la historia.
Conmovido por el sufrimiento y la esclavitud de su pueblo, Dios toma la iniciativa de sacarlo de la esclavitud, prometiéndole una tierra de libertad, una tierra que mana leche y miel. Y si una vez más, la humanidad había incumplido el compromiso de la alianza sellada por los Patriarcas y le había dado la espalda a Dios, Dios conmovido por lo que está pasando con sus hijos, vuelca su mirada sobre el momento de la historia y quiere volverlo sagrado, acción salvífica para rescatar a su pueblo en honor de su nombre y en razón de la promesa hecha a los Patriarcas. Se propone tomarlo de la mano y llevarlo a un sendero diferente.
Por eso, el Dios de los creyentes es un Dios decididamente apostador y valeroso de la libertad. Dios rechaza toda esclavitud, Dios quiere que sus hijos sean libres y apuesta todo por esa libertad, de ahí que la libertad se constituya en un regalo divino. Quien más se preocupa de la libertad humana, de que se respete esa libertad, que se proteja y que se salvaguarde, es Dios mismo.
Ahora bien, si echamos una mirada sobre la realidad de nuestro tiempo tendríamos que decir que estamos viviendo un fenómeno de nuevas esclavitudes, esas realidades se experimentan especialmente en los sectores más pobres. El hombre de nuestro tiempo está siendo sometido a nuevas esclavitudes, subyugantes y tortuosas, que no le dejan ser plenamente hombre. A Dios le duelen estas nuevas situaciones de pecado, le estremecen el corazón y lo obligan como Padre amoroso a reaccionar ofreciendo una vez más salvación a todo el género humano.
Dios no soporta que sus hijos sean esclavos de nada ni de nadie; por eso, Dios mismo toma la iniciativa de sacar al hombre del dominio de los faraones que están robándole su corazón, que le están quitando la paz. Dios en persona se responsabiliza de la sagrada libertad y es sagrada porque viene de Dios, la libertad es santidad y hace parte del corazón del creyente.
No tiene sentido la esclavitud y aunque socialmente puedan justificarse muchos elementos, tenemos que reconocer con franqueza que hoy ha aumentado también la esclavitud y el mercado de los esclavos.
Todo esto resulta abominable a los ojos de Dios y el sensible corazón de nuestro Padre Dios, no permite ni soporta ver el rostro de sus hijos esclavizados. Dios en persona toma la iniciativa de liberar a quienes están siendo sometidos a torturas, a trabajos forzados y pesados. El Dios del amor es el Dios de la divina libertad, sólo en la libertad se experimenta el verdadero amor.
Dios que es amor, nos ha hecho libres y sigue luchando para que nuestra vida sea en libertad. La esclavitud no cabe en el corazón de Dios. Dios es amor, Dios es misericordia y por lo tanto Dios es libertad y hace cuánto sea, para que los seres humanos se identifiquen con esa libertad, la vivan y la posibiliten para todos los demás.
El modelo de esa entrega apasionada por la libertad, es Dios mismo, quien se ocupa personalmente de su pueblo que está clamando porque está siendo torturado, maltratado, esclavizado por el dominio de los egipcios, Dios esto no lo soporta. Toma entonces la iniciativa de llamar a Moisés para que se encargue de las banderas de su pueblo, lo saque de la esclavitud de los egipcios y lo lleve por un inmenso desierto hasta una tierra que Dios les va a dar.
Si establecemos una tabla comparativa nos damos cuenta, que el texto del capítulo tres del Éxodo, pareciera revivir comparativamente los acontecimientos de la creación del universo. Dios creó todo en favor de todos, pero vino el pecado y estropeó el proyecto de Dios. Se hizo necesario que Dios interviniera en la historia, para salvar a un hombre condenado a muerte.
Israel, ha caído en la esclavitud por no ser fiel a Dios, por haber repetido la misma escena del libro del Génesis y lo que en principio era la bendición de Dios, el hombre la destruyó y echó a perder lo que Dios le había dado amorosamente. Una vez más experimenta el pueblo las fatales consecuencias del pecado, de no haber guardado la alianza, de no haber sido fieles a lo que Dios pedía a sus padres antepasados.
Entonces al aparecer el pecado con toda la fuerza, las bendiciones de Dios desaparecen y se pierden, el pueblo empieza a sentir hambre y fatiga no tienen tierras, están en tierra extranjera, los gobernantes de turno imponen normas al pueblo de Israel limitando la familia y los obligan a pesadas labores que hacen inhumana la sobrevivencia en ese territorio extranjero. Es precisamente, este sufrimiento el que lleva al pueblo a levantar un clamor a Dios, un grito de ¡auxilio!, ¡socórreme! y Dios escuchó el clamor de su pueblo y acudió presto a liberarlo, a salvarlo, a saldar las cuentas que tuviese pendiente, con tal de que se diera una nueva realidad, una nueva vida, una nueva manera de ser, en otras palabras, un nuevo corazón. Y Dios tomó de la mano por medio de Moisés al pueblo sometido a la esclavitud de los egipcios y se puso en marcha como recordando aquello que se había hecho compromiso con los Patriarcas “sal de tu tierra y de tu parentela, camina hacia una tierra que te voy a mostrar que mana leche y miel”
Dios vuelve a tomar la iniciativa, a hacer una propuesta divina conmovido por el sufrimiento de los más pobres. Dios se inclina en favor de ellos, asume todo lo que le corresponde con tal de sacarlos prontamente de la esclavitud y llevarlos a través de un inmenso desierto a una tierra fecunda de la que brotan abundantes y gigantes frutos de la tierra y sobre todo, donde reine la justicia y la paz que se había perdido en el corazón de los pueblos.
Dios es el Dios de la libertad y saca a Israel de la esclavitud, llevándolo personalmente y de la mano, hacia el país de la libertad. Hemos dicho repetidamente Dios no soporta la esclavitud ni el sufrimiento de sus hijos, Dios quiere bendecirnos a todos, a los Patriarcas, a los hijos de los Patriarcas, por eso Dios mismo se toma la molestia de sacar a su pueblo de la esclavitud de los egipcios para darle cumplimiento a la promesa de la bendición de Dios, dándole tierras, ganados y familia.
Por eso, a pesar del pecado y de la idolatría del pueblo de Israel, Dios permanece fiel y no retira su promesa de bendición, no retira su compromiso de brindarle a los hijos fieles de Israel tierras, ganados y familia, y de llevarlos con certeza a una nueva tierra que emana leche y miel.
El pueblo empobrecido durante el tiempo de la esclavitud y sometido a trabajos tortuosos, es tomado de la mano por Dios mismo, y lo conduce con ternura a un nuevo pacto, a una nueva alianza.
“El Señor Dios será nuestro Dios y nosotros seremos su pueblo”
El pueblo de Israel asume este compromiso y en el Sinaí sella el pacto de la nueva alianza con Dios. Dios a su vez le promete al pueblo muchas bendiciones, es más, se vuelve garantía acompañándoles a través del inmenso desierto que deben cruzar los israelitas para salir de la esclavitud y peregrinar hasta la tierra de la promesa.
En los tiempos actuales, la Iglesia comprendiendo la esclavitud en la que viven millones de seres humanos y conociendo el corazón de Dios y su debilidad con los pobres, debe empeñar todas sus fuerzas para procurar la libertad de todos los oprimidos por el yugo del pecado, que no permite que el ser humano sea plenamente humano y que desarrolle por gracia divina, la bendición que Dios ha hecho si se permanece fiel.
La Iglesia en fidelidad al Dios de la libertad, debe estar atenta para animar a los seres humanos de nuestro tiempo a vivir en la libertad de los hijos de Dios, fortaleciendo la posibilidad de la respuesta al Dios fiel que nos está proponiendo una vez más, que Él es nuestro único Dios y nosotros su único pueblo, es un pacto, una alianza, un compromiso.
Cada creyente debe vivir en su corazón esta experiencia de Éxodo, de abandonar la esclavitud del pecado y atreverse a llevar una vida diferente, una vida nueva.
Un creyente debe ser alguien que con la vida que lleva, da testimonio de la luz que se ha encendido en el corazón de los que tienen esperanza en el Dios que salva y que libera. Dios mantiene su alianza perpetuamente, corresponde a cada creyente renovar esa alianza haciendo la parte de su vida y posibilitando que los que están alrededor suyo en familia o en el trabajo, participen de la bendición de Dios centrada en el amor y en la libertad.
EL DIOS CREADOR DE TODO Y LOS PATRIARCAS
Junio 2024
Dios nuestro Padre de quien se ha dicho en el tema anterior, qué ha creado todo cuanto existe y lo ha creado para que todos tengan todo, una vez más sorprende y deja en el asombro al hombre que debe acercarse con mirada contemplativa a la realidad de la historia.
Dios toma la iniciativa
Después de la tragedia del pecado, Dios toma la iniciativa de rescatar al hombre y ofrecerle la bendición, de cierta manera, Dios propone empezar de nuevo, hacer las cosas nuevas y si después de haber puesto al hombre a vivir paradisíaca mente en el jardín cuando creó todas las cosas para todos, pero vino el pecado y el ser humano perdió el paraíso y por lo tanto la bendición de Dios, el vivir bien.
Sin embargo, Dios no lo abandonó a la suerte del pecado, al contrario, le tendió la mano y con el mismo amor con el que había creado todas las cosas y había puesto al hombre paradisíaca mente como una gran bendición quiere de nuevo recrear el mundo y la historia, ofrecerle al hombre una renovada bendición para que la humanidad vuelva a retomar el camino de la plenitud, de la felicidad y de nuevo, todo lo que Dios ha creado sea puesto al servicio de todos y para todos.
Así las cosas, el pecado resulta funesto en la historia, el pecado rompe la estrecha relación del hombre con Dios, lo aparta de Dios, lo distancia de Dios, a tal punto, que cuando Dios baja a hablar con el hombre el ser humano se esconde, tiene miedo y Dios lo llama, Dios lo busca, Dios toma la iniciativa de hacer algo por el hombre.
Desde entonces comienza una tragedia y el ser humano pierde la bendición, pero Dios que es fiel y de un amor permanente mantiene la bendición y quiere ofrecer nuevamente en favor del ser humano. Ese querer de Dios aparece de modo especial en la vida de los Patriarcas. La palabra Patriarca, significa origen de generaciones, comienzo de un pueblo. Patriarca es aquel que da vida a una descendencia. Cuando mencionamos los Patriarcas estamos hablando entonces de los comienzos de una familia, de una nueva familia, en el fondo estamos hablando de una nueva creación y si en el comienzo Dios había creado el ser humano como familia ahora estamos hablando entonces de una nueva creación donde Dios vuelve a restablecer con el hombre una estrecha relación de cercanía, de compañía y si al comienzo el ser humano no le fue fiel a Dios y perdió el paraíso, ahora Dios espera y propone a los Patriarcas, caminar en fidelidad y ofrecerles una nueva tierra, una tierra en la que aflorará la abundante gracia de Dios, una tierra paradisíaca, una tierra con características de tierra nueva.
Precisamente ese Dios es el Dios que ofrece nuevamente la bendición a los Patriarcas y se va n a manifestar esa bendición volviendo al hombre y a su descendencia a la bendición que había perdido por el pecado.
Dios promete a los Patriarcas en hechos concretos la manifestación de la bendición, si los Patriarcas son fieles van a experimentar en sus propias vidas y en las de sus generaciones las bendiciones de Dios que se habían perdido desde el comienzo en razón del pecado. De ahí que sea tan importante la respuesta dada por los Patriarcas a la propuesta que viene de Dios, Ustedes serán los que aseguren la bendición no solamente para ustedes sino para sus descendientes y Dios en razón de esa fidelidad promete abundantes bendiciones.
¿De qué se tratan las bendiciones que Dios promete a los Patriarcas?
La bendición de Dios a los Patriarcas, fundamentalmente consiste en tres cosas: la primera tener tierras, esta es una garantía porque precisamente en razón del pecado, los hombres perdieron la tierra que Dios les había dado, fueron expulsados de la tierra, fueron sacados de esa tierra paradisíaca, el pecado les marginó y ya no podían contemplar más a Dios cara a cara.
La segunda bendición que Dios promete además de las tierras, son los ganados, es decir, de cierta manera aquella circunstancia de ganar el pan con el sudor de la frente ahora pasa a ser también una garantía y una seguridad en cuanto bendición de Dios, y los ganados son la garantía de la vida, los ganados garantizan que el ser humano no va a tener hambre ni va a morir de hambre, con los ganados hay carne, con los ganados hay leche y hay vestido, tres elementos necesarios para la vida: comida, bebida y vestido. Al darle muchos ganados, muchas ovejas, muchos rebaños se está asegurando entonces el sustento, la bebida en una tierra donde no hay aguas y el vestido con lana.
Dios parece tener todo muy bien pensado, muy bien dispuesto, muy bien organizado, de esta manera el hombre volverá entonces a gozar de lo que Dios ofrece, con la garantía de que Dios es fiel y aunque ya el ser humano había experimentado el drama del pecado, Dios que es fiel ofrece de nuevo la bendición a los Patriarcas y a la descendencia.
La tercera bendición de Dios, es la familia. Es que con el pecado la familia había roto sus relaciones, Adán acusa a Eva, Eva acusa a la serp iente y en mutuas acusaciones entonces se pierde las relaciones que son propias de llevar juntos las responsabilidades, las cargas, las alegrías y los sufrimientos.
Además, a raíz del pecado muy prontamente los hijos entraron también en conflicto. Caín mata a su hermano Abel, por gestos de envidia y la familia entonces se perjudica enormemente y lo que debería ser un nido de afecto, de ternura, de consideración y de buen trato, se convierte en un nido de acusaciones, de maltrato y de muerte.
Ahora se renueva la promesa de Dios de que el ser humano tenga familia y en los Patriarcas la promesa de Dios es que les dará hijos en abundancia, de tal manera, que serán incontables, como las estrellas del cielo y las arenas del mar.
Es una promesa de vida y si se tiene claro que la vida no se acaba y que la vida continúa en los hijos, que Dios les garantice descendencia, entonces es la muestra de la fidelidad de Dios y la bendición en abundancia que se derrama sobre los Patriarcas.
La disposición para obedecer a Dios rompiendo la desobediencia original consiste fundamentalmente en confiar en Dios, y además en guardarle fidelidad, a tal punto que Dios quiere hacer una alianza y la establece con los Patriarcas, alianza que se debe perpetuar a lo largo de la historia.
Dios garantiza esa alianza, la garantiza con su amor y garantiza su amor en el modo de proceder bendiciendo a los Patriarcas y a sus generaciones.
