DIÓCESIS DE GARAGOA: 48 AÑOS DE HISTORIA, FE Y MISIÓN AL CORAZÓN DE BOYACÁ

Una Iglesia particular que peregrina en esperanza

“¡Iglesia de Garagoa, enraizada en Cristo, signo de esperanza para el mundo!”

El 26 de abril de 1977, el Papa San Pablo VI erigió canónicamente la Diócesis de Garagoa, desmembrándola de la Arquidiócesis de Tunja, para responder con cercanía y cuidado pastoral a las necesidades de las comunidades de la región sur-oriental del departamento de Boyacá. Desde entonces, este territorio de fe ha caminado durante 48 años como una Iglesia particular con identidad propia, nutrida por la cultura campesina, la espiritualidad mariana, y el testimonio incansable de pastores, consagrados y laicos comprometidos.

  1. Raíces históricas que fecundan la misión

La historia de la Diócesis de Garagoa no puede entenderse sin recordar su profunda conexión con la historia evangelizadora de la Nueva Granada. Los pueblos indígenas que habitaron la región —muyscas, laches y demás comunidades precolombinas— recibieron la semilla del Evangelio por obra de los misioneros franciscanos y agustinos desde el siglo XVI. La colonización española dejó profundas huellas en la religiosidad popular, forjando templos, imágenes y devociones que aún hoy dan vida a nuestras comunidades.

Ya desde el siglo XIX, con la creación de la Diócesis de Tunja (1880), el suroriente boyacense manifestó un dinamismo eclesial particular. Las condiciones geográficas, el crecimiento de las vocaciones, y la necesidad de una atención más directa a las comunidades rurales, motivaron la creación de una diócesis que pudiera responder con mayor cercanía a las realidades locales. Así nació, bajo el patrocinio de Nuestra Señora del Amparo de Chinavita, la Diócesis de Garagoa, como fruto de la oración, el discernimiento y la solicitud apostólica de la Iglesia universal.

  1. Un caminar pastoral fecundo

Desde su creación, la diócesis ha tenido cuatro pastores al frente del rebaño:

  • Mons. Juan Eliseo Mojica Oliveros (1977-1989), primer obispo, sembrador de estructuras pastorales y promotor del espíritu misionero;
  • Mons. Guillermo Alvaro Ortiz Carrillo (1990-2000), pastor cercano, renovador de la espiritualidad sacerdotal y guía firme en el Concilio Plenario de Colombia;
  • Mons. José Vicente Huertas Vargas (2000-2017), formador de la sinodalidad, impulsor de la pastoral vocacional y de una Iglesia samaritana;
  • Mons. Julio Hernando García Peláez, obispo actual desde 2017, quien ha revitalizado la acción pastoral con un fuerte énfasis en la cultura del cuidado, el kerigma, la formación del laicado, y el camino sinodal propuesto por el Papa Francisco.

Durante estos 48 años, la diócesis ha fortalecido su identidad misionera a través de planes pastorales diocesanos, encuentros formativos, misiones populares, la promoción de las vocaciones y la implementación de procesos de nueva evangelización, como el Sistema Integral de Nueva Evangelización (SINE). El Seminario Mayor san José (Tunja, Boyacá) y el Seminario Nacional cristo Sacerdote (Ceja, Antioquia) han sido el corazón de la formación de los pastores, y el INPAMI (Instituto de Pastoral Ministerial) con sus tres escuelas, a saber: san Efrén (Escuela de Diaconado Permanente), San Pablo (Formación Permanente) y María Magdalena (Pequeñas Comunidades) ha formado  el laicado comprometido ha florecido en movimientos, delegaciones, pequeñas comunidades, y acciones concretas de servicio y caridad.

  1. Dimensión teológica: una Iglesia en salida, encarnada y mariana

La Diócesis de Garagoa encarna el rostro de una Iglesia encarnada en su gente, pobre con los pobres, samaritana y peregrina. Como nos lo recuerda el Papa Francisco, la diócesis es “una porción del Pueblo de Dios confiada a un obispo, en comunión con su presbiterio”, y como tal, se configura como un verdadero sacramento de salvación para este territorio.

La profunda devoción a Nuestra Señora del Amparo, proclamada como Patrona Principal de la Diócesis, da un sello mariano particular al caminar diocesano. Chinavita es el corazón espiritual de la diócesis, un santuario que acoge las lágrimas, alegrías y súplicas del pueblo fiel. Allí, como en el Cenáculo, se aprende a contemplar a Jesús con los ojos de María y a decir “sí” a la misión.

Desde la dimensión teológica, esta diócesis se configura también como una escuela de discipulado misionero: cada parroquia es un centro de irradiación de la Palabra, cada comunidad es un espacio donde Dios se hace carne en la historia cotidiana, y cada familia es una iglesia doméstica en la que florece la fe.

  1. Signos de esperanza en medio de los desafíos

A lo largo de su historia, la Diócesis ha tenido que enfrentar múltiples desafíos: el éxodo de jóvenes hacia las ciudades, las heridas sociales por la violencia en el campo, el desgaste de estructuras pastorales tradicionales, y las nuevas formas de indiferencia religiosa. Sin embargo, la esperanza ha sido más fuerte.

Hoy, celebrando este 48º aniversario, la Diócesis se presenta como una Iglesia viva, en comunión, participación y misión, con la mirada puesta en el Jubileo de los 50 años, que ya comienza a prepararse con alegría. Entre los signos de esperanza se destacan:

  • El fortalecimiento del Plan Diocesano de Pastoral;
  • La renovación de los equipos diocesanos de misión, liturgia, comunicación y catequesis;
  • La presencia activa de los jóvenes en los grupos apostólicos;
  • La revitalización de las vocaciones sacerdotales y religiosas;
  • La opción preferencial por los pobres, a través de comedores, proyectos sociales y el acompañamiento a comunidades vulnerables;
  • Y el impulso de una pastoral digital que responde a los desafíos del mundo contemporáneo.
  1. Una invitación a la gratitud y al compromiso

Este aniversario no es simplemente un recuerdo nostálgico del pasado. Es una llamada a la gratitud por la obra de Dios en medio de nosotros, y al mismo tiempo, un llamado urgente al compromiso: con la Iglesia, con el Evangelio, con los más pobres, con la misión.

Que estos 48 años sean semilla de fidelidad creativa, para que en cada rincón de la diócesis, desde Santa María hasta San Luis de Gaceno, desde Chinavita hasta Páez, Cristo siga siendo anunciado, celebrado y servido.

Elevamos nuestra oración por el Obispo, los sacerdotes, diáconos, seminaristas, consagrados y laicos de esta querida Diócesis de Garagoa. Que el Espíritu Santo siga renovando su rostro y la convierta en signo de esperanza en medio del mundo.

Con nuestra Señora, la Virgen del Amparo de Chinavita, caminemos hacia el 50º aniversario con gozo, reconociendo que “el Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres” (cf. Sal 126,3).