El primer requisito que formula Dios a los Patriarcas, muy concretamente Abraham, es pasar a llevar una vida nueva. Esa vida nueva obliga a salir de dónde está, y dejarse llevar de Dios. Sal de tu tierra y de tu parentela y ven a una tierra nueva que te voy a mostrar.
Abraham se deja de Dios, es dócil y confía en Dios. Dios confía en Abraham y al confiar en Abraham hace un pacto con él, ese pacto se perpetúa en los Patriarcas en Isaac y el Jacob, de tal manera, que lo que Dios ha pactado con Abraham, continúa en su hijo Isaac y a su vez continuará en su hijo Jacob y en sus descendientes.
Así se les pide entonces confiar en Dios y Dios estará con ellos y los bendecirá abundantemente, ese es el pacto, que sean fieles que no se aferran a otras manifestaciones religiosas “Yo seré su Dios, Ustedes serán mi pueblo”, (Cf Jr 30, 22). Esa es la alianza que hay que cumplir y que hay que enseñarles a los hijos a que le cumplan; yo seré vuestro Dios vosotros seréis mi pueblo.
Esta alianza no es de ninguna manera una carga para los Patriarcas, al contrario, es una manifestación del amor de Dios y esa experiencia se debe garantizar en ellos y en los hijos, así brillará la gloria de Dios, resplandecerá el amor de Dios, y tanto los Patriarcas como sus hijos podrán disfrutar de la bendición de Dios.
La Iglesia está llamada a vivir la experiencia de los Patriarcas en los tiempos presentes, por lo tanto, a ella le corresponde asumir, la misma exigencia que Dios pone en el corazón de los Patriarcas, ser fieles a un pacto, ser fieles a la alianza. Si son fieles, entonces Dios les dará tierras, ganados y familia, esa es la bendición de Dios, garantía del amor por la humanidad, debe ser continuada también por la Iglesia hoy, vivida y asumida para ser garantía de la fidelidad de Dios con toda la humanidad.
Ahora bien, corresponde a cada creyente el compromiso de hacer eco de lo que Dios ha prometido a la humanidad por medio de los Patriarcas, una bendición constante para todos. El creyente debe ser portador de esa bendición, pero debe ser también garante del corazón de un hombre, de una familia y de una sociedad que se vuelca completamente a Dios, que confía y espera todo de Él.
DIOS CREÓ TODO PARA TODOS
Mayo 2024
Para el desarrollo de este cuarto tema, se hace necesario no sólo asimilar los tres contenidos anteriores, sino haberlos orado e interiorizado, porque todo lo que se ha mencionado sobre Jesús resulta clave para poder entender lo que se desarrolla en los siguientes temas.
Jesús es el rostro del Padre, es el misionero del Padre, es el enviado del Padre y Jesús ha venido a hablarnos de su Padre, de quién es su Padre. Lo que nosotros podemos decir del Padre, con certeza se lo hemos oído a Jesús, y quienes creemos en Jesús, creemos en lo que Jesús mismo nos ha dicho: “conozco al Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.” (Cf Mt 11,27)
Las siguientes lecciones, nos van a permitir entonces, conocer cuál es la voluntad de Dios Padre con respecto a los pobres, y para saber de esos sentimientos de Dios Padre, quien mejor nos puede ayudar es precisamente Jesús. De ahí, que la clave o la llave que nos permita abrir la puerta para entrar a los sentimientos de Dios es Jesucristo.
En ese tema, vamos a ocuparnos del Padre creador de todo cuanto existe, la razón de su creación y por qué en los actuales tiempos, eso que ha creado para todos no corresponde a todos, y por qué la voluntad de Dios no se realiza y no se da si Dios es Dios.
Este tema es muy importante, requiere que le pidamos a Dios también en oración que nos ayude a adentrarnos en él, con los mismos sentimientos de Cristo y la mirada de Dios Padre.
Dios ha creado todas las cosas, así lo profesa nuestra fe, así lo entendemos, así lo creemos. Si Dios es el creador de todas las cosas, se dice bellamente, en los primeros capítulos de la Sagrada Escritura, que Dios creó este mundo inmenso, bello y maravilloso para todos. La obra creadora de Dios no es solamente para unos cuantos y unos pocos, sino que la obra que Dios ha creado, es para albergarlos a todos, beneficiarlos a todos, cobijarlos a todos.
El proyecto de Dios es mucho más amplio, que el mezquino corazón del hombre. El proyecto de Dios es que todos los seres humanos vivan paradisíaca mente, por eso ha creado este mundo inmenso y maravilloso. Sin embargo, ese canto de la Sagrada Escritura al Dios creador de todo cuanto existe, un Dios que se deleita creando bellamente todas las cosas, ordenando las, y al ver Dios que era bueno y así va terminando cada jornada su labor creadora, y vio Dios que era bueno. (Cf Gn 1)
Finalmente, decidió poner también en el paraíso la obra más grande, la más extraordinaria, la más bella de todas sus obras al ser humano y lo creo paradisíaca mente, lo creó viviendo en el paraíso, gozando de todo, disfrutando de todo, más aún, en ese lenguaje plástico del libro del Génesis, se dice que Dios hablaba con el hombre cara a cara todos los días.
Dios Padre creador de todo cuánto existe, de una manera bella ha creado todo gratuitamente a todos los hombres, para que todos los hombres vivan en plenitud de vida y sean inmensamente felices.
Lejos de pensar, que Dios, que ha creado todas las cosas finalmente ha creado al hombre para estar por encima de todas las cosas y no gozar de ellas, no disfrutarlas, no tener posibilidad de estar vinculado a ellas. Es como pensar, que Dios hubiese creado todas las cosas y las pudiese poner en la vitrina para que el hombre las contempla y se llene de envidias al ver que existen y que no están a su alcance, pero Dios no es de corazón mezquino, Dios ha creado todas las cosas y ha creado al hombre para hacerse a la vida en medio de todas esas cosas.
Dios creó todo bellamente y creó también el hombre de una manera extraordinaria, más aún, puso en el corazón del hombre el tabernáculo del Espíritu Santo, a tal punto que lo hizo a imagen y semejanza suya, para que el hombre tenga capacidad de discernir, de transformar, de engrandecer las cosas para la gloria de Dios.
Sin embargo, a pesar de todo este planteamiento, nosotros contemplamos una realidad en el mundo de hoy muy compleja, realidad que se ha venido presentando a lo largo de los siglos y de la historia. Esta realidad nos permite contemplar que, aunque Dios creó todo para todos, sin embargo, son muy pocos los que tienen casi todo y son muchos, miles y millones de seres humanos los que carecen de todo. Mientras unos cuantos muy pocos lo tienen absolutamente todo, otros muchos, miles y millones se mueren de hambre, de frío, sin techo, sin atención médica, sin educación, sin alegrías y sin esperanzas. Ante la mirada de esta cruda realidad podrían surgir serios interrogantes y los cuales se suelen escuchar con mucha frecuencia: si Dios es Dios, ¿por qué permite la pobreza?, si Dios es Dios, ¿no podría intervenir para que terminara la pobreza?, si hay Dios, ¿por qué millones de seres humanos mueren de hambre?, si Dios es Dios y creó todo para todos, ¿por qué la inmensa mayoría no tiene nada y unos pocos lo tienen todo?.
Por la fe, afirmamos creer en Dios Padre todopoderoso creador de todas las cosas, por lo tanto, Dios ha creado todo para todos y el que se hayan presentado a lo largo de la historia, la presencia de la pobreza, no es por mezquindad de Dios ni porque Dios haya privilegiado a unos y excluido a otros. Al contrario, lo que Dios quiere es que todos tengan todo porque él es un Padre bueno, es un Padre misericordioso, es un Padre que se ocupa de todos y no quiere que ninguno de sus hijos quede excluido, al margen de la mesa de la vida, al margen de la creación, más aún, Dios defiende al pobre y al darse cuenta que los pobres no participan del banquete de la creación, él personalmente asume la responsabilidad de defender a los pobres.
Todo el recorrido de la fe a lo largo de la historia, nos permite contemplar a un Dios sensible a los desposeídos, al clamor de los que no tienen nada, a los que han sido marginados, a los que se les ha arrebatado los bienes que le corresponde por ser hijos de Dios.
Todavía hoy resulta evidente para nosotros la lucha para que todos tengan todo y para que todos los seres humanos se beneficien de la obra de la creación, es una lucha constante porque tanto en el pasado como en el presente se siguen dando las exclusiones, las marginaciones y distintas escenas de pobreza.
Aunque algunos de nosotros podríamos pensar que Dios podría actuar de manera agresiva y violenta destruyendo a los ricos, a los poderosos, a los que han desposeído a los pobres haciendo algo por los pobres y llevándolos a la emancipación, pero, los sentimientos de Dios y la manera de proceder de Dios es muy distinta a los criterios humanos, Dios es paciente, es compasivo y espera que se tomen las medidas respectivas para qué con una conversión sincera se puedan llegar a poner en la mesa a los que no han tenido el privilegio de sentarse a disfrutar de los bienes de mi Padre celestial.
La paciente mirada de Dios hace que cuando el corazón humano se enfríe y los ojos se nublan para no ver ni el sufrimiento, ni el dolor de los más pobres, Dios personalmente se incline a servirlos.
Dios toma la iniciativa en favor de ellos tal vez por esto son los pobres los que mejor experimentan la mano de Dios en sus vidas, quizás por esto, son los pobres los amigos de Dios, los que viven una estrecha relación con él y con los que Dios tiene mucha cercanía.
La Iglesia llamada a tener los mismos sentimientos de Cristo y, por lo tanto, a sentir lo mismo que siente Dios por los pobres, debe ser la primera en la realidad de pobreza y de miseria en que viven millones de seres humanos en asumir la defensa de los pobres.
Cada uno de nosotros como creyentes y discípulos de Jesús, debemos comprometernos para qué los sentimientos de Dios en favor de los pobres, nosotros los realizamos en el que hacer de cada día y de esta manera con nuestras acciones, mostremos cómo Dios se sigue ocupando preferentemente de los pobres para que todos participen de la obra creadora que Dios ha hecho en favor de todos.
JESÚS, Y LOS POBRES
Abril 2024
Este tema lo iniciamos pidiendo la intercesión del Espíritu Santo, para que suscite la voluntad de nuestro Padre Dios.
Sin duda alguna, estamos ante uno de los temas más apasionantes, más impresionantes, pero también de los más controvertidos en la vida de Jesús.
En efecto, había muchos que estaban al acecho mirando cómo se comportaba Jesús y criticaban duramente el estar con los pobres, el ocuparse de ellos, el vivir con ellos, ayudarlos, darles la mano y atenderlos.
La mentalidad de aquella época muy semejante a la nuestra, tiene la certeza que la pobreza es una desgracia, que el pobre es un desgraciado, que el pobre es una persona que está pagando su pecado, por lo tanto, es alguien digno de ser desechado, excluido y marginado. Los pobres son propios de lástima, los pobres no son los que están llenos de las bendiciones de Dios, todo lo contrario. Atendiendo esa mentalidad tiene que ser muy escandalosa la actitud de Jesús y nos vamos a ocupar en esta unidad, precisamente de ver el choque que produce Jesús, al acercarse a los pobres, compartir con ellos, sentarse a la mesa con ellos, al anunciarles la salvación y la buena noticia de Dios.
Esto es inaudito, esto es escandaloso, por eso a Jesús se le tilda y se le condena de estar con los pecadores, con los pobres, con los que la sociedad desecha, con los excluidos y los marginados, con los que no gozan de la bendición de Dios. De esos pobres se va a ocupar preferentemente Jesús, su tarea pastoral, su quehacer misionero será entonces un programa y un plan de vida completamente diferente al que desarrolla el concepto religioso, político, cultural y económico de aquella época.
Sigue siendo aún en nuestro tiempo, escandaloso el modo de ser de Jesús, pues bien, si echamos una rápida mirada sobre la realidad contemplamos que también hoy el anhelo del ser humano es recibir bendiciones de Dios, pero con riquezas no con pobreza.
Difícil aceptar que se le pueda decir a uno o a alguien, reciban las bendiciones de Dios y que esas bendiciones de Dios le traigan pobreza. Inmediatamente hay una reacción, hay una incomodidad, hay un escozor. Si se le da la bendición a alguien, para decirle que Dios le haga pobre, la persona se escandaliza, se incomoda, también nosotros a pesar del paso del tiempo, estamos creyendo y convencidos que las bendiciones de Dios no permiten que una persona viva con limitaciones, o que crezca y viva en pobreza, al contrario, estamos convencidos que una persona goza de las bendiciones del Señor, si sale de la pobreza, es decir, si se hace a bienes, si consigue dinero, si logra hacer una cierta seguridad económica.
Jesús, el hombre pobre que se ocupa de los pobres.
Estudiar este tema resulta para nosotros apasionante porque Jesús es el hombre pobre que se ocupa de los pobres. Jesús atiende personalmente a los pobres, Jesús busca que el reino de Dios llegue el corazón de los pobres y ha venido a anunciar la buena noticia de Dios a los pobres, a decirles que gozan del año de gracia de Dios, que lo que no han tenido a lo largo de la vida se los ofrece gratuitamente ahora a Dios, que lo que ha sido exclusión y marginación ahora se vuelve inclusión, porque Dios tiene una mesa preparada para todos, Dios no excluye a nadie y nadie sobra en la mesa del Señor, especialmente los pobres, son los primeros invitados a gozar del banquete que Dios ofrece.
Por eso los pobres, están puestos en el corazón de Dios y deben estar puestos en el corazón de la Iglesia. Los pobres están llamados a sentir la oferta que Dios les hace por medio de Jesucristo, de venir a gozar del reino de Dios, experiencia que debe comenzar en el quehacer cotidiano de los obreros, de los trabajadores, de los campesinos, de los humildes y sencillos.
La palabra de Jesús resuena en el corazón de un creyente llenándolo de fortaleza, de consuelo y de esperanza; dando una mirada distinta sobre el rostro de los marginados, de los excluidos, de los pobres. La presencia de Jesús en medio de nosotros es manifiesta, es clara, es precisa.
El Evangelio de San Lucas, muy cercano a los pobres y que describe con lenguaje muy preciso, los bellos momentos en los que Jesús se encuentra con rostros pobres. Nos dice en el capítulo 4, versículo 16 y siguientes, que un sábado Jesús fue a la Sinagoga a orar como era su costumbre y cuando estaba allí en la oración, en el lugar religioso del pueblo donde se había criado en Nazaret, Jesús está al frente de la celebración litúrgica como es propio del ritual de los Judíos y los que están sirviendo le pasan uno de los rollos de la Sagrada Escritura, el del profeta Isaías y al leerlo dice así: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me he ungido y me ha enviado a anunciar la buena salvación a los pobres” (Cf Lc 4,18).
Anunciar la buena salvación a los pobres, significa proclamar para ellos, los excluidos, los marginados, los que no cuentan, los que la sociedad y la cultura trata de desgraciados, para anunciarles un año de júbilo, un año de libertad, un año de restituirlos, de devolverles lo que les habían quitado, un año para vivir la experiencia de una vida nueva de un cambio profundo. Eso ya se constituye entonces un extraordinario don de Dios, la Sagrada Escritura lo describe como el encuentro con un gran tesoro o con una perla fina.
Al acontecer este encuentro liberador, Jesús está ofertando a los creyentes la gracia de la salvación, a los que estaban esclavos, a los que eran víctimas del pecado, a los que estaban cojos, a los que estaban lisiados, a los que estaban enfermos, a todos los que acudían a él, el Señor los sanaba. Pero se ocupaba de los pobres para aliviarlos, se ocupaba de los pobres no precisamente para describirles que fuera la maldición de Dios sino para bendecirlos en nombre del Señor, por eso, Jesús trató de una manera exquisita a los pobres, se ocupó de ellos en una palabra los AMÓ.
Cuando hablamos de Jesús e incluso de la Iglesia naciente y el trato con los pobres nos damos cuenta que Jesús no ha venido a llenar los bolsillos de los pobres para que dejen de ser pobres, ha venido a llenar los corazones de los pobres para que pasen a tener una visión distinta, la de ser hijos de Dios. Y con esa nueva mirada entonces ya no son los excluidos, ya no son los marginados, ya no son los culpables de las desgracias que están viviendo o de las enfermedades o de las limitaciones, al contrario, ese grupo de personas está puesta en la mirada de Dios, en sus entrañas, en su corazón, en sus sentimientos.
A Dios le duelen los pobres y eso lo expresa en Jesús que es la revelación del amor de Dios, Jesús muestra su corazón, su rostro y su ser compasivo y misericordioso con todos, con los enfermos, con los angustiados, con los atribulados, con los que tienen problemas.
La Sagrada Escritura señala aquellos textos donde Jesús se acerca a los excluidos, a los marginados, y aunque lo critiquen, aunque lo condenen y aunque digan que está pecando por acercarse a un pobre, a un enfermo, Jesús está por encima de todas esas barreras y limitaciones que hacemos los seres humanos.
Jesús ha venido a anunciar el reino de Dios, a proclamarlo como año de gracia, como año jubilar, como un año de fiesta, de alegría y de paz. Se trata de algo inimaginable para los pobres, esto no era lo normal ni lógico que se ofreciera a los pobres. Pero Jesús ha venido a revolucionar el esquema y la estructura, ha venido a producir un cambio profundo con respecto al trato que se le da a los pobres. Jesús ha venido a traerle fiesta a los pobres, a traerles el año de júbilo y los pobres lo necesitaban; con esta actitud Jesús está mostrando la misericordia de Dios está revelando que efectivamente el reino de Dios ha llegado, que lo que Dios había prometido en favor de los pobres tiene cumplimiento y que eso prometido se está cumpliendo ahora aquí en Él.
Jesús es el júbilo, Jesús es el año jubilar, Jesús es la presencia de la misericordia de Dios y Jesús actuó misericordiosamente con los pobres, con los excluidos, con los marginados, con los que no cuentan, con los que no valen.
Jesús ha venido a tomar parte con el mundo de los pobres, la actitud de Jesús es agresiva y la actitud de Jesús es realmente desconcertante, acercarse a un pobre era quedar contaminado, juntarse con los pobres es hacerse pobre y hacerse pobre significa hacerse maldición, hacerse pobre significa el que no goza de los beneficios de Dios, hacerse pobre significa ser pecador. Jesús no tiene reparos en asumir la condición de la vida de los pobres, en acercarse a los pobres y en ofrecer la compasión y la misericordia de Dios.
De ahí entonces, que la actitud de Jesús resulte tan escandalosa, más aún, no solamente Jesús está con los pobres, sino que además abre el reino de Dios a los pobres y les dice abiertamente que el reino de Dios es para ellos, que dichosos y bienaventurados son los pobres (Cf Mt 5,3), pero además de hacerles el anuncio, Él personalmente se encarga de cuidar y proteger a los pobres.
Jesús expresa que el verdadero amor a Dios es el amor a los pobres, a los enfermos, a los excluidos, a los marginados, a los que están medio muertos al borde del camino. Jesús revela entonces la bondad de Dios, el interés de Dios, el corazón de Dios, el amor de Dios por los pobres, si esa es la actitud de Jesús entonces los creyentes de todos los tiempos deben llevar la vida de Jesús y teniendo los mismos sentimientos de Cristo tendríamos que ocuparnos de hacer y de ofrecer lo mismo que ofreció e hizo Jesús con los pobres.
Sólo así, podemos entender que una Iglesia fiel que se identifica con Jesús, tiene que ser la Iglesia de los pobres, que anuncia la buena noticia, el año de júbilo a los pobres y se construye. Cada uno de nosotros como creyentes debe comprometerse y asumir la tarea de buscar cada día que el anuncio gozoso del año jubilar de la buena de Dios, del amor por los pobres se haga realidad y se lleve a feliz término.
JESÚS, EL POBRE DE NAZARET
Marzo 2024
Como se trató en el tema anterior, no menos aquí, se hace necesario pedir la presencia del Espíritu Santo, porque de quien vamos a hablar es el Hijo de Dios, el Santo de Dios, el Mesías, el Rey y Señor, y si en la lección anterior hubo atrevimiento al adentrarnos en su corazón para decir algo de sus sentimientos, en esta lección, que requiere oración para leer con santidad, vamos a ocuparnos del estilo de vida de Jesús, vamos a tratar de acercarnos a él para preguntarle ¿Maestro, cómo vives?
Con la gracia del Espíritu Santo nos aproximaremos a Cristo y contemplaremos que Jesús es un hombre pobre, Él mismo vive en la pobreza; cuando habla de los pobres, cuando se ocupa de los pobres, cuando atiende a los pobres, Él mismo es un hombre pobre, por lo tanto, asume los mismos sentimientos de los pobres. Él siente como pobre, siendo Dios se hizo pobre, para hablar el lenguaje de nuestra pobreza, para mostrarnos que para sentir lo que sienten los pobres se hace necesario ser pobre, que no hay otra mirada, que no hay otra manera de acercarnos a esta realidad si no es viviéndola. Jesús es un hombre pobre, se ha hecho pobre y vive en medio de los pobres.
En la cultura de nuestro tiempo, los que se ocupan de los pobres suelen ser estudiosos; datos estadísticos, sociólogos, politólogos, economistas, distintas ramas de la investigación científica se ocupan de mirar a los pobres desde diversos ángulos. Sin embargo, la mirada de Jesús no corresponde a esas miradas de los estudiosos de nuestro tiempo.
En efecto, para Jesús los pobres no son un dato, ni un número. Para Jesús los pobres son una realidad concreta, son rostros concretos, son personas, son hijos de Dios, son seres con sentimientos, que son amados por Dios y que están llamados a vivir la experiencia del amor de Dios.
Por eso la lectura que se puede hacer de los pobres se hace desde la vida misma de Jesús, que es un hombre pobre. No se trata entonces de la mirada desde un escritorio o desde, unos datos estadísticos de una computadora, sino desde el corazón mismo de quien vive pobre entre los pobres. Esto no es ajeno a la realidad con la que Dios se adentra en la historia y en el acontecer de los hombres.
Una rápida mirada sobre la vida de Jesús nos permite a nosotros identificar cuál ha de ser también la vida de un creyente; Jesús se encarnó y se encarnó haciéndose uno como nosotros, nació humildemente, como la inmensa mayoría de la gente, nació en pobreza, nació pobre.
El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
Los relatos de la Sagrada Escritura precisan que Jesús nació acompañado por la naturaleza, sin donde poner la cabeza y así vivió toda la vida. Jesús nació en un portal en Belén de Judá, no nació en un palacio, nació como nacen la gran mayoría de los seres humanos. Pero en Él brilla la gloria de Dios, se alegran los humildes, se alegran los pobres y los que entienden ese lenguaje porque esa es su vida, vienen a cantar las glorias y las alabanzas al Señor, sintiendo que en la sencillez y en la humildad están la alegría y la paz, y entonces entonan los cantos glorificando a Dios porque ha nacido la alegría y la paz.
El ambiente de Jesús
La crianza de Jesús se llevó a cabo en una familia pobre, humilde, sencilla y trabajadora. En ese ambiente creció Jesús, en un ambiente de un hombre pobre donde no solamente nació pobre, sino que vivió pobre, y como era apenas lógico en esa vida de familia pobre, Jesús debía normalmente estar al lado del papá trabajando, ayudándole, colaborando, como es propio de los obreros, de los artesanos, de tal manera que los hijos llevan la misma vida de los padres.
Jesús asume la vida de familia de obreros, de trabajadores, de humildes, de gente pobre. Cuando comienza el ministerio público, Jesús tiene una presentación de su programa de vida, que es el proyecto de Dios en Él, anunciando en la Sinagoga que ha sido enviado para anunciar la salvación a los pobres. Por supuesto, viene la pregunta y el interrogante ¿qué puede salir de Nazaret? ¿qué puede salir de un villorrio?, ¿qué puede salir de una tierra pobre?, ¿que podrá salir de una familia desconocida, de una familia anónima?; Si el Mesías, si el que esperaban como rey de Israel sucesor de David debiera ser o pensaban, aspiraban a que fuera alguien de un estilo de vida distinto, pero Dios sorprende en Jesús y la sorpresa de Dios es que se hace pobre como la inmensa mayoría de la población, como la inmensa mayoría de nuestra gente.
La experiencia de vida de Jesús
Jesús siendo el Hijo del Padre vive la experiencia que vive la gran mayoría de los hijos de Dios, hombre pobre. Siendo el Señor de todo, lo deja todo, para hacerse uno como todos. Sin embargo, aunque cueste mucho entenderlo en el mundo de hoy, la pobreza es una manera de libertad.
Jesús no se deja esclavizar del dinero “nadie puede servir a dos señores porque se ocupará de uno y olvidará al otro”, no se puede servir a Dios y al dinero (Cf Mt 6, 24), lo dirá abiertamente ante los fariseos, y se reían de él.
También hoy a nosotros nos cuesta muchísimo entender que pobreza es libertad, que los más libres son los pobres, que una persona rica y acaudalada ha perdido la libertad y se vuelve esclava de los bienes que tiene, que todo lo que puede acumular una persona se vuelve necedad, “¡necio!, para quién has acumulado todos tus bienes y tus riquezas esta misma noche se te pedirá la vida” (Cf Lc 12, 20).
Jesús es el hombre libre que no tiene nada ni se apega a nada porque es Hijo del Padre y todo lo del Padre es suyo, su riqueza es ser Hijo de Dios y quiere que también nosotros aprendamos a vivir como hijos de Dios, que entendamos que todo lo de nuestro padre es también nuestro y que no tenemos que preocuparnos por tener y acumular, pues la vida no es para ello, sino para gozarnos como hijos de Dios. (Cf Jn 16, 15)
Lograr asumir el estilo de vida de Jesús vivir en pobreza es vivir en libertad. Jesús es un hombre pobre, que vive pobre y que muere pobre. Contemplar a Jesús crucificado, abandonado de todo y de todos, despojado de sus vestiduras nos muestra que Jesús asumió totalmente la pobreza.
Finalmente, fue sepultado en un sepulcro que no era ni de él, ni de la familia, era un sepulcro ajeno y allí unos amigos suyos hablando con el gobernante, pidieron permiso para bajarlo de la cruz y lo depositaron, lo pusieron en un sepulcro nuevo donde nadie había sido sepultado todavía. De esa manera podemos contemplar como creyentes este estilo de vida de Jesús.
Los pobres no son pues para nosotros un dato estadístico, son una realidad que ha asumido Jesús mismo viviendo como pobre. Sólo podremos como creyentes aproximarnos a los pobres con los mismos sentimientos de Cristo, siendo pobres.
LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO
Febrero 2024
Este tema, como la inmensa mayoría de los temas que se van a desarrollar en este curso, se debe comenzar con un buen rato de oración, porque se trata de algo que está en el corazón mismo del ser de Dios, de aquello que Dios mismo siente, expresar lo que el Señor nuestro Dios tiene en su corazón con respecto a los más pobres.
Por lo tanto, nos estamos adentrando en un asunto sagrado. Estamos abordando un tema teológico porque es de Dios, es un tema espiritual porque está necesitado de la presencia del Espíritu Santo que nos permita a nosotros mirar con la mirada de Dios el rostro de los pobres. Es un tema que requiere tener sentimientos y los sentimientos son entonces, de lo más profundo del ser humano, del corazón mismo de alguien, es decir, se trata ya no de un ser humano sino de Dios, nos atrevemos a decir algo de Dios al tiempo que decimos algo de los pobres.
El curso se ocupará especialmente de la mirada de Dios, del sentimiento de Dios, del corazón de Dios nuestro Padre por los pobres de esta tierra. Que el Señor con la gracia y con la luz del Espíritu Santo nos lleve de la mano para poder adentrarnos en los mismos sentimientos de Cristo que expresa lo que Dios nuestro Padre siente, ha sentido y sentirá por los más pobres.
Sin duda alguna, que la palabra sentimientos no es extraña al hombre de hoy en su lenguaje. La palabra sentimiento se expresa y se utiliza con mucha frecuencia. Se habla que hay algunas personas que no tienen sentimientos y al decir que alguien no tiene sentimientos estamos hablando de un modo de ser, de una manera de comportarse, de ser indiferente, de no sentir nada. En cambio, de ello hablamos de otras personas que sí tienen sentimientos y se puede evidenciar fácilmente, una persona con sentimientos de otra sin sentimientos. La persona que tiene sentimientos no puede ser indiferente, no puede estar al margen de lo que acontece, no puede excluirse, no puede pasar desatendiendo lo que está pasando con otros.
Los sentimientos no solamente hacen relación a una persona, sino que hacen además conexión con otras personas, interactúa con otras personas. En la cultura de hoy, si bien es cierto que hay personas sin sentimientos, también es cierto que son muchos y es lo normal en el ser humano que tengan distintos sentimientos y que los expresen de diversas maneras, hay quienes les cantan a los sentimientos, quienes lloran por sentimientos, se dice de algunas personas que son muy sentimentales, hay personas que expresan los sentimientos con muchos detalles.
De todas maneras, los sentimientos están apareciendo constantemente en las cosas, situaciones, circunstancias de nuestra vida: tiene sentimientos una madre, tiene sentimientos un papá, tienen sentimientos los hijos por los padres, tienen sentimientos los novios, tienen sentimientos los esposos, se tiene sentimientos por los amigos y se tienen sentimientos también por aquellas personas que encontramos postradas, angustiadas, debilitadas, incapacitadas que requieren una palabra, un gesto, una actitud y una ayuda nuestra.
Esta lección, nos permite a nosotros con ese lenguaje, tratar de aplicarlo también a lo que Dios siente, y hablando de los sentimientos de Dios, poder decir que Dios no es indiferente, que no es ajeno a la suerte del mundo y de los hombres, que no es un Dios que haya dejado abandonada la historia. Al contrario, es un Dios que revela los sentimientos constantemente, que expresa sus sentimientos de múltiples maneras, que nos deja sentir su presencia en cada uno de nosotros y con todos. Esos sentimientos de Dios han sido expresados específicamente en su Hijo Jesucristo. En él, está el rostro de los sentimientos de Dios. Jesús ha venido a mostrarnos que siente el padre por nosotros y Jesús ha revelado con su modo de vivir en medio de los hombres ese sentimiento a profundidad.
Jesús tiene sentimientos, es capaz de alegrarse, de estar de fiesta, de ir al banquete, pero es también sensible y expresa los sentimientos cuando se le muere un amigo como Lázaro. Jesús tiene sentimientos y se lamenta de la dureza de corazón de quienes comparten con él el anuncio del mensaje y no lo aceptan. Jesús expresa los sentimientos en los agobiantes minutos de la cruz. Jesús expresa también los sentimientos de fuerza y de esperanza con los discípulos cuando Resucitado, se les aparece y les dice: ¡Alegría y paz hermanos!
Jesús muestra sentimientos especialmente con los más pobres y para este curso, resulta fundamental interesarnos por esos sentimientos que aparecen en la Sagrada Escritura, especialmente en el Nuevo Testamento, donde Jesús siente por los más pobres.
Jesús siente lástima, se compadece, toma de la mano, toca, devuelve a la vida, levanta, Jesús perdona. El maestro repetidas veces y constantemente nos está mostrando su corazón y de esa manera el corazón de Dios, es un corazón que se compadece de los pobres, de los humildes, de los sencillos, precisamente de aquellos que generalmente el mundo desprecia, de aquellos que generalmente el mundo pisotea, de los que el mundo margina y excluye. A estos Jesús ha venido a tender la mano, a sentarse a la mesa, a invitar al banquete. “Cuando vayas a dar un banquete invita a los excluidos, los cojos, a los lisiados, a los pobres, a los que no pueden pagarte” (Cf Lc 14, 13-14) esos son los sentimientos de Cristo.
El creyente está invitado a tener los mismos sentimientos de Cristo, la fidelidad significa entonces, seguir al maestro en sus huellas pisando sus pasos. Estamos hechos para vivir con los mismos sentimientos de Cristo, si tenemos los mismos sentimientos de Cristo podemos realmente llamarnos Cristianos y para ser Cristianos hay que ver al pobre como lo vio Jesús, sentirlo, tenderle la mano como lo hizo Jesús. Tengan pues los mismos sentimientos de Cristo (Cf Flp 22,5), esa es la tarea que se nos propone en esta primera lección.
Tener los mismos sentimientos de Cristo es echar una mirada entorno a lo que nos rodea, a los rostros de las personas que están cercanas a nosotros, a los más necesitados, necesidades de todo tipo, muchos de ellos han perdido las razones de vivir, la esperanza, muchos de ellos se han vuelto indiferentes, sin sentimientos. Estamos llamados a romper esa cadena y a no ser indiferentes ni indolentes, estamos llamados a sentir, a crecer en los sentimientos y en los mismos sentimientos de Cristo por los más pobres. Ser cristiano significa tener los mismos sentimientos de Cristo con los pobres.
OPCIÓN FUNDAMENTAL POR LOS POBRES
AÑO 2024
LA PARROQUIA AL SERVICIO DEL ENCUENTRO CON CRISTO
LA PARROQUIA ESCUELA DE DISCÍPULOS MISIONEROS
- La vocación de los Discípulos Misioneros a la santidad.
Este tema debiera ser seguido a modo de Retiro Espiritual, dada la trascendencia y el significado profundo que implica para un creyente en cuanto a la reflexión y meditación de la elección divina.
Para ser discípulo misionero de Jesús, en primer lugar, damos gracias a Dios que ha tomado la iniciativa de llamarnos a participar en la experiencia de su amor. Dios que nos ha llamado a la vida, nos llama también a vivir la experiencia del amor divino y a transmitir este amor a los demás.
- Llamados al seguimiento de Jesucristo. Dios Padre, por amor, ha llamado a la criatura humana a participar de su vida y de su gloria y pedagógicamente lo ha hecho a lo largo de la historia a través de elementos valiosos y significativo.
De modo particular, esta acción de Dios se nos manifiesta a través del pueblo de Israel, un pueblo pequeño sin mayor trascendencia del que Dios se apropia, haciéndolo suyo, para que en la dinámica de la historia por medio de ese pueblo, revelar todo su proyecto de amor y de vida.
Por medio de Israel, Dios fue manifestando su plan de salvación para todas las naciones, con Israel tuvo una singular experiencia de comunión, de afecto y de ternura. A Israel le mostró su verdad, su vida y su santidad. Esperó que Israel lo hiciera también en medio de las naciones y posibilitara lo que había recibido para que otros pueblos vivieran la misma experiencia.
Israel pudo experimentar la diferencia entre sentirse amado de Dios, de un pueblo que era conducido de la mano del Dios que es amor, a los pueblos que vivían en torno no al Dios vivo sino a los ídolos que ellos mismos habían fabricado con sus propios materiales y con sus propias manos. El Dios vivo de Israel había tomado al pueblo pequeñito y lo había sacado de la esclavitud para que llevara la experiencia de la libertad a un pueblo que estaba en redes de muerte, lo sacó a la vida y cada vez que Israel clamó al Señor, Dios lo escuchó y se manifestó como el Dios de la vida, no es un Dios de muertos.
Más tarde, Dios en medio del pueblo de Israel manifestó su santidad y todo su amor enviándonos a su Hijo Jesucristo para enseñarnos el camino de Dios. El camino de la santidad con Jesús brota una novedad. El llamamiento que Jesús hace, genera una extraordinaria ruptura. Jesús aparece como el Maestro y como Maestro despliega dos cosas fundamentales que hacen diferencia con los otros maestros de su tiempo:
En primer lugar, los discípulos van experimentando que este Maestro los ha llamado, que Él los ha elegido, que no fueron ellos los que escogieron al Maestro, sino que el Maestro fue el que los llamó a ellos y los eligió.
En segundo lugar, experimentan en el estar con Jesús que no los llamó para hacer algo, para aprender simplemente algo de la vida, sino para que la vida de ellos se confundiera con la vida del Maestro, para llevar una vida íntima con Jesús, para participar de la vida que viene de las entrañas del Padre, para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones, correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión hasta el punto de que también ellos en Cristo son responsables de hacer nuevas todas las cosas.
Nos detenemos en el número 131 del Documento de Aparecida, que en este sentido es iluminador y que marca la pauta de lo que es un discípulo de Jesús, el seguidor de este Maestro. En el Evangelio de San Juan 15, 1 – 8, Jesús nos muestra cuál es el tipo de vinculación que pide de nosotros hacia Él, no es una vinculación de siervos, no es una vinculación de esclavos, el esclavo no tiene entrada en la casa del amo.
Jesús quiere que vivamos con Él, una vinculación de amigos y de hermanos, que ingresemos a su vida y que la vida de Jesús la hagamos propia en nosotros, que vivamos hermanos de Jesús y partícipes de la vida del resucitado como hijos del Padre celestial, que compartamos la misma vida que viene del Padre, Él porque es Hijo, nosotros porque somos discípulos y participamos de la vida en el hijo, esto nos hace entonces hermanos de Jesús y por lo tanto, hermanos de los demás miembros en la comunidad.
Resulta fundamental sentir que el discípulo de Jesús es declarado entonces de la familia suya, de la familia de Dios porque se comparte la misma vida que viene del Padre.
La parroquia nos permite entonces como discípulos y Misioneros llamados a intensificar nuestra respuesta de fe, anunciar que Cristo ha redimido a todos, de todo pecado y de todos los males de la humanidad. Responder a esta vocación exige entrar en la dinámica del buen Samaritano, de hacernos prójimos del que sufre, del excluido, del marginado, de acoger a los pequeños, de sanar a los que están sufriendo, de perdonar y amar a los que están esclavos.
Esto implica una configuración con el Maestro, la admiración que está por la persona de Jesús. Su llamada y su mirada de amor, suscitan una respuesta consciente y libre desde lo más íntimo del corazón, una adhesión de toda la persona, la persona de Jesús es un sí que nos llena plena y totalmente con esa respuesta.
Entonces nosotros estamos invitados a configurarnos verdaderamente con el Maestro, asumiendo el mandamiento del amor, en efecto, Jesús que es el maestro nos pide a nosotros discípulos amarnos los unos a los otros, como Él nos ha amado; está es la medida que Jesús pide de nosotros, no a medias sino total, un darnos totalmente y esto hace que el amor de los cristianos en el mundo sea distinto de todos los demás y esa debe ser la característica propia de la comunidad cristiana de los discípulos de Jesús, que testimoniamos el amor fraterno como el principal y el primer anuncio que permite que los demás reconozcan que somos discípulos del Maestro por la manera como nos amamos.
La imagen de este proyecto de Dios como discípulo es la Santísima Virgen María, ella sale a compartir con Isabel lo que el Señor le ha revelado y es motivo de alegría. De la misma manera nosotros estamos enviados a anunciar el Evangelio del Reino de la vida, esa también es una misión.
El Papa Benedicto XVI nos recuerda que el discípulo fundamentado así en la bondad de Dios, siente un impulso a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus hermanos, por eso, discipulado y misión son las dos caras de una misma medalla.
Ser discípulo de Jesús implica entonces necesariamente salir a anunciar a Jesús. La tarea esencial de la evangelización incluye el anuncio gozoso de la liberación y la salvación a los pobres promoviendo integralmente a la persona y liberándola cristianamente de todas las esclavitudes, como Jesús salió al encuentro de las personas, también el discípulo misionero va al encuentro de las personas con amor, de esa manera participa de la misión del Maestro y así vivimos como auténticos discípulos.
En eso consiste la santidad de los creyentes, para hacer realidad ese discipulado, Jesús nos ha dado el don del Espíritu Santo. Ser discípulos de Jesús implica entonces recibir también el don del Espíritu Santo, el Pentecostés vivido por la Iglesia se manifiesta también hoy cuando el discípulo misionero es sellado con el Espíritu Santo para continuar la obra de Jesús.
En el tiempo presente, Jesús nos transmitió el plan del Padre y nos dio el Espíritu Santo para que nosotros vivamos la vida de Él, para que nosotros tengamos una vida profunda de interioridad con Dios al modo del Maestro. Nuestra vida de ser discípulos Misioneros se hace posible gracias a la acción del Espíritu Santo en nuestros corazones. (DA 129 – 153)
LA PARROQUIA INSTRUMENTO DE EVANGELIZACIÓN
Acabamos de considerar en el tema anterior, las luces y las sombras que se presentan en el camino formativo de los discípulos misioneros en nuestra Iglesia Latinoamericana y muy específicamente en cada una de nuestras parroquias. Ahora, vamos a mirar unos elementos generales que podemos considerar bendición de Dios para nuestro quehacer formativo, dado que son regalos divinos que favorecen el que nuestras parroquias se puedan dedicar a evangelizar y formar discípulos misioneros de Jesucristo. En este sentido, la vocación a ser discípulos Misioneros constituye motivo de júbilo y de acción de gracias de parte de la Iglesia y de cada uno de los que ha recibido este inmenso don divino.
El documento de Aparecida titula esta parte: “La alegría de ser Discípulos Misioneros para anunciar el Evangelio de Jesucristo” destacando el privilegio de ser llamados para ser constituidos y consagrados discípulos misioneros, lo que implica por lo tanto, una seria y sólida formación que pueda responder a tan admirable vocación.
Si bien es cierto que las incertidumbres son muchas, también es cierto de las certezas que nos da la presencia de Jesús en medio de nosotros, en efecto, Jesucristo se nos presenta como el Camino, la Verdad y la Vida, Él conduce a la vida eterna, Él nos revela en plenitud la vida del Padre, Él nos muestra la vida divina y nos provoca a ir a la casa del Padre. Jesús tiene palabras de vida eterna y Él es esa Palabra. Jesús es la puerta de entrada a la vida eterna y Jesús ha venido a darnos vida en abundancia. Jesús verdadero Hijo de Dios es la Palabra hecha carne, es verdadero Dios y verdadero hombre, que se ha entregado por nosotros en la cruz y que ha resucitado constituyéndose en el cordero de Dios que quita el pecado del mundo y que nos salva a nosotros del pecado para que nos constituyamos en testigos de la vida nueva del resucitado, participando nosotros de esa vida.
Jesús nos has dado el Espíritu Santo para constituirnos a nosotros ya no en hombres de miedo, encerrados, si no en los comunicadores de la Buena Noticia de Jesús el Hijo de Dios. Por ese Espíritu Santo, nosotros podemos anunciar que Jesús es el Señor y con la alegría de la fe somos Misioneros para proclamar el Evangelio de Jesucristo y posibilitar que en Él, otros tengan vida nueva, una vida digna, de auténticos hijos de Dios que se realiza en la familia, en el trabajo, en el estudio y en el cuidado de la creación.
Cada uno de estos aspectos es descrito como una oportunidad de alabar a Dios, la vida humana engrandece el amor divino y por eso bendecimos a Dios por la dignidad de la persona humana y podemos anunciar y proclamar la Buena Nueva de la dignidad humana. Alabamos a Dios por los hombres y mujeres de nuestro continente, de nuestras parroquias que movidos por la fe han trabajado, incluso han dado su propia vida, defendiendo a los pobres, a los excluidos y a los marginados.
Alabamos a Dios, en segundo lugar, por el don maravilloso de la vida especialmente por aquellos que con espíritu alegre, promueven una vida en la que se cultivan las grandes ilusiones de los hombres, la música, la danza, la poesía, el arte, el deporte, haciendo que nuestros pueblos crezcan en la ilusión y en la esperanza y a pesar de nuestro pecado, nos animemos a dar razón de nuestra vida y a luchar para que la vida humana sea protegida y en ella Dios sea continuamente alabado.
De modo especial, damos gracias a Dios que en su Hijo Jesucristo nos ha abierto a la vida nueva de la eternidad. Ésta es realmente la más profunda verdad que nos ha sido comunicada, no vivimos para la inmanencia, para el placer, el materialismo, el consumismo, el individualismo. Nuestra vida cristiana trasciende, nuestra vocación es la eternidad, es el más allá, nuestra vida cristiana es la libertad, no la esclavitud de la cultura de nuestro tiempo. Jesús defiende los derechos de los débiles y de la vida plena, digna del ser humano y el discípulo misionero asume esa bandera de Jesús.
En tercer lugar, damos gracias a Dios por el valor de la familia que se manifiesta en la inmensa mayoría de nuestras parroquias, la familia es un patrimonio de la humanidad constituye uno de los tesoros, ella ha sido y es escuela de fe, en ella se han cimentado los fundamentales valores humanos y cívicos, en ella nace la vida, se acoge, se respeta y de modo particular se protege. La familia es insustituible para la plenitud de la existencia, la serenidad, personal y la educación de los hijos.
Agradecemos a Dios, que nos revela que es amor y se nos manifiesta como familia trinitaria. Bendecimos y glorificamos a Dios también por el trabajo, damos gracias a Dios porque su Palabra nos enseña que a pesar de la fatiga que muchas veces acompaña al trabajo; el cristiano sabe que el trabajo unido a la oración, no solo sirve para el progreso terreno, sino también para la santificación personal y la construcción del Reino de Dios.
Alabamos a Dios, también por todos los talentos que ha posibilitado en nuestros científicos y en los tecnólogos que han permitido que nuestras parroquias crezcan en el desarrollo, la ciencia y la tecnología. Tenemos muchos fieles que posibilitan bienes, servicios y valores culturales, haciendo que la vida sea más humana, que crezca en las expectativas de calidad y que mejoren las condiciones para todos aunque la ciencia y la tecnología no tienen respuesta para los grandes interrogantes de la vida humana, los creyentes en nuestras parroquias a través de la ciencia y la tecnología, posibilitan que la vida sea más fraterna y más humana.
Alabamos a Dios, por quienes cultivan la ciencia y la tecnología, damos gracias también a Dios por la ecología; Él que ha creado todas las cosas en nuestras parroquias, espacios que admiramos para el desarrollo de la vida y la convivencia de todos como hijos e hijas en esta bella creación. Nos dejó la expresión de su bondad, de su belleza, nos ha manifestado el amor de un Padre providente y nos la ha confiado para que la cuidemos y la transformemos en fuente de vida para todos en nuestras parroquias. En este sentido, cuidar la Casa Común y posibilitar que las futuras generaciones puedan gozar de ella es un compromiso no solamente de lo que nosotros hemos recibido, sino de un mundo mejor.
La principal forma de respetar la naturaleza es promover una ecología humana abierta, la trascendencia que respeta a la persona, a la familia, a los ambientes y que sigue la indicación de recapitular todas las cosas en Cristo y alabar a Dios como Padre creador.
Así las cosas glorificamos a Dios y le damos gracias a Dios por nuestro continente y cada una de nuestras parroquias que tienen discípulos misioneros de Jesucristo, son hombres y mujeres de esperanza y de amor. Esto alienta nuestra confianza, nuestra certeza, abre los horizontes para que la vida de nuestros niños, de los jóvenes, de los mayores y de nuestras familias, a pesar de todas las dificultades permanezcan en la confianza en Dios, creciendo en el amor, cultivando la capacidad, el servicio y la solidaridad. Reconocemos la vitalidad de una parroquia que peregrina en medio de dificultades e incertidumbres pero con la certeza de que el Señor está con nosotros y nos acompaña siempre.
LA PARROQUIA Y LA TAREA EVANGELIZADORA ENTRE LUCES Y SOMBRAS
El servicio pastoral que la Iglesia ha prestado a lo largo de los años en el territorio Latinoamericano, nos permite hacer una mirada de fe sobre los aspectos más positivos y también sobre aquellos que nos angustian y desconciertan en cuanto a la realidad de nuestros pueblos y de nuestras parroquias.
El empeño en anunciar a Jesucristo y la Buena Nueva del Reino de Dios nos obliga como creyentes a estar vigilantes, atentos y a ser creativos, audaces e innovadores en las variables circunstancias y manifestaciones sociales, económicas, políticas, raciales, étnicas y religiosas que se presentan a diario en la vida de las gentes.
Para la lectura de estos elementos positivos y negativos en nuestra Iglesia particular y muy concretamente en nuestra parroquia, nos dejamos orientar por el Documento de Aparecida en los numerales 98, 99 y 100.
- La Iglesia en este momento histórico.
En el Documento de Aparecida (DA) en el número 98, se reconoce que a pesar de todas las deficiencias y las ambigüedades tenidas en la Iglesia, es innegable que se ha dado testimonio de Cristo anunciando el Evangelio atendiendo a los más pobres, promoviendo la dignidad de los excluidos, acompañando los esfuerzos para que los más necesitados sean atendidos en la salud, en la educación, el trabajo, el acceso a la tierra, la vivienda y muchos otros elementos que promuevan la dignidad de la persona humana.
Sin duda alguna, que todo este trabajo ha permitido que la Iglesia sea reconocida y que a pesar de todo en muchos momentos sea reconocida como una instancia de confianza y credibilidad.
Más aún, la presencia de la Iglesia en la promoción de la dignidad humana ha ocasionado en muchos casos persecución y aún la muerte de algunos de sus miembros a los que consideramos testigos de la fe. En nuestro continente y en nuestras tierras se hace necesario reconocer y resaltar el testimonio valiente de hombres y de mujeres que han vivido con radicalidad del Evangelio y han consagrado su vida a Cristo por mediación de la Iglesia sirviéndole al pueblo.
- Los esfuerzos pastorales para el encuentro con Jesucristo en la Iglesia de nuestro tiempo.
Entre los muchos esfuerzos que podríamos mencionar en la línea pastoral que a lo largo de estos años han posibilitado el encuentro de muchas personas y de pueblos enteros con Jesucristo vivo, vamos a resaltar unos cuantos:
2.1. La Animación Bíblica. Las diócesis del continente Latinoamericano y en ellas las parroquias como rostros concretos de la Iglesia que acompaña a los fieles en un determinado territorio o ambiente han aumentado considerablemente el conocimiento de la Palabra de Dios, el amor por ella y la lectura frecuente de los textos santos.
Para que esta animación bíblica continúe su proceso se hace necesario formar animadores, catequistas, profesores, misioneros parroquiales, grupos de lectores, talleres de lectio divina, cursos y seminarios de Sagrada Escritura, entre otros.
2.2. La Renovación Litúrgica. Si bien es cierto que el acontecimiento de la pandemia afectó notablemente la presencia de los fieles en las celebraciones litúrgicas y recién comienzan a regresar a las celebraciones comunitarias, no podemos ignorar que ha habido crecimiento en la dimensión celebrativa y festiva como se dan las celebraciones. Se centra la vida cristiana en la Eucaristía y de modo especial en la participación de la celebración del misterio pascual los domingos.
También se reconoce que se han hecho esfuerzos para inculturar la liturgia en la mentalidad de las gentes, para que las celebraciones sean festivas y participadas, en comunión de fe y de amor y con una decidida opción de participar en la santidad de Dios.
Nuestros pueblos son profundamente Eucarísticos y Marianos, y guardan un valioso afecto a las celebraciones de los santos y sobre todo a las fiestas patronales que correspondan a cada parroquia.
2.3. El gran aprecio a los sacerdotes. Hay gratitud y reconocimiento por la santidad y la entrega generosa de muchos sacerdotes en una determinada comunidad parroquial lo mismo que su testimonio de vida, su trabajo apostólico y el ardor misionero.
En la gran mayoría de las diócesis se cuenta con una pastoral sacerdotal que anima a los sacerdotes a llevar una vida santa, austera, sencilla, sana y fiel a las promesas sacerdotales hechas en el día de su ordenación presbiteral.
A los sacerdotes, el Pueblo Santo de Dios no los deja solos, al contrario, hay disponibilidad generosa de muchos fieles para apoyar las iniciativas misioneras y pastorales que se presenten en la vida parroquial.
La presencia de muchos ministros responsables con una sólida formación y consagrados al servicio del Evangelio y de la Iglesia resultan de gran apoyo evangelizador y humano a los sacerdotes en cualquier comunidad.
2.4 La abnegada labor de tantos misioneros. Se reconoce y se exalta la entrega generosa de tantos misioneros y misioneras que han pasado por nuestras tierras sembrando la semilla del Evangelio y promoviendo la salud, la educación, la cultura y la organización de los humildes y sencillos. Ellos han dejado en el corazón de los fieles la imborrable imagen de un Cristo humilde y sencillo que comparte la vida y los trabajos de obreros y campesinos.
2.5 Los esfuerzos de renovación pastoral en las parroquias. Es innegable que se han hecho esfuerzos significativos para hacer de la parroquia una estructura más ágil, creativa, audaz, organizada y misionera.
Cada vez se cuenta con personas mejor preparadas, con mayor participación con un alto grado de responsabilidad en las tareas que como bautizados están llamados a desempeñar con prontitud, entusiasmo y generosidad.
La misión de la Iglesia requiere una mayor participación de todos. Los bautizados no podemos seguir siendo espectadores pasivos de los aconteceres de la historia sin que nosotros hagamos lo que nos corresponde para transformar la rutina del desamor, el odio, la violencia y el pecado. Si bien es cierto que aún queda mucho terreno por recorrer la verdad es que el trabajo realizado nos llena de ilusión y de esperanza.
- 6. Estructuras más ágiles y más pastorales.
Es evidente que, en los últimos tiempos, animada por la gracia del Espíritu Santo la Iglesia se ha organizado de tal forma que pueda prestar un mejor servicio a todas las necesidades de los fieles.
Iluminada por la doctrina social se expresa una opción radical por la defensa de la vida en todos sus momentos, se ha trabajado incansablemente por el logro de la paz, se ha defendido el derecho a la libertad, a la práctica religiosa, por la construcción de un mundo más humano, más justo y más fraterno donde todos tengan la posibilidad de llevar una auténtica vida de hijos de Dios.
La Iglesia es consciente de una creciente ola de materialismo, hedonismo, consumismo y de relativismo. Sin embargo, empujada por el Espíritu Santo se enfrenta a estas realidades ofreciendo la verdad, la libertad, el amor y la plena realización de la existencia en Cristo Jesús.
- Las sombras que dificultan el encuentro personal con Jesucristo, en este momento histórico.
Aunque son muchos los valores y los aspectos positivos con que cuenta nuestra Iglesia, no podemos taparnos los ojos para contemplar también la realidad de los más grandes obstáculos y de las dificultades que con frecuencia debemos afrontar como creyentes, si queremos ser fieles al Evangelio que gratuitamente nuestro Señor Jesucristo nos ha confiado.
3.1. El bajo número de sacerdotes y de religiosas para atender las diferentes tareas de la Iglesia.
3.2. El crecimiento de grupos religiosos diferentes y contrarios a la Iglesia Católica.
3.3. El alejamiento de muchos fieles católicos, sobre todo cuando asumen responsabilidades políticas, sociales y culturales.
3.4. Las dificultades para asumir un lenguaje más expresivo y significativo con los jóvenes y los niños de nuestros territorios
3.5. El relativismo moral que ha permitido que muchos fieles no logren diferenciar la verdad de la mentira y asumir las prácticas de la caridad
3.6. El miedo paralizante que impide una decidida y valiente salida misionera hacia los alejados y los indiferentes.
PARROQUIA, COMUNIDAD DE COMUNIDADES
Informaciones atestiguan que en los últimos tiempos crece el sentimiento de soledad, de aislamiento, de exclusión, de marginación y la tendencia generalizada a encerrarse en temores y miedos provenientes de ideologías manipuladoras y catastróficas, de comunicaciones tendenciosas y pesimistas, de conceptos y de líneas de pensamiento negativas, derrotistas y manifiestamente enfermizas.
A esto se agrega la traumática experiencia dejada por la pandemia del Covid 19 que tanto efecto ha causado en los individuos y los colectivos generando grandes desequilibrios en las vidas de muchas personas.
A lo anterior, se pueden sumar muchas otras cosas como la inseguridad, la violencia callejera, la desconfianza entre las personas, el temor a quedar mal, el miedo a que descubran mi debilidad y muchas otras cuantas.
- Más comunicación menos relación.
Reconocemos que en las últimas décadas el desarrollo tecnológico en las comunicaciones ha posibilitado una amplia y asombrosa comunicación con todo el planeta.
La tierra se volvió una aldea global, la inmensa mayoría de la población está conectada. La radio, la televisión, el computador y el celular nos han reunido en un amplísimo auditorio al que asistimos casi todos cumpliendo cabalmente con las exigencias y los requisitos que los dueños de esos medios tengan a bien en poner sobre las masas.
Entre tanto, la gente por estar mirando los escenarios dejó de mirar a los otros e incluso se olvidó de mirarse a sí mismo. Como consecuencia de todo esto, es fácil encontrar hoy mucha gente conectada con el mundo entero pero desconectada de los vecinos y de los de su propia casa. Somos anónimos en la masa y somos una masa de anónimos.
Sin embargo, a pesar de las barreras y de los obstáculos en esta lección, se quiere hacer una propuesta que nos saque del tedio y del hastío, del individualismo y del encierro, del aislamiento y la marginación a posturas de apertura de participación, de incidencia y de asociación.
Todo esto requiere un cambio de mentalidad, un cambio de vida y un cambio de corazón. Tenemos que dejar a un lado el miedo y todos los temores infundidos y empezar un largo camino que nos permita crear confianza, tolerancia, afecto, respeto y consideración profunda por el otro.
En este sentido, creemos que por voluntad e iniciativa divina se propone al hombre contemporáneo unas instancias eclesiales que le permitan salir del anonimato, del encierro y del individualismo a congregarse en comunidad con sentimientos de amor fraterno.
Las instancias a las que vamos a hacer mención inmediatamente, si bien están en el colectivo de las gentes, sin embargo, no se precisa su ser y su misión.
Parroquia. Aunque ya dijimos algunos aspectos sobre el ser y la misión de la parroquia en lecciones anteriores, sin embargo, digamos que antes que un espacio determinado o un determinado edificio destinado al culto, hacemos referencia al grupo de personas que experimenta el llamado de Dios para abrirse a la novedad de una vida nueva compartiendo con otros especialmente con aquellos que más sufren, por exclusión, marginación y pobreza.
Debemos mencionar que para creyentes y no creyentes el término parroquia está en el uso frecuente de las personas.
Comunidad. Se habla mucho de comunidad pero se vive poco en comunidad. Incluso se aplica este término anónimos que se reúnen haciendo uso de la virtualidad y le denominan comunidad virtual pero si se tratará de proximidad y de presencialidad, afloraría que de comunidad no hay nada.
La palabra comunidad ha sido tan usada que ha perdido su sabor y su sustancia.
En muchos ámbitos se habla de la comunidad, refiriéndose a una masa amorfa, desorganizada y sin crecimiento.
Sin embargo, para los creyentes la comunidad es una iniciativa de Dios, en razón del amor que siente por nosotros.
La comunidad es un don de Dios para los seres humanos, para ser más personas llenas de amor, de gozo, de plenitud, de vida, de alegría y de paz. Los seres humanos no existimos para la soledad, el aislamiento y la distancia de los otros sino para vivir junto a otros y con otros, compartiendo sus sentimientos, sus penas, sus dolores, sus fatigas, sus alegrías y sus esperanzas. En comunidad se experimenta que somos hermanos, que somos familia, que somos hijos de un mismo Padre. La comunidad es real, con personas concretas, con nombres propios y con historias diversas en la que el Espíritu de Dios se hace presente dando la gracia de abrir la mente y el corazón para que se experimente una vida nueva, la vida de los hijos de Dios.
Comunidades. La parroquia debe ser generadora constante de comunidades que agrupadas en expresiones de fe como la celebración sacramental y sobre todo la celebración de la Eucaristía, el domingo que es el día del Señor, escucha con docilidad la Palabra de Dios, se deja formar como discípulo por esa palabra y se compromete a servir a los hermanos según las gracias y talentos que el Señor les haya regalado y a compartir con otros la Buena Noticia del Evangelio. Si se dan así las cosas, es fácil entender que la parroquia es comunidad de comunidades
El Documento de Aparecida. Son las conclusiones de la V Conferencia de los Obispos de América Latina que se encontraron en el Santuario de la Virgen de Aparecida patrona de Brasil, con el fin de reflexionar y proponer algunas líneas concretas para hacer frente a la amenaza de descristianización y la falta de coherencia en la vida de muchas personas de nuestro continente.
El Documento de Aparecida (DA) es muy importante porque va a señalar una ruta para sembrar y fortalecer la fe de los bautizados e insistir en la parroquia como el instrumento más práctico que permita el encuentro personal con Jesucristo, junto a otros hermanos con los que se conforma la pequeña comunidad que unida a otras pequeñas comunidades conforman una parroquia como comunidad de comunidades.
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se realizó en mayo del 2007, desde entonces se han venido fortaleciendo las parroquias en el ejercicio de posibilidades mediante distintos sistemas del encuentro personal con Cristo y el crecimiento de los discípulos en pequeñas comunidades.
Como fruto de la acción evangelizadora que se realice en un determinado ambiente o territorio se podrá experimentar parroquias cada vez más, vivas que sean una comunidad de comunidades.
La experiencia del encuentro personal con Jesucristo. El Documento de Aparecida señala desde el número 240, el camino a recorrer en cada una de las parroquias para que todos los fieles tengan una relación personal con el Señor.
Sólo si se parte de ese encuentro personal con Jesucristo se puede esperar que las parroquias sean realmente comunidad de comunidades.
¿QUÉ ES UNA DIÓCESIS?
El tema en el que nos vamos a ocupar es muy importante pues en los tiempos actuales se pide dar razón de nuestra fe, razón de nuestra esperanza y, sobre todo, dar razones por las que los creyentes estamos vinculados a un cuerpo orgánico que animado por el Espíritu Santo genera vida, con vínculos que no son de sangre sino de amor y que nos mueve a caminar juntos como ovejas detrás de un único pastor: Cristo.
Nos vamos a centrar entonces en esta lección en el estudio de lo que es una Diócesis como porción de la Iglesia y lo que ella está llamada a ser entre las gentes.
- Definición: la palabra Diócesis es un vocablo tomado del latín clásico que hacía referencia a un territorio, a una administración confiada a alguien en un territorio o en últimas a un vigilante que en nombre de una autoridad cuidaba de un territorio.
La palabra latina a su vez proviene de una palabra griega que había sido utilizada ordinariamente en la antigüedad para referirse al administrador nombrado por el gobernante supremo para que en su nombre cuidara un territorio.
La Iglesia hará uso de este término y lo aplicará en los primeros siglos del cristianismo a los territorios que le habían sido asignados a un presbítero con la responsabilidad de acompañar y vigilar a las comunidades, alentándolas a permanecer fieles a la enseñanza recibida y a no dejarse perturbar por los falsos maestros y las falsas doctrinas.
Hacia el siglo III después de Cristo, ya es de uso común que por el término diócesis se designe al grupo de fieles de un territorio bajo la autoridad del Obispo.
- Configuración visible. El conocimiento humano requiere de evidencias. Permanentemente está reclamando signos y hechos evidentes que le permitan tocar, ver, oler, gustar y oír. Todos estos son elementos propios de nuestra naturaleza, todos ellos son necesarios y están en permanente desarrollo. Pues bien, Dios que conoce profundamente nuestra naturaleza ha querido adentrarse en nuestra historia compartiendo con nosotros desde los orígenes mismos y lo que nosotros somos como personas, familias y comunidades. De múltiples maneras Dios se ha hecho sentir para estar al alcance de los humanos, de esta manera también nosotros estamos en posibilidad de caminar junto a Dios sin sentirlo extraño, lejano o imposible para nosotros.
Dios se nos ha hecho visible de múltiples maneras una de ellas es la Iglesia entendida y vista como un cuerpo que se puede tocar, sentir, ver, escuchar y amar. La Iglesia es una realidad evidente y sensible para creyentes y para no creyentes. Simplemente es un hecho puesto delante de nosotros. Que nos guste o no la iglesia está ahí y es un hecho innegable de la historia.
- A ejemplo de la Encarnación. Como Dios tomó la iniciativa de hacerse uno como nosotros y acampó en medio de nosotros para la salvación de todos, de la misma manera Jesús tomó la iniciativa de quedarse entre nosotros a través de la Iglesia para que esta llegara también a todos y de esta manera a todos alcance la salvación de Dios. En este sentido la Iglesia es entonces una iniciativa amorosa de Dios en favor de la humanidad pues el querer de Dios es la salvación de todos los pueblos y para que ello acontezca la Iglesia hace presencia en medio de las culturas y los pueblos.
- Conocimiento y aceptación de la voluntad divina por parte de los creyentes. A lo largo de los siglos la Iglesia ha encontrado personas y sistemas que apuntan a eliminarla o al menos distanciarla y silenciarla. Sin embargo, en los tiempos de las más férreas persecuciones se ha hecho manifiesta la mano del Señor que guía y acompaña a su Iglesia peregrina cuando las aguas se agitan y la barca parece hundirse surge la voz del que somete las aguas y los vientos y nos invita a dejar el miedo y hacer hombres de fe. La Iglesia no es pues asunto nuestro, de ser así, ella misma se desvanecería en el tiempo pero como es asunto de Dios, Dios mismo se encargará de llevarla de la mano, purificarla y santificarla para que cumpla la misión que Él le ha concedido.
- El Espíritu Santo acompaña y renueva a la Iglesia. El Espíritu Santo que proviene del Padre y el Hijo y que recibe la misma adoración y gloria, ha sido dado la Iglesia como fuerza divina para que los creyentes puedan ser testigos en el mundo del amor del Padre por todos los hombres y de la salvación de todo el género humano mediante la muerte y la resurrección gloriosa de Jesucristo el Señor. LG 4. Ese mismo espíritu nos inspira hoy en cada territorio, los gestos, las actitudes, las palabras y las acciones más convenientes para que el plan de Dios con la humanidad pueda llegar a cada ser humano.
- La fidelidad del cristiano y la fidelidad de Dios en Cristo. Con el fin de garantizar la fidelidad del ser humano a todo lo que Dios le había confiado, se hizo necesario el servicio de la comunidad que en un determinado territorio y bajo el cuidado de un Obispo deberían estar atentos a todas las tergiversaciones, contaminaciones y engaños que frecuentemente aparecen en las gentes y también en los pastores.
Se hace necesario entonces que en cada territorio se fortaleciera la fe recibida y se garantizará la fidelidad tanto de los fieles como de los pastores. Como Dios es fiel en Cristo de la misma manera en cada territorio se debe responder con idéntica fidelidad. Así las cosas, la diócesis bajo el cuidado del Obispo es la expresión de la fidelidad de Dios en favor de los hombres, pero debe ser también la ocasión de expresar la fidelidad del pueblo de un territorio a Dios por medio de Cristo.
- Características de la iglesia diocesana. De todo lo anterior se desprende un elenco de elementos que han de caracterizar la vida eclesial en un territorio que como hemos dicho desde el principio recibe el nombre de diócesis: Entre los muchos elementos mencionemos solamente unos cuantos que pueden y deben ser complementados según las circunstancias particulares de cada territorio.
Fidelidad: la diócesis debe cuidar constantemente la integridad del depósito de la fe que nos ha sido confiado. El obispo es el primer responsable de evidenciar esa fidelidad.
Unidad. Que todos sean uno fue la oración de Jesús por los suyos. La unidad es fruto del amor.
Catolicidad. La diócesis no es una isla perdida en los confines geográficos del planeta sino una comunidad en relación a las otras comunidades del mundo en la oración en la práctica de la fe y en la atención a todas las necesidades y las esperanzas de los hombres.
Apostolicidad. El surgimiento de la diócesis deriva de la semilla sembrada con sangre por aquellos que en los comienzos de la Iglesia fueron testigos de la muerte y resurrección de Cristo. Ellos a su vez transmitieron y llevaron a esta misma experiencia a unos sucesores a través de los cuales nos ha llegado hasta nosotros y en este territorio ese depósito. Los sucesores de los apóstoles esto mismo que hemos recibido es lo que estamos llamados a dar en la diócesis.
Corresponsabilidad. Pero no sólo los obispos en la diócesis asumen la responsabilidad de mantener vigente aquello que han recibido, si no que tienen que preocuparse de formar a muchos otros para que sean estrechos colaboradores en el marco de ese mismo territorio creando los mecanismos para que cada creyente asuma la responsabilidad que le corresponde como bautizado en la Iglesia.
Humildad. La diócesis no es una plataforma de honor, poder, fama o de prebendas personales. Nada de eso. Todo lo contrario. Es fundamentalmente una comunidad que con sencillez y simpleza se pone al servicio del Reino de Dios.
Sinodalidad. La diócesis es la experiencia gozosa de caminar juntos y en comunión con los creyentes de otros territorios procurando la extensión del Reino de Dios en el corazón de los hombres y de todos los pueblos y culturas.
Solidaridad. La diócesis expresa su vitalidad y su madurez en el amor de Cristo en cuanto atienda a los más necesitados en el territorio y sea capaz de preocuparse de las necesidades y angustias de los hermanos en otros espacios.
Misionariedad. La vitalidad de una diócesis se hace manifiesta en la apertura y la proyección misionera de cada uno de sus miembros, no sólo para salir a llevar esperanza a los cercanos sino también a aquellos que por múltiples razones en los lugares más apartados no han tenido la oportunidad de recibir la luz de la fe.
- El Pueblo de Dios peregrino en un territorio. La diócesis es fundamentalmente y ante todo pueblo de Dios, por lo tanto, es Pueblo Santo, Dios hace presencia en él, con todas las expresiones y los rostros que le tipifican.
Más aún, Dios se hace pueblo, se vuelve peregrino con el pueblo que peregrina y se encarna en sus realidades, sus sueños, sus penas y sus trabajos. La diócesis habla de Dios a los hombres que se mueven en su territorio y Dios se hace sentir por medio de la diócesis a esos mismos hombres.
- El obispo centro de unidad. Se ha dicho que desde el comienzo de la Iglesia la diócesis aparece como un territorio bajo el que se procura salvaguardar la integridad de la fe que le ha sido confiada a los creyentes como regalo divino como Don de Dios. Desde esos mismos comienzos aparecieron entonces los obispos como sucesores de los apóstoles y garantes del cuidado íntegro del depósito de la fe. Los obispos son servidores de Cristo muerto y resucitado y servidores del pueblo al que deben guiar al encuentro personal con el Señor y Salvador.
- El arciprestazgo. Las diócesis dadas las características propias de sus gentes o de sus territorios según los espacios y los ambientes se subdividen en agrupaciones poblacionales que reciben el nombre de arciprestazgo. Esta agrupación poblacional toma mayor fuerza en cuanto más organizada sea la evangelización y la pastoral de una diócesis.
- La parroquia. Es la célula fundamental de la estructura diocesana que permite que los fieles sean atendidos de la mejor manera en los ambientes más cercanos a donde transcurre su existencia, creciendo en santidad de vida y posibilitando que otros se acerquen a Cristo, lo conozcan lo amen, lo sirvan y lo sigan.
- La diócesis y la misión. Finalmente, el Documento de la Conferencia General de la Episcopado Latinoamericano en mayo del 2007 en Aparecida, Brasil, en el número 167 nos dice: La diócesis debe renovarse constantemente en su vida y en su ardor misionero. En la realidad concreta de la diócesis el creyente además de hacer la experiencia del encuentro con Jesucristo vivo, crece en su fe, la madura y descubre la riqueza y la gracia de ser misionero para anunciar a Cristo con alegría en el entorno donde se encuentre.
¿PARA QUÉ ES LA IGLESIA?
Mayo 2023
En un mundo y en una cultura caracterizados por el miedo, la tristeza, la desilusión, la desesperación y la pérdida de toda esperanza aparece la Iglesia como responsable de ofrecer en nombre de Dios y por la gracia del Espíritu Santo, las razones que animen y den sentido a la vida de los hombres y de los pueblos. En este sentido, nos vamos a ocupar en esta lección de considerar algunos puntos que se consideran fundamentales en el quehacer de la Iglesia y por lo tanto de las Diócesis, pero sobre todo de cada parroquia.
- La Iglesia y la parroquia son para dar gozo y esperanza. Jesucristo al presentarse en la sinagoga de Nazaret afirmaba que Él era la buena noticia, la buena nueva de la salvación para los pobres. Él era el portador del gozo y la esperanza para quienes estaban padeciendo por múltiples razones. Él era la esperanza de quienes no eran tenidos en cuenta, no valían ante la cultura y la sociedad, los que eran excluidos y marginados, los enfermos, los cojos y los lisiados.
Jesús llena plenamente los vacíos del corazón de los hombres, ofrece la misericordia de Dios Padre, forma y envía a los que están con Él para que continúen siendo el gozo y la esperanza de las gentes. Cada uno de nosotros debe ser gozo y esperanza en los distintos lugares y ambientes donde se encuentra, para ser fieles al mandato de Jesucristo. Cada creyente debe ofrecer en nombre de Cristo, lo que Cristo ofreció a los pobres, a los marginados y a los excluidos: el gozo, la alegría, la paz y la esperanza. Nos anima y nos acompaña el poder del Espíritu Santo que el Resucitado ha enviado sobre los apóstoles y sobre la Iglesia.
La Santísima Virgen María que es el modelo de la vida de un creyente nos enseña cómo se debe ser portador de la alegría para los demás así como ella lo hace cuando visita a su prima Isabel, o portadora de esperanza como ella lo hace acompañando y fortaleciendo a los discípulos en la oración, mientras esperaban confiadamente la venida del Pentecostés para que los discípulos sin miedo salieran a proclamar por las calles de Jerusalén y por todas las aldeas de la región que Jesús había sido crucificado y que Jesús había resucitado de entre los muertos. En este sentido la parroquia a ejemplo de la santísima Virgen María y de los apóstoles debe poner todo su empeño en llenar la vida de los hombres de gozo y de esperanza.
- Ser luz y sal. La iglesia tiene la enorme responsabilidad de iluminar las conciencias los corazones y las vidas de las gentes, de las familias y de los pueblos, pero también debe garantizar el cuidado y la protección ante los riesgos que la amenazan. ¿Para qué sirve la sal si pierde su sabor? ¡ya no sirve para nada! Del mismo modo si el creyente pierde su esencia en la familia, el trabajo, la calle y la sociedad no podrá dar sabor, ni podrá ser portador de luz en un mundo que le ha perdido el sabor a todo y que ha preferido vivir en tinieblas de destrucción y de muerte.
En medio de esa realidad, cada parroquia debe ser un faro luminoso que crea sueños y fábrica ilusiones, que anima y fortalece la esperanza suscitando necesariamente en el corazón de todo bautizado, cantos de júbilo de gozo, de paz y de esperanza. Nos movemos en torno a una promesa que tiene cumplimiento, de ahí que los creyentes peregrinamos con la certeza de una esperanza y eso llena de gozo nuestro corazón.
La Parroquia debe ser la Iglesia en medio de las casas que anima, fortalece el gozo y la esperanza de los fieles; así se da cumplimiento a lo que el Señor quiere de cada uno de nosotros: que seamos gozo y esperanza para todos los pueblos, especialmente para aquellos que hace tiempo perdieron el gozo y que han caído en el desespero.
- Anunciar el Evangelio. Cristo el Señor resucitado ha confiado a la Iglesia la enorme responsabilidad de anunciar la Buena Nueva a toda la gente (Mt 28, 19). Impulsada por el Espíritu Santo, esa misma Iglesia desde el comienzo de la historia se dio a la tarea no solamente de hacerlo en Jerusalén o en Samaria o en la Galilea, sino de ir a otras culturas como la cultura de los griegos y posteriormente al mundo romano. La Iglesia nunca ha dejado de anunciar el Evangelio, más aún, en la actualidad se hacen todos los esfuerzos para que en esta nueva cultura se pueda incultural el Evangelio con audacia y creatividad. La parroquia debe llevar a cabo esta tarea sin resistencias, ni aplazamientos.
- Formar discípulos. La Iglesia es para formar discípulos de Cristo. Este discipulado debe hacerse con el mismo modelo pedagógico que vivió Jesús. Debe poner todas sus fuerzas y todo empeño en formar discípulos en los sectores, en las veredas y los caseríos. Esta formación de discípulos debe hacerse de manera sistemática y en un ambiente de comunidad. Implica una generosa escucha de la Palabra, un ponerse a los pies del maestro con una alta dosis de humildad y con la sencillez de quien experimenta la alegría que nace de la misericordia divina por el llamado a ser discípulo de Cristo. Ser discípulo de Cristo es un privilegio extraordinario que nos obliga a vivir llenos de alegría y a procurar en los demás esta experiencia. Se requiere en consecuencia que cada parroquia sea una escuela donde se forman los discípulos de Jesús.
- Ir a todas las gentes. La Iglesia tiene el encargo de ir a todos los pueblos de la tierra anunciando la Buena Nueva de la salvación. La parroquia, por lo tanto, debe preparar y enviar fieles de la propia comunidad para compartir la experiencia del encuentro personal con Cristo con otras comunidades parroquiales, con familias, compañeros de trabajo, etc.
- Otras tareas. Además de evangelizar y de formar discípulos también corresponde a la Iglesia velar por la atención de los más necesitados: pobres, enfermos, viudas, huérfanos y migrantes. Cada parroquia debe favorecer la atención preferencial de los más pobres, debe favorecer la fraternidad universal y la promoción y cooperación con todas las causas que promuevan el cuidado de la casa común y el respeto de la dignidad humana.
LA PARROQUIA AL SERVICIO DEL ENCUENTRO CON CRISTO
Tema 3: ¿QUE ES LA IGLESIA?
Abril 2023
Hablar de identidad es habitual entre nosotros. Cuando se le pide a una persona que se identifique, de inmediato entrega la cédula, el pasaporte o algún otro documento que testifica que el portador del mismo es él y no otro.
Algo así, podemos decir también de la Iglesia. En las últimas décadas ha hecho esfuerzos para mostrar con toda claridad cuál es su identidad más profunda, cuál es su naturaleza, su origen y su constitución. En esta lección nos vamos a ocupar de ello y en la siguiente nos ocuparemos de la misión de la Iglesia en el mundo y en la historia. Les animo, queridos hermanos: a dejarnos iluminar por la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II y por las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia en los últimos años.
- Cuerpo de Cristo. La Sagrada Escritura nos enseña que Cristo es la cabeza vinculada a un cuerpo. Ese cuerpo, es la Iglesia que Cristo mismo instituyó y se vinculó a ella a precio de su propia sangre.
El cuerpo sin la cabeza no tiene vida, sería un monstruo. Igual la comunidad creyente, si no se centra en Cristo y lo tiene por cabeza, no tiene identidad, se vuelve una ONG, o una asociación de cualquier índole o una élite que se beneficia del sentimiento religioso de los más humildes y sencillos. En tales circunstancias, se hace necesario que la Iglesia se centre en Cristo y viviendo en él, enseñe sus credenciales al hombre y a la cultura de este tiempo.
- El Pueblo Santo de Dios. Desde la antigüedad Dios formó un pueblo con el que estableció una ALIANZA: “USTEDES SERÁN MI PUEBLO Y YO SERÉ SU DIOS” Jr 7,23 para que los demás pueblos de la tierra conozcan quien es el único Dios vivo, verdadero y santo.
Sin embargo, a pesar de todas las acciones de Dios, el pueblo no guardó la Alianza Sagrada y siguió a otros falsos dioses.
Jesucristo establece con su sacrificio en la cruz una NUEVA ALIANZA con un NUEVO PUEBLO. Ese nuevo pueblo es la IGLESIA constituida para que a ejemplo de Cristo sea luz de las naciones. Por eso la Iglesia, es el pueblo santo de Dios llamada a santificar a todos los demás pueblos, culturas y ambientes.
- Misterio de Cristo. La palabra misterio, es un término griego que se traduce por mostrar o dejar ver algo de ALGUIEN. En este sentido, la Iglesia es para dejar ver en cada una de sus acciones y gestos la fuerza operativa y salvífica de Jesús. Así como Cristo nos muestra el rostro del Padre de los cielos, del mismo modo la Iglesia nos muestra el rostro de Cristo compasivo y misericordioso.
- Sacramento de Cristo. Lo que dijimos de la Iglesia como misterio de Cristo, se aplica también para la Iglesia en cuanto sacramento de Cristo.
El sacramento es algo visible que expresa lo divino., Es decir, algo que muestra y expresa la presencia de Dios en la persona de Cristo. No se trata de algo mágico sino de la presencia divina.
La Iglesia es sacramento porque es presencia de CRISTO VIVO Y ACTUANTE en favor de cada uno de nosotros.
- Pueblo peregrino. La iglesia se descubre como un pueblo en camino. Su destino no está aquí. Somos extranjeros, la tierra prometida no está aquí ni depende de nosotros ni de nuestra inteligencia ni de nuestras fuerzas. Es un don de Dios, es un regalo que nos anima a caminar sin apegarnos a nada ni a nadie, sólo a caminar agarrados de la mano del Señor que es nuestro único Dios, él nos conduce hacia su morada santa.
- Los ministerios en la Iglesia. La palabra ministerio significa servicio. El querer de Cristo, es que todos en su iglesia seamos servidores los unos de los otros. Cristo mismo nos ha dado el ejemplo del servicio cuando estando sentado a la mesa: “tomó agua y en condición de esclavo se puso a lavar los pies de los discípulos y les pidió que también ellos fueran servidores de los demás a ejemplo suyo”. (Jr 13,34) San Pablo nos dice que de la misma manera que los órganos prestan dispersos servicios al cuerpo de la misma manera también los bautizados deben prestar distintos servicios en la comunidad creyente. El ojo tiene una función distinta a la del oído y estos dos distinta a la de la boca o la de la nariz. Del mismo modo en la Iglesia y concretamente en la parroquia, cada persona debe tener un servicio diferente que extienda el reino de Dios.
- La Iglesia Santificante, la purgante y la peregrinante. La teología con base en la Sagrada Escritura nos enseña que la Iglesia, Pueblo Santo de Dios, es una comunidad en la que los santos, sumados a aquellos que ya murieron pero que deben ser purificados en la sangre del cordero antes de pasar a la mesa del banquete se suman a un canto de alabanza en el que se glorifica al Señor y se le sirve por toda la eternidad al tiempo que se disfruta de su Santa presencia. Quienes ya gozan de este estado son los santos y quienes están encaminados a tal beneficio son los que están purgando sus pecados. La Iglesia peregrinante somos nosotros, los que caminamos en este mundo.
- Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica. La teología enseña que la Iglesia tiene cuatro notas que la particularizan y la caracterizan. La unidad porque ella es el cuerpo único de la única cabeza que es Cristo.
La Iglesia es santa porque ha sido liberada de todo pecado por la sangre del Señor en la cruz. Es católica porque por mandato del Señor debe ir a todo el mundo para anunciar la buena nueva de la salvación. Y es apostólica porque está edificada y se esfuerza por mantener la unidad de la fe que nos han transmitido los apóstoles que vivieron la experiencia de la muerte y resurrección gloriosa del Señor por la acción del Espíritu Santo.
LA PARROQUIA AL SERVICIO DEL ENCUENTRO CON CRISTO
Tema 2. ¿PARA QUÉ ES LA PARROQUIA?
Marzo 2023
La parroquia fundamentalmente es un rostro de la iglesia que agrupa a un número de fieles procurando llevarlos a la madurez de la fe.
En este sentido, si la parroquia es una parte de la iglesia, nos preguntamos en esta ocasión, ¿cuál es la misión que debe llevar a cabo la iglesia y por lo tanto la parroquia para que Jesucristo sea conocido, amado, seguido, servido y celebrado?
En otras palabras, nos vamos a ocupar de analizar ¿para qué es la parroquia en medio de las gentes?
Consideremos brevemente los siguientes aspectos:
- Anunciar a Jesucristo y promover el encuentro personal con él. La parroquia como parte de la iglesia tiene como tarea fundamental y exclusiva anunciar y presentar a Jesucristo como el hijo único de Dios, que por nosotros murió y por nosotros resucitó.
Este anuncio conlleva necesariamente a promover mediante diversas posibilidades el encuentro personal con el Señor Resucitado.
Toda esta actividad constante, organizada y permanente es lo que la iglesia llama EVANGELIZAR.
La parroquia es pues para evangelizar y nada puede entretener ni obstaculizar esta tarea fundamental que da identidad y vitalidad a los fieles de una parroquia.
- Para formar discípulos misioneros. La parroquia constituida para anunciar y posibilitar el encuentro personal con Jesucristo debe ser también una escuela donde los discípulos se colocan al pie del maestro con la disposición del corazón para escucharlo y dejar que sus enseñanzas penetren su existencia.
Será fundamental posibilitar que cada parroquia escuche la palabra del Señor, la responda y se deje formar humildemente por ella.
No se puede ser discípulo de Jesús si no escuchamos su Palabra nos dejamos formar por ella y hacemos la tarea que nos corresponde como bautizados en el mundo.
- Para vivir la fe en pequeñas comunidades. La parroquia es para formar gradual y pacientemente a quienes se van formando como discípulos y animados y fortalecidos por el espíritu santo experimentan la urgencia de vivir la experiencia de la fe compartiéndola con otras hermanas y hermanos que están viviendo la misma experiencia. Estas personas se reúnen semanalmente para la oración, la escucha Y la resonancia de la palabra de Dios, la catequesis, la solidaridad y la oración de los unos por los otros.
Esas pequeñas comunidades se congregan semanalmente en una de las casas del sector o de la vereda durante una hora y media aproximadamente.
La pequeña comunidad es un verdadero regalo de Dios para las personas y es el oxígeno que da vida a la parroquia. Cuantas más pequeñas comunidades se vayan organizando en la parroquia, más viva será esa parte de la iglesia.
- Promover la comunión entre las comunidades. La parroquia es también para favorecer la comunión entre las pequeñas comunidades que se van formando como fruto del encuentro personal con Jesucristo y de las reuniones en las casas de las familias.
Son muchos los medios y los recursos que pueden ser utilizados para facilitar la comunión. Entre muchas otras resaltamos las celebraciones litúrgicas, obras en favor de los más pobres y necesitados, el apoyo misionero a una parroquia vecina, la capacitación de personas para afrontar el trabajo, bolsas de empleo, bancos de alimentos, brigadas de salud, actos culturales, festivales deportivos, apertura de hospitales, costureros, etc,.
- Acompañar otros procesos de fe y vincularlos en el camino. La parroquia no es un club para algunos selectos y distantes sino la casa de puertas abiertas para todos. En ella caben todos y en ella se han de sentir todos como en su casa. Para posibilitar tal ambiente se hace necesario que la parroquia acepte los procesos de fe que el Espíritu Santo suscita en carismas específicos y en otros grupos y movimientos apostólicos.
Se hace necesario reconocer que ellos también viven con frecuencia sus propios procesos de formación de discipulado y de encuentro personal con el Señor. Por lo tanto, la parroquia antes que excluir o parcializar debe incluir y facilitar el acompañamiento y la vinculación de esos otros carismas grupos y movimientos apostólicos en determinadas celebraciones y actividades comunitarias.
- Celebrar la fe de los fieles. Un aspecto esencial que debe ser cuidadosamente atendido es el relacionado con la celebración gozosa de la fe de las comunidades.
La parroquia debe ser ejemplar en el modo celebrativo especialmente de la eucaristía y de cada uno de los sacramentos. Quiénes han experimentado el gozo del encuentro personal con Jesucristo serán los primeros en celebrar el acontecimiento salvífico en torno a Cristo vivo que se hace presente en medio de nosotros en las acciones litúrgicas que se celebran en los sectores en las veredas Y de modo especial los domingos en el templo parroquial.
Los discípulos misioneros ya no serán espectadores de las celebraciones sino partícipes gozosos de las mismas.
Los signos los gestos las palabras la música las posturas y los silencios tendrán sentido y quién participa en la celebración los vivirá con respeto con entusiasmo y con inmenso amor.
La celebración litúrgica debe llenar el corazón y sea de constituir en un signo evangelizador y provocativo para quienes miran a distancia y con recelo la fe de los seguidores de Jesús.
- Atender preferencialmente a los más pobres a los enfermos y a los necesitados. La parroquia debe ser un hospital de misericordia. Las pequeñas comunidades no son ajenas ni indiferentes al sufrimiento de la inmensa mayoría de personas que no tienen pan, techo, trabajo, estudio, salud, afecto, paz ni hogar.
En la parroquia todos estamos llamados y somos responsables del servicio a los más necesitados y todos deben ejercer con generosidad y entusiasmo este servicio como una muestra de conversión de vida y de amor al prójimo.
Atender a los pobres no es opcional si no un principio fundamental que constituye la esencia misma de nuestra fe. No podemos decir que tenemos fe si no tenemos obras. La fe sin obras no tiene sentido. La fe crece y se purifica con las obras de caridad.
- Salir a los sectores veredas caseríos y otros espacios para anunciar a Jesucristo. La parroquia es para anunciar a Jesucristo y posibilitar que todos se encuentren personalmente con él. Para llevar a cabo esta tarea se hace necesario que la parroquia entre en un ambiente permanente de misión que la parroquia se declare en misión en salida constante, intentando llegar a todos con la intención de presentarles la atrayente persona de Jesús y de llevarlos a él para que lo conozcan lo amen y lo sigan.
La parroquia debe posibilitar la organización y ejecución de la actividad misionera de tal manera que se llegue a cubrir todos los sectores las veredas y los cascos poblacionales con el anuncio del Evangelio y la convocatoria a casas de reunión donde aquellos que experimenten la gracia de la fe se seguirán reuniendo semanalmente para vivir la oración el encuentro con la palabra de Dios la catequesis, la edificación espiritual y la oración de los unos por los otros.
Una parroquia evangelizada es por naturaleza una parroquia evangelizadora.
LA PARROQUIA AL SERVICIO DEL ENCUENTRO CON CRISTO.
Tema 1. ¿QUÉ ES LA PARROQUIA?
Febrero 2023
Hemos empezado a profundizar en este estudio el tema de la parroquia para que como creyentes tengamos claridad sobre su ser y su misión en la tarea evangelizadora de la Iglesia en las actuales circunstancias.
Con frecuencia, hablamos de parroquia, pero lo hacemos dando uso a un vago concepto del que, con frecuencia, los mismos creyentes no tenemos mayor claridad.
A lo largo de todo este año y teniendo en cuenta que la Diócesis de Garagoa, quiere impulsar una transformación de las parroquias, consideramos conveniente que también nosotros los que estamos comprometidos con la Obra de la Iglesia, nos interesemos en conocer la identidad de nuestra parroquia.
1. Definición: la palabra parroquia tiene su origen en dos términos griegos que significan casas cercanas o casas vecinas. Así las cosas, la palabra parroquia expresa simplemente un vecindario o pequeños grupos de familias que se establecen en ciertos territorios en razón de su protección del cuidado de sus vidas de la alimentación y del trabajo.
Las primeras comunidades cristianas. En los caseríos, en los pequeños poblados y también en las ciudades de numerosa población llegaron los discípulos de Jesús y con el poder del Espíritu Santo, proclamaron el Kerigma, es decir, que Cristo murió y resucitó, y ha sido glorificado. Esos vecinos que reciben de buena fe, el anuncio de los misioneros, empiezan a reunirse en una de sus casas, acoge a los que viven cerca, se congregan para la escucha de la Palabra, la enseñanza, la fracción del pan y la solidaridad con los más necesitados. Comienza a nacer así entonces la parroquia cristiana, el vecindario de los creyentes en Cristo.
2. Los párrocos. Las comunidades de creyentes en Cristo, necesitan un prontamente de alguien que les acompañara y les instruyera firmemente en la fe. Los evangelizadores respondiendo a esta necesidad guiados por el Espíritu Santo, tuvieron el cuidado de escoger dentro de los mismos creyentes varones de probada virtud, maduros en la fe, les impusieron las manos para que por el poder del Espíritu Santo cuidaran de las comunidades, garantizarán la integridad la fe recibida y fomentarán la comunión con las iglesias. vecinas.
3. Los transeúntes. En los primeros siglos de la iglesia dadas las circunstancias de miles de personas cuyo trabajo fundamentalmente era el cuidado de rebaños, les obligaba a vivir en permanente desplazamiento, por lo tanto, habían recibido la fe pero no podían permanecer en una comunidad parroquial.
Estos grupos numerosos de personas animados por los “parter familiae”, es decir, abuelos o padres de familia, procuraban mantener la fe recibida y transmitirla a sus hijos y a sus nietos mientras iban de camino y cuidaban sus rebaños. Realmente eran pequeñas parroquias sin territorio y en movimiento.
4. Los cultivadores de la tierra. La mayoría de la población se dedicó al cultivo de la tierra y se estableció en territorios que contaran con la facilidad, no solamente de los cultivos, sino también de sus viviendas, fabricaron casas y se asociaron casi siempre con otros familiares con los que vinieron a constituir pequeños territorios habitables. La fe de esos pobladores hizo que en poco tiempo esos territorios se constituyeran en parroquias bajo el cuidado de un párroco. Durante muchos años este fue el modelo dominante de la parroquia, es decir, fieles habitaban el campo y en consecuencia la parroquia se adaptó al ambiente rural.
5. Los templos parroquiales. Como es apenas lógico la fe y las devociones de los creyentes posibilitaron la construcción de unos espacios comunitarios que consagraron a Dios y los dedicaron a las celebraciones y a las prácticas religiosas.
Los templos, muchos de ellos grandes y bellos, se convirtieron en la identidad de la población creyente y terminaron confundiéndose con el concepto de parroquia. Este es quizás el concepto más difundido y presente, aún hoy, entre nosotros.
Recuperar el sentido original.
En la reflexión de las últimas décadas la iglesia ha estado insistiendo y ha procurado recuperar el rostro original de la parroquia como comunidad de creyentes en Cristo muerto y resucitado que viven en comunidad celebran la fe congregándose especialmente los domingos en el templo y extienden el ambiente parroquial en las casas de las familias, en las empresas, en las fincas y en los demás ambientes y espacios donde hacen la vida los creyentes.
6. Parroquia en conversión. Abrirnos a la gracia del Espíritu Santo aceptar el llamado de la iglesia y ser generosos para posibilitar un cambio de corazón y de estructuras nos permiten mirar con esperanza la nueva identidad de la parroquia en los tiempos presentes.
Solo mediante una sincera conversión parroquial será posible vivir la experiencia de tener a Dios por Padre y de vivir fraternalmente como hijos de ese Padre, en este sentido, la parroquia es la familia de los hijos de Dios que viven como hermanos, bajo el cuidado de un hermano presbítero que en comunión con la iglesia camina con sus hermanos en el sendero de la Santidad.La adecuación a nuevas realidades. Los rápidos cambios de la historia y de la cultura suscitan que el esquema de la parroquia rural y territorial hayan sido superados. Nos desborda una nueva realidad a la que tenemos que atender con creatividad y con audacia iluminados por el Espíritu Santo para poder llegar a todos los ambientes donde por múltiples circunstancias está la gente: transporte, trabajo, deporte, entretenimiento, medios de comunicación, entre otros.
Que la Virgen María nos ayude a afrontar sin miedo este inmenso desafío.
LA PARROQUIA AL SERVICIO DEL ENCUENTRO CON CRISTO.
INTRODUCCIÓN.
El saludo, la paz y la bendición para todos en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Con el deseo de continuar la formación y la reflexión de los que han sido llamados a servir al Evangelio en la Iglesia de nuestro tiempo, nos proponemos en las siguientes lecciones y de acuerdo con el tema señalado por la Diócesis de Garagoa, profundizar la realidad parroquial como elemento fundamental para el ENCUENTRO PERSONAL Y COMUNITARIO CON CRISTO.
La parroquia con sus múltiples facetas, sus ricos elementos, sus distintas configuraciones, sus constantes variables y su misión en la cultura de nuestro tiempo requiere ser considerada y revisada bajo la guía del Espíritu Santo a lo largo de todo este año, de tal manera que podamos evaluar sí se está llevando a cabo la misión que le es propia en medio de las gentes o debe proyectar y programar nuevas y urgentes adiciones para cumplir la misión de Cristo.
La parroquia se inserta en el plan salvífico de Dios. En efecto, Dios tiene un plan de salvación con todo el género humano. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. (1Tm 2,4). Así las cosas, la parroquia debe estar al servicio de la voluntad de Dios que no es otra que salvar al género humano, es decir, que todos los hombres lo conozcan, lo amen, lo sigan, lo glorifiquen y lo sirvan en los más pobres y en los más necesitados.
Se hace necesario entonces que la parroquia conozca y tenga muy claro que desde el comienzo mismo de la obra creadora “Dios que es amor” (1Jn 4,7), ha posibilitado el encuentro con el hombre porque el amor es ante todo encuentro.
Hablar de historia de la salvación es ante todo hablar de un Dios que busca afanosamente el encuentro con el hombre y de los hombres entre sí. En otras palabras, que nos dejemos amar, que le respondamos con amor y que nos amemos entre nosotros.
El libro del Génesis nos cuenta que, en el comienzo, “Dios bajó al Edén para encontrarse con el hombre, pero éste en cuanto sintió los pasos de Dios en el jardín se escondió”. Había pecado, sintió miedo y no estuvo dispuesto para el encuentro con Dios. (Cfr Gn 3, 8).
Sin embargo, aunque el hombre se escondió, Dios no lo abandonó en su causa, al contrario, compadecido le tendió la mano y lo buscó y le habló. Ésta precisamente ha sido la constante de Dios a lo largo de toda la historia. Dios ha insistido en la búsqueda del hombre y con el cariño y la ternura que siente un padre por sus hijos, ha salido a nuestro encuentro aún en aquellos tiempos en los que hemos intentado escondernos lo más lejos posible de Dios. (Cfr Sal. 103)
Toda la larga historia de la salvación es una ininterrumpida cadena de palabras, acontecimientos, gestos y detalles con los que Dios sale al encuentro del hombre y de todos los hombres. Esa larga historia de salvación y de amor en la que está inserta la parroquia ha sido presentada por parte de los doctores y maestros de la Iglesia en una serie de etapas en las que se registra con toda claridad y precisión la acción de Dios en favor de los hombres.
Conviene que para nuestra temática de la parroquia conozcamos o recordemos de modo breve cuáles han sido las principales acciones de Dios a lo largo de la historia y en las que ha revelado todo su amor en favor nuestro.
- Los orígenes.
- Los Patriarcas.
- El Éxodo.
- La conquista de la tierra prometida.
- Los reyes de Israel.
- La división del reino de Israel.
- Los grandes profetas y el llamado a la conversión.
- El destierro y el exilio.
- El regreso a la tierra prometida.
- Israel sometido por los Griegos y los Romanos.
En cada uno de estos momentos y a lo largo de muchos siglos, Dios salió al encuentro del hombre, quiso rescatarlo, liberarlo de toda esclavitud, mantener fielmente su alianza y mostrar su amor perpetuamente.
El momento culminante y determinante de toda la historia de la salvación lo ha posibilitado Dios con el nacimiento de Jesús en Belén de Judea. Dios se ha hecho hombre y ha venido personalmente a encontrar al hombre que estaba sometido a la esclavitud del pecado. Dios en persona ha venido a salvarnos.
Jesús es el encuentro definitivo de Dios con el hombre y el puente para el encuentro del hombre con Dios. Esta es la etapa fundamental de toda la historia de la salvación. Dios ha revelado todo su amor en favor del hombre en la persona de Jesucristo.
Jesús ha venido a mostrarnos y a hacernos sentir el amor de Dios nuestro Padre. En Jesús, Dios sale al encuentro del hombre y en Jesús el hombre se encuentra con Dios. Sí como hemos dicho el amor es encuentro, entonces Jesucristo es el amor de Dios para el encuentro con todos los hombres. Es precisamente en este sentido que la parroquia debe estar al servicio del encuentro con Cristo para que cada ser humano experimente el amor de Dios.
Jesús inaugura una etapa nueva y definitiva en la historia de la salvación. Con su vida, con su muerte en la cruz y con su gloriosa resurrección de entre los muertos, Jesús nos ha adentrado en el corazón de Dios y desde entonces, Dios por Jesús resucitado vive permanentemente entre nosotros. De esta manera, en Cristo muerto y resucitado se manifiesta el anhelado encuentro de Dios con el hombre y del hombre con Dios.
Ahora bien, Jesús se dio también a la tarea de formar unos discípulos y amigos cercanos que a ejemplo y a modo del antiguo Israel se constituyera en un pueblo nuevo que fuera salvación y bendición de todas las naciones.
A esos discípulos suyos Jesús los formó pacientemente y les manifestó todo el amor de Dios. A pesar de la resistencia, del miedo y la traición, Jesús no los abandono, sino que después de la resurrección, compadecido los llama de nuevo, los llena del Don del Espíritu Santo y les encarga de ir a todas las naciones contando lo que han visto y oído. (Cfr. Lc 7,22).
A partir de entonces, el Espíritu Santo se constituye en el protagonista de la historia que deben empezar a realizar los discípulos de Jesús en medio de los pueblos. Gracias a ese Espíritu Santo los discípulos comienzan a llevar a cabo la tarea que les ha sido encomendada en medio de hostilidad, rencores y muerte.
Los discípulos son llevados a distintos lugares empujados por el Espíritu Santo. Allí anuncian el kerigma de la salvación: que Cristo murió y resucitó para librarnos del pecado y de la muerte y permitir de esta manera que Dios se encuentre con nosotros y nosotros con Él.
Estos discípulos a medida que fueron haciendo pequeñas comunidades locales se preocuparon por dejar al frente de ellas a algunos varones probados en la fe a los que se les llamo obispos a los cuales prontamente se les responsabilizó de una porción que se llamó diócesis. Entretanto a los vecinos más cercanos se les puso bajo el cuidado y la animación de los presbíteros a los que a su vez se les asignó una porción de personas bajo el nombre de parroquia.
Como vemos la parroquia está inserta en el plan salvífico de Dios. Tiene la tarea de posibilitar el encuentro de Cristo con los hombres y de llevar a los fieles al encuentro con Cristo.
Sin duda, que la parroquia a lo largo de todos estos siglos ha vivido grandes transformaciones. Nos corresponde a nosotros intentar discernir que pide Dios a la parroquia de nuestro tiempo para que esté al servicio del encuentro con Cristo.